CAPITULO TRECE

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A la mañana siguiente, algunas damas estrenaron la nueva moda impulsada por la primera señora.

Algunos maridos parecían avergonzados y otros reían sin parar al darse cuenta, que su esposa se equivocó al cortar las faldas y mostrar más que dos piernas bien torneadas como las de la regenta,  tenían un par de columnas romanas de las que servían para sujetar el coliseo. Casi todas las prendas eran un apaño concebido de cortar lo mejor posible la falda de un vestido ya hecho y que en algunos casos había tenido una buena y larga vida anterior.

Era el tercer día ya, por lo que algunos invitados habían procedido a marcharse, de hecho no quedaban muchos, por lo que se programó una cabalgada rápida desde la mansión al pueblo de Jhosemin.

*-Al ganador masculino la nueva señora le premiara con una barrica de buen coñac, y a la ganadora femenina el regente la premiara con un pliego de buena tela.

Los asistentes gritaron entusiasmados, al tiempo que cada quien se dirigía a su caballo.

Kara tenía una enorme sonrisa en el rostro, se la notaba entusiasmada.

*-Que estáis pensando?

*-Realmente nada, pero ya que me preguntáis... Ahora que soy casi vuestra igual ¿debo seguir dejándome ganar por vos en el trote?

La sonrisa era típicamente femenina pero genuinamente sincera.

*-Desde cuando me habéis dejado ganar?

*-Desde siempre – su voz sonaba picara, indicando que estaba intentado picar-

Uno de los caballeros que no iba a participar era el encargado de dar la señal, y al hacerlo, ella se inclinó, para asir y tirar de la cincha de la silla del regente, provocando que esta se aflojara, así le retrasaría un par de minutos.

Ella por su parte salió como una flecha, haciendo correr a su caballo como su tuviera la crin en llamas, acortando terreno entre los árboles, saltando los cercados y usando todas las tretas que pudo para ganar la carrera. De hecho fue la primera de todos incluidos el ganador masculino, el regente, el tercero en llegar y otra joven.

La entrega de premios fue después de la cena, y él estaba furibundo.

No porque ella le hubiera ganado, no por la treta, incluso no por ser el segundo tras el heredero vecino, sino porque cada vez que ese joven la miraba, parecía lanzarla estrellas y corazones con la mirada, y no era su forma de mirar, el no miraba así a las otras damas, solo a su mujer.

Y ella no parecía notarlo o no quería, parecía disfrutar de cada palabra por el dicha y se reía como una atolondrada.

Se inició un baile, que el no quiso aprovechar y el petimetre la saco a bailar, aprovechando cada segundo que tenía para tocarla, sinceramente estaba molesto.

Un lacayo se acercó para llevarle una copa de vino. Iba a beber cuando la vio dirigirse hasta el abanicándose con la mano.

*-No deberíais darle alas, estáis casada.

Ella le miro levantando la ceja.

*-Esta situación no será para siempre.

Le arrebato la copa y bebió, devolviéndosela.

El la levanto a forma de brindis.

En el acto la copa salió volando derramando el contenido por el aire antes de mojar las jarapas del suelo, que no evitaron que la copa sonara estruendosa contra las piedras.

Los asistentes se voltearon sin saber que había pasado, solo para ver a la señora salir apresuradamente del salón.

El se quedó congelado por unos segundos, sin saber porque ella le había tirado la copa de un manotazo, no había dicho nada o sí?

Consiguió salir detrás de ella y lo cierto es que según subía las escaleras, su animo se había ido enfureciendo, necesitaba, mejor dijo quería una explicación.

Cuando cerró la puerta de su dormitorio, la encontró rebuscando y revolviendo algunos frascos de su caja personal, agarro uno y se lo bebió de un solo trago.

Comenzó a hablarle, al mismo tiempo que se iba desnudando, hasta quedarse en camisa y pantalones.

*-No lo note porque vuestra copa es de metal y estaba distraída. Necesitare dormir bastante, darme agua a partir de mañana y si por la noche no he despertado darle este bote al maestro, él sabrá que hacer.

Apenas su cabeza toco el almohadón ella dormía, con una respiración fatigosa y rápida, mortalmente pálida.

La tapo con el edredón y la piel curtida que tapaba la cama.

Salió despacio del cuarto y fue directo al maestro, no iba a esperar tanto tiempo. El hombre le recibió en las puertas de los calabozos, no quería que su prisionero, pudiera ver a su familiar.

El muchacho le entrego un botecillo, que el acepto y olio

*-Dimercaprol. ¿Qué pobre alma ha tenido que tomar esto?

*-Kara lo bebió, ...de mi copa.

*-Deberíais estar con ella. Que el cuarto este ventilado, darla líquidos y si queréis podéis refrescar su piel con paños húmedos. Solo queda esperar.

El joven afirmo con la cabeza mientras marchaba apesadumbrado a su dormitorio.

Y de repenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora