CAPÍTULO 18

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Miro el móvil, marca las 8:10 y acabamos de entrar, corro hacia mi clase sin despedirme de Nathan y veo que no está el profesor que nos toca. Menos mal. Pero para mi mala suerte puedo observar a otro diferente al final de la clase supongo que es el que viene a sustituir.

–Llega diez minutos tarde Srta. Laura, no la puedo dejar entrar. Espavilese la próxima vez.– No puede ser. Nunca he llegado tarde desde aquella vez que entré en clase cuando todos estaban sentados y me caí tropezandome con mis propios cordones. Todos se rieron de mí.

–Porfavor no volverá a ocurrir.– Le digo suplicándole. Y de reojo mientras miro al profesor puedo ver cómo toda la clase me mira.

–Lo siento.–Me dice falsamente, porque de sentimiento en su voz no hay ninguno.
Veo como Sandra me está mirando y cuando la miro me hace una cara de burla dirijiéndose al profesor.

–¿Sandra quiere hacerle compañía en la sala de espera?– creo que le ha pillado haciendo la cara.

–No, perdón.– Le dice Sandra sentándose bien.

Como sé que no me va a dejar entrar por mucho que insista abandono la clase y me dirijo hacia la sala de espera, que es donde la gente va cuando llega tarde o cuando le castigan. Es una clase especialmente para esas personas.

Cuando estoy a punto de entrar veo por el cristal a Nathan.

–Mierd...– dice cuando entro.

–Eso tendría que decir yo. – Le digo interrumpiéndole y sentándome en la otra punta de la clase enfadada.

–Lo siento– me dice súper serio y viniendo hacia mi–¿Qué hora es?– me pregunta.

–Las ocho y cuarto.

–¿Ha que hora has llegado?

–A las ocho y diez.– Justo al decir eso se levanta de la silla tirándola para atrás, golpea la mesa y se dirige a la puerta. En ese momento me levanto y voy corriendo detrás de él antes de que salga de la clase y lo paro cogiéndole del brazo. –¿A dónde vas? – le digo alzando la voz.

–¡Vas a entrar a clase porque lo digo yo! ¡Me niego a que un borracho intente hacer yo que se el que y encima que no te dejen entrar!

–¡Qué no! ¡Para ya! ¡No tienes que estar salvándome todo el rato! ¡Ya está!– Sé que no me va a hacer caso porque está abriendo la puerta disponiéndose a salir así que le digo: -¡Como salgas no me vuelvas a hablar nunca y por supuesto olvídate de la cita!– Le suelto en la brazo y vuelvo a donde estaba sentada.

Veo como se contiene y respira profundamente. Vuelve dónde antes de que apareciera yo estaba sentado y se pone los auriculares.
Pasan unos minutos y pregunta: –¿Qué te pasa?– con un tono que no sabría describir como es.

–Nada.– le contesto borde.

–Entones, ¿por qué estás así?– sigue estando igual de borde.

–Mira déjame.– Entonces se levanta y viene hacia mí. –¡Para!– le digo mientras viene hacia mí. Pero no para. En ese momento me pongo a llorar desconsoladamente pensando en Marc, papá... todo, no sé qué me pasa pero odio estar así, desde que murió papá me hice fuerte y no lloraba casi nunca por no decir nunca, me las apañaba yo solita cuando tenía un problema y os aseguro que no me salía ni una lágrima, pero supongo que algo me está haciendo Nathan. Por mucho que intente no llorar delante de él, mis ojos no paran de echar lágrimas como cascadas. Mira que había dicho en mi habitación que hoy tendría un buen día, parece que todo vaya en contra mía.

–Eeiii ¿Qué te pasa?– dice con un hilo de voz suave y poniendo la cara en frente de la mía después de sentarse en la silla de al lado.

–Nada.-Sigo llorando y apoyo mi cabeza en su pecho.

–No me lo creo.-Me coge de la barbilla. -¿Es por el borracho ese?, porque te aseguro que ese puñetazo le dejará una marca como para una semana por lo menos.-Sonríe y le sonrió recordando el momento.

Le sonrió –No es eso-

–¿Entonces?Dime, puedes confiar en mi–me pone un mechón de pelo detrás de la oreja.

Me quedo llorando silenciosamente en su hombro hasta que me me tranquilizo un poco y decido contarle: -Marc- trago saliva para evitar que llore otra vez- mi hermano pequeño- paro otra vez- ayer por la noche cuando estábamos cenando dejó de respirar y me quedé en shock, no podía moverme hasta que reaccioné y lo llevamos al hospital, decían que era algo de un soplo cardiaco pero que no lo sabían muy bien por eso se ha quedado esta noche y le ha vuelto a dar otro ataque de esos. Estamos muy asustados no quiero que le pase algo como a papá.-Digo del tirón llorando otra vez, pero esta vez Nathan me acerca a él, me sienta en su regazo como si fuese una niña pequeña y me abraza como nadie lo había echo nunca, un abrazo con sentimientos, calor, chispa, complicidad, podría decir que incluso es mejor que el que me dio y para superarlo... Ahora en mis lágrimas que salen también hay felicidad.

-Nena, todo va a salir bien- me recorre un escalofrío- Verás que sí. Mi madre es médico y tiene muchos casos de esos, de gente que no puede respirar porque tiene algo en el corazón y no saben lo que es hasta que se hacen bastantes pruebas, y te aseguro que ninguno se ha muerto.-Me alegra oir eso.

-Y por si no fuera poco esta mañana casi pierdo el bus, un borracho se sienta a mi lado para hacer a saber qué y llego tarde.-Lo miro.

-Mira la parte positiva, has pasado tiempo conmigo- me sonríe y le vuelvo a abrazar. Todavía sigo en su regazo por lo que no me cuesta acercarme a él.

-Por cierto, ¿como que no vas en moto al insti?- Le digo todavía abrazándonos y apoyada en su hombro. Esa pregunta me lleva rondando unos días por la cabeza.

-Porque el primer día fui y tuve que volver a casa a dejarla ya que no había donde dejarla.- Me rio y noto como se le eriza la piel ya que mis labios están muy cerca de su cuello.

-Así que llegaste tarde- susurro. Asiente y traga.

-Odio llegar tarde- me separo de él y lo miro a los ojos.

-¿Por?- pregunta quitándome una pelusa de su sudadera de mi pelo.

-En primaria creo que fue llegué tarde porque me había dormido y entré por la puerta de clase con los cordones desatados porque no me acordé de abrochármelos, me los pisé y me caí dándome un fuerte golpe. La gente se rió mucho hasta el punto de imitarme semanas después- odiaba primaria.

-Si hubiese estado allí, hubiese estado repartiendo puñetazos a todos los que te hablaran mal nena. -Le sonrió. Me encanta que me llame así. De repente suena el timbre, siguiente clase.

-Creo que es hora de irnos- le digo acercándome para darle un beso en la mejilla, pero él gira un poco la cara y se lo acabo dando justo al lado de sus labios, se me acelera el pulso y me pongo roja. -Bueno... mmhh... adios y gracias- me voy corriendo y escucho como se ríe. -¡TONTO!- le grito.

TÚ Y YODonde viven las historias. Descúbrelo ahora