CAPITULO CUATRO

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Lejos de dar por concluido la formación de soldados femeninos, las siguieron formando.

El regente insto para que se abriera un centro únicamente para formar a ese soldado-espía, dando la bienvenida a alumnas de otros gobernantes, con el propósito de conocer sus rostros y librarse así de tenerlas en su propia casa.

Durante ese tiempo, decidieron que hacer casullas de cuero ligero y pantalones bombachos para las mujeres en prácticas era lo más conveniente, puesto que las faldas eran pesadas e incomodas.

Algunos años, habían pasado felices, como cuando ambas nobles se casaron, con hombres de propiedades colindantes, haciendo más rico al estado y protegiéndolo al mismo tiempo.

Otros años fueron claramente tristes, como cuando la esposa del regente enfermo, o como cuando el regente murió al caer del caballo.

Este hecho fue tildado de accidente, aunque no fue así.

El regente fue atacado por un grupo de enemigos, la guardia personal, presento batalla mientras el regente y su acompañante femenina huían al galope. 

Durante cierto tiempo ambos desaparecieron de la vista de todos. 

Cuando los hallaron, la mujer estaba tendida delante de la silla del caballo del regente con dos saetas atravesándola la espalda y muchos metros atrás el regente con la cabeza rota sobre un peñasco.

Al no ser identificados los agresores, se dictamino, que la escolta del regente fue herida de muerte y el no pensando en su seguridad la cargo en el caballo, saliendo al galope y perdiendo el equilibrio, cayó accidentalmente sobre la piedra.

El hijo siempre sostuvo, que había sido un escenario organizado por alguien que le quería a él en el poder.

Naturalmente lo decía a aquellos de su entera confianza, pues no quería que le señalaran como el autor intelectual del hecho, ya que supuestamente, era el quien más ganaba con la muerte de su padre.

Aunque ciertamente odiaba gobernar.

Añoraba salir de carreras por los bosques sin más preocupación que cazar y beber.

Odiaba los temas de estado y las alianzas por poder, y ciertamente lo que más odiaba era tener que pensar en casarse.

Y de repenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora