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Me senté, Alex me vio. Se alejó de la chica.

-Allie, lo siento, pensé que estabas en la pista aún.

Me levanté, estaba totalmente desequilibrada, pero logré salir del camerino de Alex.

Alex me siguió.

-Lo siento, no sabía que...

-Alex, ¿Por qué eres así? Puedes pegarte ladillas o algo así.

Me desequilibré, él me agarró entre sus brazos.

-Hey, hey... Ven conmigo.

Me llevó caminando entre sus brazos hasta otra parte a la cual no había ido. Era un baño para los artistas, era bastante lujoso. Cerró con llave, y me llevó hasta el inodoro.

Acercó la alfombra a donde iba a dejarme, se colocó atrás de mí, y rodeó mis brazos con los suyos.

-Abre -dijo.

Abrí la boca, él comenzó a meter sus dedos, tuve arcadas enseguida. Intenté alejarlo un poco, pero él siguió, cuando se detuvo y quitó sus manos comencé a vomitar líquidos.

-¿Por qué haces esto?

-Porque eres la hermana de mi jefe -suspiró-, no quiero que te desmayes por ahí.

Acabé vomitando un poco más, me sentía enferma.

-Alex, no debes meterte con la primera chica que veas, no sabes si tienen sífilis, o si tienen tentáculos, puedes... enfermar, y morir.

Comencé a ver borroso, y de pronto no había nada.

Cuando desperté, él estaba apoyado en un muro, conmigo sentada en sus piernas, y mis brazos rodeando su cuello.

Me sentía cansada.

Él se quedó ahí un buen rato. Podía sentir su corazón latir a través de su camisa, y sus dedos acariciando mis hombros.

Al parecer él quería estar quieto.

Después me levantó sin mucho esfuerzo, mi cuerpo estaba aturdido.

Me llevó en sus brazos a la salida de atrás del edificio luego de hablar con Ron para que buscara mis cosas y las suyas, me subió a la van, hasta abrochó mi cinturón. Ron y los otros chicos nos llevaron a casa y se fueron enseguida después de que bajamos y entramos.

Me llevó escaleras arriba, me entró a mi habitación y me dejó sobre la cama. Aún seguía muy borracha, todo daba vueltas.

Me quitó los zapatos con cuidado, cuando movió mi pierna un poco mi vestido plástico chilló.

Lo miré con los ojos entreabiertos, él me miró, supo que había vuelto.

-¿Me quitarás el vestido? -le pregunté.

-Puede darse sarpullido si no lo hago, no es genial.

-¿Cómo lo sabes?

-Una vez usé un traje del mismo material y tuve que ir con mi abuela para que me sacara los granitos.

-Suena hermoso -le dije-, por favor no me veas desnuda.

-Descuida, sé que no quieres que te vea, no lo haré.

Hizo que le rodeara el cuello con mis brazos, me levantó un poco de la cama, le bajó el cierre al vestido. Sus ojos eran realmente bonitos.

-Tus ojos son como ver... un bosque -logré decirle.

-Ver los tuyos es como ver el mar -respondió.

Bajé la mirada, acabé viendo sus labios, él se los lamió.

Quería besarlo, pero no debía hacerlo por dos razones.

Una era que había vomitado hace poco. La otra era que podía complicar su relación con Tim.

Puta vida.

Estiró un brazo y buscó bajo mi almohada, encontró mi pijama.

Deslizó las tiras del vestido por mis brazos, de pronto mis pechos quedaron expuestos. Miré sus ojos, estaba mirando hacia atrás de mí, evitaba mirarme.

Me levanté despacio, el vestido terminó de caer al piso, y luego con cuidado me coloqué el pijama.

Lo solté, intenté caminar al baño a cepillar mis dientes, pero comencé a irme hacia un lado. Él me ahorró la caída, y volvió a agarrarme de la cintura para llegar ahí.

Me cepillé los dientes, me pasé bastante jabón por la cara, y agua, y luego de que la dejé lo más limpia que pude, miré a Alex por el espejo.

-Siento haber arruinado tu fiesta.

-Son las seis -dijo-, creo que fue más que suficiente para ambos.

Me quité las tiras de pestañas falsas, las pegué en el espejo. Me quité las joyas, y luego me puse una goma en el cabello.

Volvió a levantarme del piso, y me dejó en la cama. Fue a cerrar el ventanal del balcón, y luego fue a cubrirme con las mantas.

-Te veré por la mañana, borrachita.

Reí. Él besó mi frente, y luego apagó la luz.

Estaba terriblemente cansada, pero la ebriedad no me dejaba dormir.

Vi por el pasillo, la luz de Alex seguía encendida.

Esperé un rato, luego me levanté con cuidado y caminé hasta ella.

Estaba dudando si golpear o no, pero me quedé quieta, ahí, por unos cuantos minutos. Oí a Alex haciendo ruido despacio, como si le ardiera la piel, de pronto, un gemido.

Golpeé la puerta.

-Alex, ¿Estás bien?

-Sí, espera.

Lo oí correr de un lado a otro, y luego de un par de minutos me abrió la puerta.

-¿Qué ocurre? -dijo.

Parecía nervioso.

-No puedo, estoy demasiado mareada -le dije.

Me llevó caminando hacia mi habitación, hizo que me recostara en mi cama, y que apoyara el pie en el piso.

-¿Mejor?

Asentí.

-Estoy teniendo la peor borrachera del mundo -dije.

Sonrió.

Se sentó a mi otro lado, esperando a que me durmiera.

-¿Puedes... tocar mi cabeza? ¿Con caricias? -le pregunté.

Asintió. Se acostó a mi lado, y me acarició entre el cabello. Me dormí en un par de minutos.

La ProhibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora