Capítulo 12: Hemofóbia

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—De acuerdo, yo dormiré aquí en éste sillón y tú en mi cama —señalo el sillón que está situado a un lado de mi cama.

—Creo que la película te afecto mucho, ¿cierto? —Cameron alza su ceja y cruzando sus brazos.

—¿De qué hablas? —espero respuesta por parte de él, mientras que me acerco a mi cama para arreglarla un poco.

—Como te habrás dado cuenta, yo soy un hombre —Cameron se señala a sí
mismo—, o eso quiero creer.

—Claro —mascullo sarcásticamente

Él me fulmina con los ojos.

—El punto es que no dejaré que te duermas en el sofá —en este instante, siento como mis mejillas se tornan de un gran color rojo.

¿Es enserio? Te sonrojarás sólo por eso?

Estuvimos peleando casi diez minutos acerca del lugar donde dormiríamos. Cameron me hacía cosquillas y de todo con tal de que aceptara dormirme en la cama y no en el sillón que me había otorgado a mi misma, hasta que finalmente no me quedó de otra más que aceptar dormir en mi cama.

Ambos nos acostamos y estábamos a punto de dormir pero escucho que un grito por parte de Cameron una vez que se recostó en mi sofá.

—¡Auch!

—¿Qué sucede? —me siento sobre la cama.

—Creo que éste no es sillón. Está lleno de resortes —abro mis ojos a lo grande.

El sillón tiene años con nosotros, probablemente más que los años juntos de mi papá y míos. Se supone que el sillón se lo había dado mi abuela paterna a mi papá.

¡Oh! ahora entiendo.

—Mi papá tiene un sillón más actual en su cuarto, tal vez podamos cambiarlo por éste —sugiero.

—No, no quiero ser tanta molestia
—agita sus manos.

—Por favor, de no ser así, por la mañana tendrás la espalda encrustada al sillón.

Me levanto de la cama, y él hace lo mismo desde el sillón.

—De acuerdo —Cameron asiente y ambos nos levantamos para poder ir en busca del sillón de papá que está en su habitación y este se encuentra del otro extremo de la casa.

Una vez que llegamos a la habitación de mi papá, le señalo a Cameron el sofá que queda también a lado de la cama. Es algo grande. Mi papá lo tiene por que a veces se trae a mis primos a la casa, y al igual que Cameron, tiene que repartirse el lugar en el cuál dormirían. Se puede decir que es un Sofá-Cama.

Cameron y yo empezamos a empujar el sofá en dirección a mi habitación. Cabe resaltar que el sofá no es tan actual que digamos pero al menos tiene menos años de viejo que el mío. Uno que otro alambre resalta en el sofá a los lados, pero no como mi sofá que tiene alambres por todo el sillón.

Debería tirar ese sillón ahora que lo pienso. Si lo tengo guardado aún, es por que papá insiste en que hay que tener presente la memoria de mi abuela difunta.

Una vez que estamos frente al sillón, y al empujarlo, mi mano se resbala, provocando que me corte parte de la palma de mi mano con uno de los resortes que tiene el sofá por debajo. Además de que haya posibilidad de que me dé tétanos, no para de salir sangre.

Sangre.

Para mi mala suerte, padezco de "hemofobia", es decir, que con sólo ver una pequeña cortada en alguna parte del cuerpo, empiezo a querer desmayarme.

Cameron ve que me senté en el sofá que hace un rato estábamos empujando.

—¿Te encuentras bien? Te vez mas pálida que la mayonesa —Cameron intenta bromear, pero al no recibir respuesta alguna por mi parte, su expresión cambia a una más preocupada.

—Hemofóbia —digo con un hilo de voz.

Mi vista se empieza a nublar cada vez más y más. Mis piernas se adormecen y mis manos se sienten débiles. Muchos pensarán que eso de la "hemofobia" es pura exageración por parte de las personas, pero deben tomar muy en cuenta que se siente horrible tener que ver tanta sangre como me está sucediendo ahora mismo. Mi mirada baja a la palma de mi mano, la cuál se encuentra dañada y lastimada. No para de sangrar y me duele como nadie se imagina. Quizás la herida es muy profunda tomando en cuenta que técnicamente al empujar el sillón, la fuerza callo en mi mano contra el dichoso alambre.

Cuando Cameron me escucha susurrar lo que anteriormente le he dicho, su cara muestra duda al respecto, pero no tarda mucho en comprender y él se agacha hasta quedar a mi altura.

—¿Cómo te sientes? —creo que su pregunta es mas que obvia.

¿Qué parte de HE-MO-FO-BIA no entendía?

Al no volver a recibir una respuesta mía, me carga como si de novios recién casados se tratara.

—¿A dónde vamos? —mi voz sigue sonando igual de débil.

Ahora soy yo la que no recibe respuesta de Cameron.

Volteo a ver mi mano donde veo una línea trazada de un rojo intenso.

"Mensa, ¿para qué chuchas volteas a tu mano?", me recuerdo a mi misma.

Y mi vista se va nublando pero no lo suficiente para alcanzar a ver el carro de Cameron acercándose.




Cameron.

¡Genial! Ahora tengo a una chica desmayándose en su propia casa.

No sé cómo me siento ahora. Si nervioso o preocupado. Esto no me había pasado antes, pero no puedo dejar a una chica así, mucho menos si se trata de Camila.

Camila.

¿Qué me has hecho?

Esta bien, Cameron, a lo que vamos.

Opto por llevarla con una conocida, probablemente esté exagerando, pero en estos instantes solo puedo ver a la pálida de Camila en el asiento de copiloto.

El niño de mi infancia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora