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"Haced el bien a cuantos más podáis, y os sucederá frecuentemente hallaros con caras que os infundan alegría."

Alessandro Manzoni.


El tiempo pasaba muy lento. Demasiado para él. Sobre todo cuando se dio cuenta de que habían pasado quince años desde la última vez que lo había visto.
Casi no podía recordar el rostro de su bebé, pero siempre imaginaba lo que sería en la actualidad. Su color de cabello, su piel, sus ojos, su altura, su categoría.

Pasaba horas imaginando que es lo que podría ser, Alfa, Omega o Beta. No lo sabía, tampoco recordaba que su aroma fuera suave, aún olfateaba aquella manta de su bebé pero su olor era tan poco perceptible que no tenía de que podría ser, aun así que solía descartar la posibilidad de un Omega, también descartó la posibilidad de que fuera Beta, su olor era más fuerte y menos neutro. Sospechaba que fuera un Alfa, pero la vida daba giros inesperados. Fuera cual fuera, Sam lo amaría igual.

Esos pensamientos lograban distraerlo en algunas ocasiones, lograba hacer que sus problemas desaparecieran por momentos. Dejaba de dormir y fumaba con regularidad, normalmente temblaba y sus ojos permanecían rojos a causa de irritabilidad, con grandes ojeras oscuras bajo ellos, su piel más pálida de lo normal. Lucía enfermo y lo estaba, puesto que cada vez que se acercaban y encontraban la ubicación de la manada en la que supuestamente su hijo estaba, ésta se perdía o desaparecía mágicamente. Habían viajado incontables veces a distintas partes y no lograban localizar la maldita manada.

A ese punto, estaba mentalmente exhausto, con cada vez, menos esperanzas. Pero jamás estuvo solo. Siempre tuvo a Blaise, Alan y Kyle junto a él pero aún así, con todos ellos a su alrededor se sentía solo.

Odiaba ver como todos los niños crecían bajo el cariño de sus padres. Él quería dar ese cariño que había guardado y perfeccionado pero no tenía a quien.

¿Sam?

Elevo su rostro observando la escena con la que se encontraba. Una manada totalmente abandonada. Alan se acercaba, estaba cruzado de brazos con sus manos frotando sus brazos, su cuerpo temblaba levemente y sus ojos se encontraban cristalizados. Blaise junto a Kyle y David se acercaban también.

Otra manada más, otro lugar abandonado.

Lo siento, no los escuche.

Fue envuelto entre los brazos de su no tan pequeño Alfa. Cerró sus ojos olfateando su olor, buscando calmarse, encontrando algo de paz en su corazón. Pronto sintió una chaqueta sobre sus hombros, encontrándose con Kyle. El chico se había vuelto tan alto como Alan, sobrepasándolo en altura, inclusive David era alto, casi tenía su altura.

Dijimos que tenemos que no hay nada.

Observo como Kyle tomo aire y luego de un gesto se fue.

Quemado.

Fue lo único que dijo antes de alejarse.

Al parecer se mudaron luego de un incendio.

Encontramos muchas casas quemadas.

Necesito fumar algo.

Mordió su labio y se alejo de ellos para volver al automóvil, acomodándose la chaqueta larga que le colocó Kyle. Abrió la puerta con algo de brusquedad y sacó de la guantera su caja de cigarrillos junto a un encendedor. Cerró la puerta y colocó el cigarro entre sus labios para encenderlo. Guardo la caja y el encendedor en sus bolsillos y temblorosamente lo sacó de sus labios para dejar ir el humo.

Hijo de Omegas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora