Moonphase

169 12 0
                                    

–Yo también quiero poderes para congelar cosas. Quiero congelar a mi niñera cuando me manda dormir temprano.

–No puedes –le dice su hermano–. Te manda a dormir temprano porque ese es su trabajo.

–De todos modos quiero poderes para congelar el verano.

Me rio. La madre de Jamie entra en ese momento, ella no puede verme, claro está, aunque de todas maneras no está aquí por los ruidos que ocasiono, sino por Sophie.

–Ven Sophie, deja que tu hermano estudie –le dice su madre.

Luego abraza sus hombros con las manos.

–Cuánto frío Jamie. ¿Has dejado abierta la ventana? –pregunta ella.

En realidad soy yo quien está causando todo esto. Todavía no puedo controlar mis poderes cuando las emociones me dominan, de manera que si me siento deprimido, la escarcha empieza a hacer su aparición en la ventana, en el techo, afuera, en todas partes básicamente. Su madre va a la ventana y la cierra porque después que puse un pie en la habitación de Jamie, ninguno de los dos se molestó en cerrarla.

–Tal vez es Jack Frost –dice Jamie en burla.

–Sí claro –dice entre risas–. Eso podría ser.

Sophie salta a los brazos de su madre que en seguida la carga.

–Pero mamá, sí es Jack Frost quien lo está causando –dice Sophie.

–Sí, Sophie.

–En serio. Es amigo nuestro. A veces viene de visita y se queda en casa, sobre todo cuando tú tienes que salir, nos cuida –dice Sophie–. La verdad es que nos cuida más que la señorita niñera.

Entre más habla Sophie, más inocente se escucha y eso significa sólo una cosa, no le creerían, no porque ella mintiera, de hecho todo lo que decía era cierto, sino porque era demasiado ilógico e irreal. La madre de Jamie simplemente carga a Sophie y se la lleva mientras ella sigue discutiéndole mientras cierra la puerta y deja a Jamie supuestamente solo.

–Ella es tan... ¿cómo decirlo? –pregunto.

–Infantil es la palabra que buscas –dice Jamie.

–Yo soy el infantil aquí, ella es sólo una niña muy inocente –comento–. Debería haber otra manera de definirla completamente.

–Con respecto a eso... ¿porque aunque han pasado trescientos y tres años tú sigues siendo igual que un niño? Quiero decir, haces bromas a todos siempre que puedes, incluso a los guardianes.

–Me gusta ver rabiar al Conejo, y antes me gustaba que los Yetis se enfadaran pero ahora tengo permiso para entrar al taller de Norte. Ya no es lo mismo. Sólo molesto a Conejo cada vez que puedo metiéndome en sus madrigueras y llevando un poco de frío a esos lugares –respondo.

–Precisamente. Quiero saber, ¿eres así sólo porque eres el más joven de los guardianes o por qué no tienes la misma edad que ellos? –pregunta sentado en la silla de su escritorio.

–No maduré –respondo frunciendo el ceño–. Fallecí antes de saber siquiera lo que significaba madurar. Recuerdo que era el mayor de los menores, de lo poco que recuerdo es que todos los demás rondaban los diez y ocho años, y yo era mayor. En cuanto a los otros. Había chicos de veinte años que ya eran padres. Pero morí. No voy a cambiar, y no importa cuántos años pasen, no podré madurar nunca porque jamás creceré físicamente, porque no puedo entender ese tipo de cosas de grandes.

CrystallizeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora