Capítulo 4

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Kiwi Harry Styles

Bebo un poco de agua, nerviosa, y respiro profundamente. Mi pulso me juega una mala pasada, haciendo ver cómo me tiembla la mano casi de forma exagerada. Pero debo tranquilizarme, debo hacerlo si no quiero que esto termine peor. Por mucho que Thomas sea mi hermano, o lo considere como tal, no deja de ser de la misma sangre que Patrick. Y cada año parece fusionarse un poco más con él.

Vuelve del baño del restaurante abrochándose el botón de la chaqueta de su lujoso traje. Su cabello dorado está minuciosamente peinado hacia atrás mientras su gélida mirada azul parece atravesarme. Siempre tan formal y educado, acostumbrado a la alta sociedad en la que se ha integrado fácilmente desde que lleva la empresa.

—No has probado bocado —observa, señalando sutilmente mi plato mientras toma asiento de nuevo—. ¿No te ha gustado?

Miro el risotto y trago saliva. Tiene una pinta exquisita, pero estar frente a él después de tantos meses provoca que se me cierre el estómago.

Le miro, intentando no parecer un cervatillo asustado.

—Sí. Me gusta, pero... quema un poco —miento, de hecho, debe estar frío a estas alturas.

—Oh.

Bebe de su copa de vino sin quitarme el ojo de encima. Su piel es tan blanca que parece brillar con la luz artificial del restaurante. Bajo la mirada hasta mis propias manos; morenas, una tonalidad demasiado oscura para una familia tan... blanca. Casi siento la mirada reprobatoria de Patrick sobre mí con su cinturón en la mano para intimidarme. Gritándome barbaridades, exasperándose con la simplicidad de mi presencia. Siempre desconforme porque mi raza y la suya no sean la misma, porque mi madre haya conseguido vivir en mí.

—¿Fiona?
Miro a Thomas, perdida.

—¿Qué? —murmuro.

Suspira, intentando pasar por alto mi actitud distante mientras sus dedos juegan con el pie de su copa de vino.

—Si me hubieras prestado atención —comienza mirándome con exigencia—, sabrías que estaba proponiéndote pasar este fin de semana en casa de papá.

—Dudo que Patrick tenga tiempo... —mi excusa barata se ve interrumpida.

—Papá —me corrige.

La bilis sube por mi garganta. Miro los anillos de mi dedo.

—Dudo que papá tenga tiempo para recibirme —susurro.

La repulsión que me causa llamar «papá» a semejante individuo es indescriptible.

—Claro que tiene tiempo —dice más animado—. Está prejubilado, ¿recuerdas? Se aburre tanto... —bromea—. No, en serio. Te echa de menos —me asegura y hace una breve pausa. Frunce el ceño, mirándome con preocupación—. La mayor parte de las veces que me pongo en contacto con él me pregunta por ti. ¡Está desesperado por ver a su pequeña princesa!

Intento devolverle la sonrisa que me da al llamarme de esa forma. «Princesita Fiona» era como me llamaba de pequeña, cuando fingía que no era un monstruo conmigo cuando nadie estaba presente. La princesa Fiona...

—Me lo pensaré... Estoy algo liada.

—La familia es lo primero —me recuerda, mirándome a modo de advertencia.

—Sí, sí. Por supuesto... —Bebo agua una vez más.

Thomas no dice nada más, sólo señala mi plato con la mirada. Todavía a rebosar, sin haber sido catado. Cojo el tenedor con la mano temblorosa.

𝐓𝐞𝐫𝐫𝐞𝐧𝐜𝐞 © [F #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora