Capítulo XIV

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–¿Y bien?

Camus se quedó mirando la nada por un buen tiempo, pensando en qué debería decir.

–Bueno yo...

–¿Hm?

–¿Para qué quieres saber?

–Pues... –Alguien más no quería responder preguntas con honestidad– ¿Es malo preguntar a un camarada acerca de su vida privada?

–Si. Porque ese "camarada" que dices soy yo.

–Bueno, bueno, ya. ¿Eso quiere decir que sí  tienes pareja?

El francés miró con odio al geminiano y suspiró con resignación. Todos conocían a los gemelos, eran unos necios.

–No. No tengo pareja.

–¿En serio? –El rostro del griego se iluminó.

–Si, en serio.

Saga estuvo a punto de abrazar al galo, sólo de felicidad, pero se contuvo. Un espectro se apareció por ahí e interrumpió su plática. Camus se sintió aliviado.

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–¿Entonces no vas a comer?

–No tengo hambre.

–Milo... –Se levantó dejando la charola en la cama– Bien, tengo que irme. Come por favor.

–Liberame.

–¿Qué?

–Quitame las cadenas y déjame ir...

–No puedo hacer eso –respondió con firmeza–, no sabes lo que Camus me hará si te dejo ir.

–Por favor...

–No. Y ya basta. –Salió de la habitación.

Aunque Afrodita estaba consciente de que Camus estaba haciendo algo mal, hasta él que era su "mejor" amigo le tenía miedo.

Milo se quedó mirando la charola con alimentos, en verdad no tenía hambre. A pesar de que la luz de la luna que se escabullía por la rejilla le demostraba que ya era muy tarde, él no quería comer... Y mucho menos dormir.

Su mente estaba en blanco, hasta que un pensamiento le hizo unir varios recuerdos... "Lo único que podría comer ahora... es a Camus", ese pensamiento lo extrañó y alivió al mismo tiempo. A tal expresión se unieron infinidades de recuerdos en los que Milo hacía suyo al galo, en los que escuchaba cómo gemía su nombre... y pues... como todo hombre, aquellos pensamientos le excitaron.

No había pasado siquiera un día y el griego ya extrañaba al francés... sexualmente... por así decirlo. Se sentía extraño. Hace a penas unas horas había hecho el amor con Camus y ahora ¿Quería de nuevo? Algo andaba mal.

A fin de cuentas, terminó por sacar la erección de sus pantalones, e inició un masajeo para aliviarse. Sin embargo, haciendo caso omiso a las evidentes pruebas de que el Acuario lo excitaba, intentó aliviarse imaginando a ciertas chicas desnudas, en cualquier ropa exhuberante.

Pero nada funcionó. Tuvo que resignarse a la idea de que debía imaginar al galo... desnudo... mientras él lo penetraba hábilmente...

–Camus... –Susurró, al tiempo que cerraba sus ojos para recordar con más facilidad.

Imágenes del francés siendo embestido por el griego volaban en la mente de Milo. Más tarde, ciertas fantasías sexuales comenzaron a unirse, el Escorpio casi podía escuchar la voz de Camus en su oído, gimiendo su nombre. Y no es que me incumba pero... imaginar al galo con sólo una camisa, cubierto de agua, excitado y sonrojado, haciendo cosas que... es algo que excitaría a cualquiera... ¿No? ¿Sólo Milo?

¡Secuestrado en la Casa de Acuario!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora