Ella estaba continuamente merodeando los círculos de entrenamiento de los jóvenes.
A veces incluso se quedaba dentro de los campos, con la excusa de que les llevaba la comida.
Ya eran mayores y no podía perseguirlos durante esas horas en que el maestro les indicaba como se agarraban las espadas, como se daban los mandobles de maza o como se conseguía mejor puntería con el arco.
Ahora su madre, que en otros tiempos la hacía acompañar a los muchachos a todos lados, era la que le decía que ya no era procedente.
Que pronto entraría al cuidado de alguna de las señoritas, hermanas del joven señor y que debía aprender a coser y bordar.
Pero a ella esas cosas seguían sin interesarla, quería seguir a los muchachos, no la importaba que según el resto, no estuviera creada para ello.
Era más veloz en carrera que muchos de los chicos asistentes al campamento, así como que los podía superar en el tiro al arco.
Aunque naturalmente su cuerpo espigado y delgado, no poseía la fuerza necesaria para enfrentarlos.
Ese día, cuando ellos fueron ordenados que fueran al rió a lavarse, ella agarro una de las espadas de madera y se puso a imitar algunos de los movimientos que había visto hacer a los jóvenes hasta el cansancio.
Las faldas del vestido enterizo la imposibilitaban unos movimientos fluidos, pero aun así, ella creía que no lo hacía del todo mal.
Cayó al suelo de un fuerte empujón y lo siguiente que sintió, fueron unos verdugazos por parte de uno de los maestros de los muchachos.
*-¿Cómo te atreves a coger lo que no es tuyo? ¿Tu una mujer maltratando un importante material para el adiestramiento de nuestras defensas?
*-Basta, no ves que es apenas una niña.
El jefe maestro acudió en su favor, levantándola por un hombro e interponiendo su cuerpo ante el maestro, ocultándola así tras él.
*-¿Ahora el maestro va a argumentar que las mujeres también pueden empuñar las armas?
*-Querido colega, es bien sabido que no son muchas las mujeres soldado, pero a lo largo de la historia, es sabido que algunas ha habido, de grandes hazañas y mejores espías, quizás estemos ante una.
La risotada del campamento se elevó en el aire.
Su hermano, estaba rojo como la grana y no sabía si sentir enfado con su hermana por ser el centro de atención, o con el maestro por atreverse a golpearla. Ni siquiera su padre había golpeado a ninguno de sus hijos, decía que eso le quitaría la razón ya que no se golpea a un inferior.
*-Ella es una mocosa consentida, que siempre anda rondando por aquí porque su madre no ha sabido educarla apropiadamente.
El anciano, no pudo evitar que la jovencita de doce años se le escabullera de la mano y avanzara hasta pegarle una patada en la espinilla al maestro bravucón, que le hizo bailar sobre la otra pierna.
De nuevo los presentes rieron a carcajadas.
*-No se meta con mi madre.
La jovencita estaba ante el hombre con los puños apretados y actitud beligerante hacia el hombre hecho y derecho y formado en armas.
Cuando pudo sujetarse sobre las dos piernas, el hombre extendió el brazo, con clara intención de abofetearla con todas sus fuerzas y así tomar venganza, por haberle convertido en el hazme-reír durante unos minutos.
*-Basta¡¡¡
La voz del regente, corto toda acción, congelado la imagen en un segundo, para cambiar a otra en donde todos se inclinaban para reconocer su presencia.
*-Maese superior, he visto la acción desde la ventana de mi dormitorio y no me ha quedado otra opción que bajar y tomar cartas.
*-Como gustéis señor.
*-Conozco a esta niña desde el día de su nacimiento y siempre ha estado corriendo libre junto a su hermano y mi hijo, se por su padre que no quiere ser otra ''mujer'' de la corte y que tiene algunas cualidades de lucha.
Varias miradas se dirigieron hacia la joven que miraba sonriente al regente.
*-Me gustaría que ella tomara el mismo tipo de entrenamiento que tomen nuestros jóvenes y cuando terminen dicho entrenamiento y acudan al examen final, veremos si merece la pena formar una pequeña compañía femenina.
*-Señor el entrenamiento dura al menos dos años, si ella no lo supera, no valdrá para casarse tampoco.
*-Bueno cruzaremos ese puente cuando lleguemos, y me da la impresion de que ella tiene mucho que demostrar.
El jefe de maestros asintió con la cabeza, mientras el regente se retiraba. Ella solo podía sonreír.