CAPITULO TREINTA Y DOS

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Una furia que jamás había sentido antes correr por sus venas, ni siquiera en plena batalla, le ayudo a llegar allí en un tiempo récor.

Liam también le ayudo mucho quitándole de en medio a todos esos chupatintas y hombres vestidos de uniforme, pero que distaban mucho de poder llamarse soldados, de en medio.

Cuando pateo la puerta doble, se sintió bien, muy bien.

Ella le miraba incrédula, el cardenal un tanto asustado y el letrado, claramente temía por su vida.

*-No sé, que creen, que están haciendo aquí, pero queda inmediatamente suspendido este acto.

El cardenal se tomó unos segundos para regular su respiración y volver a acomodar sus orondas posaderas en el butacón, como buen diplomático que era.

El letrado, corrió a cederle su lugar y colocarse al lado del cardenal, considerando ese lugar más seguro y fuera de su alcance.

*-Como podrá ver su señoría, solo se trata de la disolución del matrimonio de conveniencia, que se estableció, para la seguridad de su territorio.

*-Y yo no debería de estar en dicho acto y ser voz en el mismo?

*-Bueno hemos considerado que usted estaba bastante ocupado por las palabras de la señorita, y como ella es la portadora de dicho documento, alega además que nada ha cambiado y que sigue siendo pura, pues simplemente se trata de un trámite que necesita un sello y una tramitación que ya ha sido cursada.

*-Deténgalo en este instante.

*-Hace unos minutos que un monje salió con ella para hacerla efectiva.

*- Yo he de seguir casado con esta mujer a como dé lugar. Arrégleselas como pueda para que ese documento sea anulado, o hare quemar este lugar hasta sus cimientos. ¿Lo ha entendido?

Ambos hombres asintieron con la cabeza y salieron corriendo del cuarto en busca del monje portador de aquel informe.

Por fin solos, él se pudo girar en el butacón para enfrentar a su amiga, compañera y esposa.

Ella estaba completamente seria, rígida en su lugar, con las manos unidas entre sí y su cabeza baja, mirándoselas encabezonadamente.

*-Se puede saber porque has hecho esto?

*-Tenía que hacerse y simplemente decidí hacerlo lo antes posible, así nos ahorraremos, tiempo, momentos inexplicables y situaciones comprometidas que nos podrían en otras situaciones más incomodas.

*-Pero lo que tú has afirmado delante del cardenal y del letrado es mentira. Tú no eres pura.

*-Por ese motivo quería venir sola, para mí era más fácil mentir por ti, si tu no estabas presente.

*-Porque tenías que mentir por mi maldita sea.

*-Porque te conozco, eres bueno y queras, hacerte cargo de esto, Y esto no fue culpa tuya.

*-Entonces me estás diciendo que fue culpa tuya ¿ Lo planeaste? Me sedujiste?

Ella negaba tristemente con la cabeza, despacio, a punto de ponerse a llorar y no lo haría, aunque tuviera que asfixiarse en el intento.

*-Simplemente es algo que paso, es lógico entre hombres y mujeres que pase, no debes culparte por ello, tú lo deseabas y yo deje que pasara.

*-DEJASTES QUE PASARA PORQUE SOY EL REGENTE¡¡ -- Estaba bastante enfadado por esas palabras pronunciadas por ella, sentía que si era ese el motivo podría apretarla el cuello hasta asfixiarla lentamente— Fue eso Kara, te me entregaste porque soy tu superior y debes procurar siempre que este seguro, feliz y contento?

Ella negó con la cabeza.

*-Entonces?

*-Siempre he estado detrás de vosotros, siempre he sido uno más del grupo Aidam, y por eso siempre estaré agradecida a tu padre, a los míos y al maestro, pero el único que jamás supo que yo era una mujer, fuiste tú. El único que jamás quiso ver que yo siempre supe que tú eras un hombre, eras tú Aidam. El único que jamás ''noto'' mi amor, fue la persona a la que iba destinado...

Y de repenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora