Capítulo 13: Hospital y sofocación

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—¿Enserio Cameron? ¿El hospital? —veo el gran edificio color blanco delante de nosotros. Cameron entra y se estaciona fuera del lugar.

—Tú sólo calla —es lo único que dice Cameron, para que acto seguido, me abra la puerta me saca cargándome como antes lo hizo.

Debo ser honesta y decir que ya no estoy tan mareada, pues Cameron puso en mi mano, una pañoleta que él llevaba en su auto. Pero bueno, es lindo que te carguen como a una princesa.

Entramos al hospital y una señora de no más de cincuenta años nos atendió en la recepción, llevando con ella una bata azul con estampados de ositos cafés.

-¿Puedo ayudarlos? Siendo las... -Miró su reloj de mano-, dos de la mañana.

A mí ni me miren que la idea de venir aquí fue Cameron; pero no lo culpo, ya que bueno, a lo mejor y él nunca trato con una persona cuyo miedo es la sangre.

-¿Puede hacer algo con esto? -Cameron preguntó alzando mi mano lastimada.

-¿Puedo creer que han venido sólo por eso? -Pregunta la señora soltando una que otra pequeña risa.

-Por favor señora Kasey, es hemofobica. No tengo ni la menor idea de qué es eso, pero ella lo es. -Señaló Cameron.

Al parecer, Cameron conoce a la señora de la recepcion, ya que la llamó por su nombre.

-De acuerdo, si estamos en estos casos, la ayudaré. Que por cierto Cameron, una persona que padece de hemofobia, se refiere al pavor en la sangre, heridas y jeringuillas, provocando nauseas, mareos, sudores, palidez y, en ocasiones, el desmayo. No es muy común esto, pero veo que tampoco ella es una chica común. -La señora Kasey salió del lugar de donde estábamos Cameron y yo y la seguimos. Sin mencionar que me sonrojé con las palabras de la... ¿doctora?

-¿Ya me puedes bajar? -pregunté haciendo que Cameron recordara que aún me tenía en sus brazos.

-¡Oh! Lo siento -y Cameron hizo caso de bajarme-. Ya me preguntaba porqué no sentía mis brazos.

Sonreí y reí ante su comentario.

La señora Kasey nos condujo hacia una de las habitaciones y acto seguido, la señora Kasey me señaló la camilla de la habitación del hospital, indicando que me sentara y yo obedecí.

-¿Puedo ver tu mano? -Yo asentí a la pregunta de la señora Kasey y ella misma empezó a inspeccionar mi mano.

La doctora Kasey, inspeccionó mi mano, me indicó que la moviera y de la misma manera, moviera mis manos, lo cual fue inútil ya que me dolía al hacerlo.

-Es bueno que hayan venido a tiempo, pues de ser lo contrario, ya tuvieras tétanos niña. Un pezado de alambre está incrustado en tu palma, la tendré que sacar.  -Las palabras de la señora Kasey hicieron que tanto Cameron como yo, abriéramos los ojos cuál platos.

-¿Qué? -ambos preguntamos.

-Lo que escucharon. Sólo tenemos que sacarla, después recibirá una vacuna para no tener ninguna enfermedad, pondré alcohol y vendarle la mano. Lo único que harás es evitar moverla mucho.-Prosiguió la señora Kasey.

-¿Estas de acuerdo? -Me preguntó Cameron.

-No lo sé. ¿Y si me duele? -Pregunté a la señora Kasey.

-Tranquila. Será rápido. -Contestó dulcemente la señora Kasey.

Yo sólo asentí como repuesta y la señora Kasey salió por las cosas y utensilios que utilizaría.

-Tranquila, estoy contigo. -Cameron me tomó por los hombros y me sonrojé ante su comentario a lo que él respondió con una enorme sonrisa.

Al cabo de un rato, la señora Kasey volvió con utensilios que tan sólo con verlos me corrieron escalofríos por todo el cuerpo.

Tengo que aclarar que cualquier cosa que tenga que ver con los hospitales me daban algo de miedo, como lo son el alcohol, medicinas, en resumen: ese olor peculiar que tenían los hospitales al entrar. Siempre he sido una chica con muchos miedos por delante. Mi papá está consciente de eso. Cuando queremos ir al cine a ver algún estreno de películas de terror -las cuales, son las favoritas de mi papá-, obviamente prefiero quedarme en casa de Lauren que ir a verlas con él, me nombra por llorona.

Y eso que es mi papá.

-Comencemos. -Por consiguiente, la señora Kasey empezó con lo que tenía que hacer con mi mano.

Kasey agarró unas pinzas muy pero muy delgadas y un tanto pequeñas.Me indicó que extendiera la palma de mi mano, y yo hice caso a las indicaciones.

El dolor se presentó en mí y solté un pequeño grito, dándoles a entender que dolía, pues las pinzas jalaban del pedazo de alambre. Cameron se percató de esto y me dio un abrazo sin estorbar a la señora Kasey. Sentí como mis mejillas se apoderaban de un intenso color rojo.

Cuando sentí que el alambre que se encontraba dentro de mi palma ya no lo estaba más, esta vez el alcohol se presentó y me ardía como nadie se imagina, pero no fue por mucho el dolor ya que acto seguido de que la doctora colocó en mí el líquido, me colocó una venda y poco a poco bajo la intensidad del dolor.

-Listo. Ya quedó. -Mencionó la señora Kasey sonriente ante su trabajo ya completado.

Bendito el señor, agradezco que no me haya desmayado. Pero cabe mencionar que ya me sentía sofocada por tantas cosas.

  -Lo ultimo que queda por hacer es la inyeccion, pero no te preocupes que esa duele menos. -Kasey me guiñó un ojo.

El niño de mi infancia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora