CAPÍTULO 1

2.3K 49 2
                                    

Año nuevo. Curso nuevo. Experiencias nuevas.

Cadaqués es donde nací y donde vivo actualmente, en este pueblo se conoce todo el mundo y la gente sabe hasta el más mínimo detalle de los vecinos.
El pueblo es precioso y está al lado de una playa donde en verano la gente pasa la mayor parte del tiempo.

Tengo el privilegio de vivir cerca del mar y desde pequeña me siento en una silla que hay en la terraza para admirar como los rayos de sol chocan con el agua del mar cuando está atardeciendo, es una sensación de tranquilidad y de felicidad que no sabría describir.

Hace tres días que vine del pueblo y es la primera vez que iba desde los cinco años. Todavía tengo la maleta en el suelo de mi habitación sin deshacer porque he estado haciendo todo el fin de semana los deberes de verano y no me ha dado tiempo a recoger nada, la verdad es que odio hacer y deshacer la maleta, no sabes si poner esto, quitar lo otro, que si no cabe, que si se te va a olvidar algo... En fin, un rollo.

Ha sonado el despertador hace diez minutos y no quiero levantarme de la cama, pero mi madre no para de gritarme desde el piso de abajo que me levante, que si no llegaré tarde.

Es mi segundo año de Bachillerato y estoy por una parte emocionada y por otra asustada ya que este año es la preparación para la Universidad y para todo lo que venga por delante.

Hace exactamente un año estaba súper nerviosa porque el cambio de la ESO al Bachillerato iba a ser muy grande e iba a conocer a muchísima gente nueva que vendría a reemplazar a los que se iban del instituto, pero al fin y al cabo no fue para tanto. Lo que sí que me costó asimilar fue que mi mejor amigo se cambiara de instituto ya que no le podía contar las cosas que pasaban al instante, me tenía que esperar a la hora del patio, cuando se acababan las clases o entre clase y clase para contarle los cotilleos. Pero hace unos años que no hablamos por unas movidas que hubieron, así que supongo que no lo puedo considerar mi mejor amigo.

-¡Laura espabila, levántate ya!- grita mi madre por enésima vez. Esta vez entra a mi habitación y me deja el desayuno en la mesa del escritorio. -Te doy diez minutos para que te vistas y te arregles, o si no te vas en bus.

-¡Mamá! ¡Dijiste que como era el primer día me llevabas en coche!

-Si íbamos pronto, pero al paso que vas, te vas en bus. Tú misma.

-Vale vale, ya voy.

Y después de abrir las ventanas sale de mi habitación seguida de un portazo.

De repente se vuelve a abrir la puerta y es mi hermano pequeño, tan solo tiene ocho años y hoy también es su primer día de cole.

-¡Tata!- viene corriendo hacia mí y se tira en la cama.
Estamos tumbados boca arriba un rato mirando las estrellas que hay enganchadas en el techo de mi habitación hasta que dice:

-No quiero que te vayas.- En ese momento lo hundo en mis brazos con un fuerte abrazo y se pone a llorar. Sé exactamente lo que le pasa, pero quiero asegurarme:

-¿Marc, qué te pasa?

-Que hoy fue cuando el año pasado papá me regaló la pulsera protectora, aquella que me protegería de todo, y la he perdido. La gente se va de mi lado siempre.- Me dice entre sollozos.

Me acuerdo de cuando el año pasado mi hermano Marc estaba llorando porque era el primer día de colegio y no quería ir, entonces mi padre le regaló una pulsera donde ponía "Papá" y le dijo que esa era una pulsera protectora y que cuando le pasara algo o se encontrara solo, sólo tendría que apretar con fuerza la pulsera con la otra mano y pensar en él. Entonces sabría que su papá esté donde esté estaría protegiéndolo. A partir de ahí Marc no lloró casi nunca más, hasta que murió.

Un estúpido cáncer fue lo que acabó con la vida de mi padre. No dio tiempo ni a despedirse de él. Comenzó con unos fuertes mareos que no les dio la más mínima importancia y cuando fue al médico nos dijeron que no había cura a ese cáncer y que le quedaban unos meses de vida. Que lo único que tenía que hacer era reposo y disfrutar de lo último que le quedaba.

-Marc, yo nunca me voy a ir de tu lado y ahora me tengo que vestir e irme al insti, cuando vuelva te prometo que la buscamos juntos, ¿vale?- le digo quitándole un mechón de pelo que se le ha metido en el ojo.

Cuando se calma un poco le doy con la almohada y comenzamos una pequeña guerra de broma, hasta que aparece por la puerta Anna, mi otra hermana. La verdad es que para la poca edad que tiene es casi más madura que yo, le cuento todo y me aconseja en todas las decisiones que tengo que tomar y tan solo tiene trece años.

-¡EIII! ¿Estáis haciendo una guerra de almohadas sin mí? ¡¡Aquí yo soy la reina y os voy a matar a todos!!- coge una almohada, me la tira en la cabeza, y me hago la desmayada. Cojo otra almohada, le doy y hace lo mismo. Después de un largo rato luchando, los echo de la habitación y me visto rápidamente.

TÚ Y YODonde viven las historias. Descúbrelo ahora