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“Tú sabes que cuando te odio, es porque te amo hasta el punto de la pasión que desquicia mi alma”

Julie de Lespinasse.

Las estrellas iluminaban la oscura noche que los acompañaba en el camino sin rumbo alguno. No habían soltado sus manos desde que se habían escapado.

—¿Tienes frío?

Preguntó el pequeño Alfa al Omega junto a él que aún tenía puesto aquel delgado albornoz de seda en esa fría noche.

—Un buen.

—¿Estamos lejos de algún bosque? P-Podemos hacer lo mismo que la otra vez, tú podrás transformarte, solté la ropa cuando bajamos, lo siento.

—No importa, el bosque más próximo está a un buen tiempo de aquí.

—Tengo hambre. —Sam gruñó. Lo que le faltaba. Suspiro, después de todo, también tenía que comer. —Tengo una idea de que hacer.

—¿Cuál?

Sam lo llevo consigo para guiarlo a una pequeña tienda que se encuentra abierta todo el día, todos los días.

—Escucha, me transformare, distraeré al tendero...

—¿Qué es tendero?

—Vendedor. —Gruñó el Omega recordando como es que el Alfa no tenía idea de muchas cosas. Cuando el Alfa agradeció, continúo con su idea. —Cuando éste salga, tú entraras y tomaras todo lo que puedas. Cuando corra lejos, tú tienes que correr sin ser visto. ¿Entendido?

—¿Qué sucederá si nos atrapan?

—Nada bueno idiota.

—N-No me llames así, esto es muy peligroso, yo no quiero...

—Escucha, tenemos dos opciones, robar, comer y sobrevivir, o morir de hambre. No pienso morir luego de todo lo que pase.

—E-Esta bien.

Avanzaron hasta aquella tienda. Cuando finalmente llegaron, el Omega quitó el albornoz de su cuerpo y con el, hizo una especie de *hiyab para el pequeño Alfa.

—No te lo quites por ningún motivo hasta que volvamos a vernos, ¿De acuerdo?

Alan asintió, tomo bocanadas de aire, nervioso de ver como Sam sé transformaba en su lobo para caminar hasta el frente de la tienda, donde golpeteo con su pata el vidrio y comenzó a gruñir, cuando finalmente logró empujar la puerta de cristal comenzó a correr por los corredores del lugar. Rápidamente el vendedor comenzó a correrlo cuando con su boca tomo una cadena que mantenía una llave colgando.

Salió de la tienda con el hombre tras él.

Rápidamente el pequeño Alfa corrió dentro para tomar todo lo que en sus brazos cupieran. Sin fijarse ni tomar demasiados reparos salió corriendo, sin mirar atrás, trato de correr por donde el Omega se había ido, pero podrían verlo, así que siguió corriendo hacia adelante.

Luego, se preguntó.

¿Cómo se encontrarían?

Ellos no habían planeado esa parte.

Suspiró rindiendose ante la idea de darle vueltas a ese asunto. Él no haría eso.

Caminaba cuidadosamente, no quería tirar nada de lo que había recogido.

Observo lo que llevaba en brazos. Bueno, veía distintas cosas sin saber exactamente que eran.

Esperaba que fueran comida.

¿Y si ya habían caducado?

Su cerebro comenzaba a reproducir mil imágenes de lo que podría suceder. No entendía nada de esto, siempre le daban de comer. Jamás había preparado su propia comida.

Las calles eran oscuras y claramente comenzaba a temer por su seguridad. No sabía dónde estaba ni que podría hacer si algo ocurriera.

La suave seda comenzaba a incomodarle.

Finalmente, luego de un buen rato, llegó a una banca, la cual, daba la espalda a muchos árboles, altos y frondosos.

Un bosque.

Tomo asiento en la banca de madera, dejo las cosas sobre sus piernas de forma apilada para quitarse aquella prenda de la cabeza.

—Que agotador.

Extendió el albornoz y comenzó a colocar lo robado sobre este. Finalmente apretó los extremos de la seda para colocarlo sobre sus piernas.

—¿Dónde estás?

Se preguntó, comenzó a olfatear el aire. Se sentía cerca. Pero, ¿Dónde?

—Justo detrás de ti.

Alan se sobresalto, volteo rápidamente para verse cara a cara con el rostro de Sam.

—Me asustaste.

—¿Conseguiste comida?

—Creo que si.

—¿Crees?

Asintió, le mostró la improvisada bolsa sonriendo.

—Bien, ahora vamos. Conseguí donde dormir.

—¿De veras?

Asintió, ambos caminaron hacia su lugar de descanso.

Luego de un buen rato, ambos llegaron a un río, junto a este, el pasto era lo suficientemente cómodo como para dormir una noche.

—Aquí es.

—¿Y si llueve?

Bueno, no había pensado en ese detalle.

—Estoy cansado, solo descansemos, ya pensaremos en eso.

—Pero...

—Shh, a comer y dormir.

Alan no protestó más. Simplemente se sentó junto a Sam y extendió la seda para dejar ver todo lo que había robado.

Tomo una pequeña bolsa, al abrirla de encontró con unos tubitos circulares de color anaranjado, llevo uno a su boca y lo degustó. Sabía raro.

Sam tomo algo que parecían intentos de círculos que crujían con facilidad.

Finalmente.

Sam sé transformó para dormir, dejando que Alan sé acurrucase en su estómago. Se abrazo a la comida para que no les robasen y finalmente...

Ambos durmieron en una paz nunca antes sentida.

Hijo de Omegas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora