El sol entraba fuerte por las rendijas que dejaban libres los pesados cortinajes, dando a entender que ya estaba bien entrada la mañana.
Eso es lo que pudo observar al abrir los ojos por primera vez.
Rápidamente esa sensación cambio a una especie de vértigo cuando sintió otro cuerpo a su lado, cada mañana le pasaba lo mismo, hasta que aceptaba que era Kara que dormía a su lado plácidamente.
Solo que en esta ocasión el mareo no se le pasaba tan fácilmente, quizás porque la sensación de tocar toda la piel del cuerpo desnudo de Kara con su cuerpo también desnudo era satisfactorio y caótico al tiempo.
Levanto la cabeza y de un solo vistazo, dilucido que realmente había pasado y no era uno de esos sueños calientes que le atenazaban a todas horas desde que se habían casado.
Si cerraba los ojos, recodaba como ella había salido de la tina, luciendo una señorial desnudez que casi lo mata de la impresión. Tuvo que agarrarse al borde de la tina para no frotarse los ojos ante la visión de aquel cuerpo perfecto, que dejaba escurrir el agua al tiempo que salía vapor al quedar expuesto al aire más templado.
Cuando se levantó y le ofreció su desnudez, no pudo hacer otra cosa que cargarla en sus brazos, para sacarla de la tina, caminar con ella hasta la cama y depositarla con cuidado sobre el lecho.
Quería reverenciarla, mirarla y aprenderse todos los detalles de su anatomía, pero tampoco quería incomodarla y que se retractara, la ansiaba demasiado como para volver atrás una vez más.
Se sentó a su lado y comenzó a acariciarla despacio, dándola tiempo de acostumbrarse a sus manos, a las suavidades y durezas que ellas tenían, al tiempo que se maravillaba de cómo alguien tan rudo en ocasiones, podía ser tan suave.
Se inclinó sobre ella para tomar sus labios al tiempo que la tocaba, besándola profundamente, necesitaba que perdiera la consciencia, para sustituirla por la lujuria y que así no se le negara a hacer con él, todo lo que había pensado.
Pero cuando sus labios tocaron la piel de sus senos y estos reaccionaron en el acto, supo que estaba perdido.
Fue un total inconsciente.
Salto a un lado de la cama, se desnudó y apresuro un camino de seducción.
Instalándose entre sus piernas, al tiempo que la daba besos furiosos, apresuro la penetración solo para su satisfacción, empujando fuertemente una y otra vez, hasta que sintió como se derramo en el interior de Kara.
Solo después de un instante se dio cuenta de su pérdida de control, al sentir un dolor lacerante en los hombros, que no era otra cosa que las uñas de Kara, claramente en un intento de frenarle.
Totalmente avergonzado, se negó a disculparse, así que procedió a remediar el mal causado, besando con toda la maestría que supo, el cuello femenino, la clavícula, detrás de la oreja y la misma. Casi dio gracias al cielo cuando sintió la respuesta del cuerpo femenino a sus caricias. En esta ocasión el acto seria solo para el disfrute de su esposa.
Fue tan cuidado, meticuloso y porfiado que ambos quedaron agotados, hasta esas horas, sonrió...
Pero con qué cara debía enfrentar a Kara ahora.