Capítulo XIX

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Era momento de un descanso, la costumbre de los caballeros dorados se trataba de entrenar arduamente sin excederse, y después ir a relajarse un momento al río que pasaba cerca de allí.

Camus jugaba con sus dedos, necesitaba hablar con el escorpión en ese momento, ya no podía esperar más, debía encontrar el instante para estar a solas con él. Pero no lo haría con todos esos malditos que tocaban y jugaban con su griego estando sentados en el suelo, debía alejarlos, ya llevaban 453 segundos abrazando al octavo guardián y Milo estaba sonriendo mucho... Lo sé, el de cabellos aguamarina estaba regresando al inicio, él lo sabía también e intentaba controlarse con mucho esfuerzo para no congelar a los dorados que estaban cerca de Escorpio.

Decidió que ya era suficiente. Se levantó del suelo y fue directamente a donde estaba el moreno.

–Milo... –Se sonrojó.

–¿Hum?

–D-Debo... –Maldición, ¿Por qué estaba tan nervioso?– Quiero hablar contigo un momento, por favor.

–Si claro –Se levantó–. Vuelvo en un momento, chicos.

Todos asientieron. Milo se levantó sacudiendo un poco la tierra que tenía en sus manos y piernas, para después sonreír al acuario mientras este daba media vuelta, indicándole que lo siguiera.

Le guió hasta el coliseo, en el que ahora no había nadie, caminaba un poco nervioso y emocionado, por fin le diría que lo amaba, que Saga estaba... de acuerdo con ello; eso le hizo suspirar con ligera tristeza, gracias al geminiano ahora podría declararse a Milo sin atadura alguna. Esperaba, en el fondo de su corazón, que Saga pudiera encontrar a alguien que lo amara en verdad.

Llegaron al centro del lugar, Camus se detuvo en seco y el Escorpio le miró confundido.

–¿Qué pasa, Camus?

–Necesito... –Volteó hacia el octavo guardián, mirándolo directamente a los ojos.

Sin pensarlo dos veces se lanzó sobre él y lo besó. El de cabellos aguamarina posó sus brazos alrededor del cuello del moreno para intensificar el contacto e instintivamente Milo colocó sus manos en las caderas del francés. Aquel beso se sentía diferente, era apasionado, sincero, algo realmente encantador... Pero...

–Mm... –El griego se detuvo– Espera... ¿No querías serle fiel a tu novio?

–Saga... ya no es mi pareja...

–¿Qué...?

–Él y yo terminamos. No podíamos mantener más esa farsa, aún sabiendo que yo te amo intentamos hacer que me olvidara de ti... –Acarició su mentón– Pero no lo logré, y Saga no lo soportó... Dijo que me dejaría libre, para que pudiera ser feliz contigo...

–Camus... eso... no sé si me hace feliz, o me hace sentir pena...

–Lo sé. Me siento igual... –Puso sus manos en los hombros del contrario– pero gracias a él estoy aquí ahora... Yo nunca hubiera tenido el valor de venir sabiendo que podrías tener...

–¿Estocolmo?

–Si, así es.

–Ay, Camie –Lo abrazó mientras reía–, adoro tu inteligencia, pero a veces eres demasiado ingenuo...

El de ojos amatista hizo un puchero para luego corresponder al abrazo del moreno. Milo depositó un pequeño beso en la frente del francés y luego, tomándolo de las manos, le dijo:

–Camus... Ahora sí, está vez sin dudas o inconvenientes... ¿Quieres ser mi pareja?

Los ojos del acuariano brillaron de felicidad, lo había logrado, su plan fue un éxito; con todo lo que tuvo que pasar y lo poco que pensó en ese plan... estaba satisfecho.

¡Secuestrado en la Casa de Acuario!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora