CAPITULO VENTISIETE

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Durante tres días, todo siguió igual.

Las personas del servicio eran las encargadas de ayudar a los médicos y de hacer cuanta labor era solicitada por ellos, a fin de facilitar la respiración de los enfermos.

El ambiente era sobrio, tan denso que parecía poder cortarse con un cuchillo y a ella esa sobriedad estaba por volverla loca.

Los consejeros, querían apremiarla a que tomara una decisión para el mandato del territorio y ella se negaba, no pondría a nadie en ese puesto cuando el regente estaba vivo y cuando por otra parte alguien quería asesinarlo para sus oscuros planes.

Ella argumentaba que su señor y esposo saldría de la gravedad y volvería a tomar las riendas. Ellos callaban y cabeceaban con un siniestro semblante, por eso en muchas ocasiones desaparecía durante un par de horas.

Se escondía en su dormitorio con la excusa de que necesitaba descansar, ya que por la noche, ella era la que velaba a los durmientes, acompañada de otras dos doncellas. Pero realmente no podía descansar, se daba al llanto, hasta dejar sus ojos secos para no hacerlo en público, jamás se perdonaría una muestra de flaqueza.

Una mañana como si de la cosa más natural se tratara, uno de los soldados despertó, pidiendo agua.

El nerviosismo la atenazo el estómago agarrándose a la ilusión, al igual que todas las personas allí asistentes, de que ya se trataba solo de cuestión de horas que todos fueran despertando como si de un día nuevo se tratara.

El hombre narro, como el comandante Liam tuvo la idea de hacer un contrafuerte con los muebles para intentar evitar que cuando el fuego estallarla les alcanzara y como fue el maestro el que explicó que cuando eso pasara se quedarían sin aire y que se tomó la solución de intentar conservar aire en la pequeña burbuja creada entre ellos, que también había dicho que cuando sintieran la explosión respiraran hondo y la contuvieran.

Después de un rato, se quejó de que le dolía la garganta y de estar cansado, así que se le dejo descansar, no sin antes pedirle la dirección de su casa para enviar mensaje de su restablecimiento.

Ni que decir tiene que sus familiares, padres y hermana, volaron hasta allí y lloraron junto a la señora, ellos de alegría la señora de incertidumbre.

El día siguiente, los otros dos soldados también despertaron y volvieron a narrar lo acaecido, que no distaba ápice de lo primero.

Y aunque estaba contenta, también estaba entrando en un estado de furia porque los otros tres hombres no parecían querer volver con ella.

El maestro fue el siguiente en despertar, aunque no lo hizo tan lozano como los soldados, ya que volvía a caer en pesados sueños y a toser nerviosamente, decía tener algo en la garganta. El medico opinaba que quizás aún tenía quemaduras internas y no le dejaron moverse de allí.

Otra noche más, que se sentó en un butacón entre medias de sus dos hombres para hablar con ellos, agarrándole una mano a cada uno de ellos.

*-No podéis tardar más en despertar, tengo un plan, pero os necesito para que me ayudéis.

He encontrado al brazo ejecutor, con la ayuda del rastreador de Aidam

Se recostó en el butacón sin muchas ganas de otra cosa que rendirse, cuando le pareció sentir que la mano de Liam la había apretado la suya.

*-Hazlo otra vez.

En esta ocasión fue Aidam

*-Por dios, o me estoy volviendo loca o es real. Otra vez

En esta ocasión, ambas manos la apretaron con fuerza.

Y de repenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora