Por supuesto, no hizo ningún caso cuando se lo dijeron con indirectas, ni cuando se lo dijeron directamente, solo cuando fue una votación unánime del consejo, que le ayudaba a llevar la soberanía.
Por su situación geográfica, colindante con la costa, cualquiera de los otros cuatro terrenos soberanos, sería apropiado.
Así que se desplazó en sucesivos viajes para conocer a las herederas más aptas.
La más próxima, era sin duda una hija de la Isla genéticamente, alta, grande, rubia trigueña, con poco atractivo para ser una mujer, con la que tendría que pasar el resto de su vida.
La siguiente fue una delicada flor de invernadero, con una altura similar a la suya, tez en constante estado de lividez y un rubio casi blanco en sus cabellos, que la hacía parecer siempre al borde de la enfermedad.
Otra era pelirroja, de figura atlética y con un carácter de mil demonios, que no estaba dispuesto a domar.
Así que oraba internamente pidiendo que la última, fuera alguien con el que poder pasar el resto de su vida, a pesar de que fuera en el territorio más lejano.
Y desde luego resulto la mejor opción.
Lejos de esperarle en su vivienda, rodeada de sus familiares para intentar cegarle con sus virtudes, esta salió a caballo con una pequeña guardia a buscarle.
Le dijo que estaba nerviosa entre las cuatro paredes de su hogar y que si al tener algo que hacer, podrían estar más cómodos, sin tantos ojos y perjuicios si hacían algo fuera del protocolo.
Montaron de un sitio para otro, hablando y riendo, desde luego era alguien con una cabeza amueblada y bastante ducha en llevar conversaciones, además de bonita a la vista.
Cabellos castaños, ojos oscuros y un rostro en forma de corazón, aderezado con un cuerpo ligero y curvado, según había apreciado al ayudarla a bajar y subir del caballo.
Al despedirse, la dijo que se mantendrían en contacto.
Cuando se reunió de nuevo con sus consejeros, les informo que se había decidido por ella, a lo que casi todos, cabecearon afirmativamente, ya que al estar en la otra punta de la isla, si había algún problema, teniendo el contingente de la armada por derecho de matrimonio, el revoltoso quedaría atrapado en medio de los dos regentados en un efecto de pinza.
Su tío paterno, se ofreció para llevar a término las negociaciones pertinentes para la unión, cosa que le alegro poder quitarse de encima.
Aunque finalmente había conseguido una esposa agradable, no le apetecía el matrimonio en si.