Capítulo III

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Milo estaba aburrido. Pasaron horas desde que Camus lo dejó en aquel agujero, ya se había cambiado y también consumido el alimento que Acuario le proporcionó, pero no sabía qué hacer.

Era obvio que el onceavo guardián no lo dejaría salir. Ahora sólo le quedaba esperar, tendría que resignarse y obedecer, porque los años que tenía conociendo a Camus le bastaron para saber que si se enfadaba, alguien moriría.

Había sido secuestrado por su amigo. No hubiera esperado eso, y es que cuando lo veía, realmente no encontraba las referencias románticas y pensó que se trataba de acciones entre amigos cercanos. Ahora todo tenía sentido, pero estaba encerrado. Parecía estar tomándolo con calma, quizás porque la persona que lo confinó era en quien más confiaba.

Se escucharon pasos detrás de la gran compuerta antes de que se abriera. En la entrada, se encontraba el francés con una enorme sonrisa.

–Ya volví, amor.

–Ah, que bueno... amor.

–¿Tienes frío, cariño? afuera hace mucho frío –Lo miró con preocupación.

–No, estoy bien.

–Pero... tu rostro está sonrojado. Mira, he traído esto para que te cubras.

–Amor, aquí hace demasiado calor como para tener frío –Milo tenía razón, pues el bochorno se encerraba gracias a que la habitación no contaba con ventanas.

–Oh... Es verdad –Lanzó la sábana que llevaba en las manos al suelo–. ¿Tienes hambre?

–Ya comí, gracias.

–Debes estar incómodo en esa cama...

–Pues... si, un poco.

–Para eso he traído algo –Mostró una especie de colchón delgado que haría la tabla en la que descansaba Milo se hiciera más "cómoda".

–¿Gracias? Agradezco el detalle, amor.

–De nada. Lo mejor para el mejor novio.

–¿"Novio"? –Ese comentario tomó por sorpresa al escorpión, a penas el día anterior lo secuestró... ¡Y ahora es su novio!

–Claro. Porque somos novios, tontito. Nadie le dice amor a la otra persona sin ser pareja, ¿o si?

–Espera... Yo solo te digo así porque tú me lo ordenaste...

–¿Entonces simplemente me llamas de esa forma porque yo te lo indiqué? –Habló con voz suave mientras fruncía el ceño.

–Pues... si.

–¡Lo sabía! ¿Cómo pude ser tan ingenuo? –Comenzó a reírse cual psicópata, haciendo que un escalofrío recorriera el cuerpo de Milo– ¡Sabía que era imposible que me llamaras así por voluntad propia!

–Cam-

–Silencio, Milo. ¡Te dije que no me llamaras Camus! –Acuario levantó su mano, amenazando de golpear al griego.

–...

–No, no puedo golpear a mi amado Milo –hablaba con la nada–, si lo hago, seré un mal novio... y no quiero ser así.

–¿Amor? ¿Estás bien?

–¿Eh? Si –Se montó sobre el Escorpio y colocó los grilletes de nuevo en su lugar.

–Amor...

–Es por seguridad, cielo. No quiero que te vayas de mis brazos. Ahora, duerme, que ya es tarde.

–Per-

–¡Duerme! No me obligues a usar esto –Levantó un pequeño frasco que contenía un líquido espeso y púrpura.

–¿Q-Qué es eso?

–Algo que te ayudará a dormir, cariño.

–¿Es droga?

–Algo así. Ya, descansa. Debo irme, pero volveré en un momento para dormir contigo. Nos vemos.

Y salió de la habitación. Milo se quedó confundido, ¿De verdad Camus sería capaz de usar una droga en él? no estaba seguro, pero algo de lo que sí estaba convencido era que ese no era el francés que conocía, o más bien...  no tenía conocimiento de esa parte del galo.

Camus caminaba rumbo a la cámara del Patriarca, ya era de madrugada, rápidamente había pasado poco más un día desde la "desaparición" de Milo. Caminaba contento, aún con dolores que había fingido no sentir al estar frente a su "novio". Llegó a la entrada, y tocó la gran puerta.

–Su Santidad –Se hincó –, pido permiso para pasar.

–Adelante, Acuario, entra. –indicó una voz detrás de la entrada. El acuariano abrió la puerta del gran salón, encontrando al pontífice de pie en la sala y volvió a hincarse.

–Santo Patriarca...

–¿Ya estás mejor, Camus?

–Si, gracias, señor.

–Levántate, ¿Qué haces aquí tan tarde? deberías estar descansando.

–Pues... –Se puso de pie– venía a informarme acerca de cómo va la búsqueda de Milo...

–Pudiste venir en la mañana, pero si te preocupa –Caminó tranquilamente hacia él– Tus compañeros se encargaron de buscarlo en todo el pueblo y sus alrededores, pero no dieron con él.

–¡Por Atenea, necesito ir a buscarlo! –exageró y se dispuso a salir.

–Alto, Acuario. Es menos probable que lo halles a estas horas. Regresa a tu templo, más tarde planearemos algo.

Asintió y salió de la habitación. 'Por muchos planes que hagan, jamás lo encontrarán' se dijo Camus, fingir preocupación por su compañero "perdido" era algo que alejaba sospechas de él, supuestamente. Regresó a su templo e inmediatamente se dirigió hacia aquel "nido de amor" en el que estaba su amado.

Al llegar, Milo ya estaba dormido, dando la espalda a Camus. Había decidido alargar un poco más las cadenas de los grilletes, para dejar que el escorpión se moviera libremente durante la noche. Se acercó a aquella cama en la que descansaba el griego para luego acostarse a su lado, como había dicho anteriormente, dormiría con él.
















¡Secuestrado en la Casa de Acuario!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora