Tanto Liam como Aidam, escogieron a uno de los guardias más cercanos a ellos, para hacerles de acompañante y ayuda mientras recuperaban totalmente la normalidad y su salud, pues a pesar de estar bien y en pie, en ocasiones eran asaltados por mareos, fatigas o ataques de tos, que según los doctores irían desapareciendo con el paso de los días.
El maestro tampoco quiso quedarse atrás, aunque para el fueron elegidos dos hombres, ya que debido a su envergadura y su edad, no resultaba tan fácil moverlo en los momentos de crisis.
El se encerró en los calabozos con la mujer que habían detenido.
Se sentía principalmente culpable, ya que era una de las mujeres que había aprendido bajo su tutela, en la segunda ronda de aprendizaje, creada por el anterior regente. Por ese motivo, conocía a cada persona dentro de la mansión y cada recoveco o construcción adyacente a la misma, así como las costumbres, idas y venidas del personal de servicio.
No por ser mujer la aplico un método más suave de tortura, aunque si fue diferente al que usaba para los hombres, aprovechándose precisamente de algunas fobias que casi todas las mujeres parecen compartir.
Después de tres días, ya sabían para quien estaba trabajando y básicamente el plan principal era eliminarlo y poner un títere en su lugar, pero después del fiasco de la boda, la misión cambio a ser una de muerte, para él y todos los que le protegieran, dejando a la joven esposa desolada y obligada a tomar otro esposo para ocupar las labores del mandato ya que ninguna mujer podía gobernar en solitario, según las reglas del estado.
Naturalmente se prepararon una gran cantidad de soldados, que partieron junto con Liam y Aidam a poner al usurpador en su sitio y si era bajo dos palmos de tierra según la opinión del maestro aún mejor.
A ella por más que lo pidió y rogo, no la dejaron asistir, ordenándola que mantuviera todo en orden hasta su vuelta y con un documento firmado por Aidam y por el consejo (los cuales habían sido obligados por Aidam en persona a hacerlo) para que ella pudiera, gobernar en solitario, en caso de que algo le pasara.
No la gustaba mandar, estaba harta, cansada de toda esa situación y se iba a volver loca como no volvieran pronto.
Primero por la boda, después por la explosión y ahora por la purga de traidores, llevaba demasiado tiempo inactiva, engordando día a día, sin poder hacer lo que a ella la gustaba, así que esa tarde no pudo resistirlo más y se puso su armadura, cubierta entera, no la pasaría ni una saeta disparada hacia ella directamente.
Se escabullo por un lateral de la mansión, y tuvo que reconocer que salir por el portón de los desperdicios con la armadura rígida, fue un tanto dificultoso, aunque posible, así que cuando volviera tendría que solucionarlo.
Sabía que solo tenía que andar hasta su anterior casa para poder tener a su montura original y salir a galope.
Era refrescante, más en el espíritu que en el cuerpo, puesto que con esa armadura, apenas podía sentir el aire, así que levanto el yelmo, y puesto que no había nadie al rededor, nadie pudo admirar la sonrisa que ocupaba su rostro y que llegaba hasta sus ojos.
Iría hasta su lugar secreto, ese que solo ellos tres conocían y se daría un chapuzón.
Allí en el agua, se puso seria pues algo que no quería admitir, pasaría cuando Aidam volviera.
Sin el peligro de un traidor tras sus pasos, la actuación había terminado, así como su matrimonio.