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Bill

— ¿Bill?

—Tom... ¡¿Tom, qué estás haciendo?!

Di grandes zancadas hacia él y pegué un manotazo al palillo que hizo que tirara un poco de cocaína, Tom me miró enojadísimo. Me aparté cuando se puso de pie, sus pupilas estaban dilatadas y sus ojos rojos.

— ¡¿Qué mierda hiciste?! — Gritó histérico

— ¡E-eh...! ¡¿Qu-qué mierda haces tú?!

— ¡Eso no te imcumbe! Joder Bill, joder, joder, eres un capullo, me cago en tu puta madre — Tom tenía la mirada perdida, se movía nervioso.

— Tom.. Tom, estás drogado. — Mi vecino me empujó y comenzó a caminar hacia el auto.

Lo seguí de lejos, la puerta estaba cerrada, él ya se había subido y me miraba desde adentro con seriedad. No pensaba conducir así ¿No? Tom pisó el acelerador a todo lo que da.

— ¡TOM! ¡NI SE TE OCURRA ARRANCAR! — Y como si yo estuviera jugando... arrancó. Lo corrí gritando;— ¡TOM! ¡TOM, YA PARA! ¡TOOOOOOOOM...! el auto se perdió a lo lejos y yo me di media vuelta exasperado tirando de mi cabello — ¡Maldito... gilipollas! ¡Cabrón! ¡Estúpido! ¡Maldito diota! ¡Espero que choque!— Gruñí cientos de insultos y maldiciones hacia mi vecino. Comencé a caminar a casa, la verdad esto era un poco atemorizante y a la vez, humillante.

El bus no paraba a ésas horas, y para mi suerte, Natalie salía de la juguetería. Me dirigí a su lado, ella me sonrió.

— Hola Bill, ¿No te fuiste con Tom?

Piensa una excusa Bill... una excusa que no te haga ver como gilipollas...

— Quería... acompañarte a casa

— ¡Oww! Eres una ternura. ¡Gracias!

Asentí dándole la razón. Caminamos en silencio casi por treinta minutos. Llegamos a un edificio enorme donde seguramente, Natalie vivía. Se volteó sonriente y me dio un rápido beso en la mejilla.

— Nos vemos luego, Bill.

Cabizbajé, sentía la sangre subir a mis mejillas — Claro, adiós — Dije sonriente. Natalie entró al edificio, ahora me tocaba volver a casa,  eso significaba que... tendría que ver a mi padre. Luego del vergonzoso numerito con el teléfono, era obvio que no me hacía ni la menor ilusión.

Al llegar agotado a casa, me detuve un momento y miré la de mi vecino. Me sorprendí al ver a Tom entrando con una castaña de increible trasero. Tom me notó pero ni se inmutó, sus ojos estaban inyectados de sangre, aún tenía el efecto de la droga. Entró a su casa sonriéndole a la mujer.

Suspiré y sin esperar nada más entré yo también. Todo estaba apagado, asique con mucha precaución, me quité las botas y comencé a subir los escalones a mi cuarto, de pronto la iluminación naranja de una lámpara me alarmó y cerré los ojos con fuerza.

— ¿Bill? — Ésa reconocible y familiar voz de mi padre hizo que me girara como un robot, le sonreí nerviosamente

— H-hola— Las gotitas de sudor caían de mi frente por el nerviosismo.

— ¿Tienes idea de la hora que es?

Disimulado bajé la mirada a mi reloj de muñeca ¡Dios! Nunca volvería a acompañar a su casa a Natalie.

— ¿Las.. tres? — Mi padre asintió

— Así es. Las tres, Bill, las tres. Yo llegué a casa a las siete con una sorpresa, creí que volverías de la escuela, ¿Sabes lo que es para un padre no ver a su hijo, sin noticias de él por ocho horas?

Breathe Me - TwincestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora