Capítulo I

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Era una mañana lluviosa en el santuario, todos los caballeros estaban presentes en los aposentos del patriarca dispuestos a entrenar, algunos con sueño, otros bien despiertos, uno o dos con frío. Podría parecer mañana normal para todos pero...

No para uno de los caballeros.

Camus ignoraba todo lo que decía el Patriarca, pues tenía su mente concentrada en otra cosa "más importante" según él. Llevaba exactamente 1142 días, 8 horas, 14 minutos y 18 segundos que seguían corriendo, creando un supuesto plan que lograría hacer que Milo cayera a sus pies. Algunas veces se creía estúpido pensando esa clase de cosas, pero poco a poco dejó de sentirse así. Digamos que su "plan" no era la mejor manera de enamorar al escorpión, en realidad, se trataba de una forma para tenerlo con él por siempre. Ya estaba decidido todo, no había marcha atrás, solo debía encontrar el momento perfecto.

El Patriarca terminó de hablar y ordenó a los caballeros entrenar dentro debido a la lluvia, todos asintieron e inmediatamente obedecieron la orden. Era el turno de Milo y Kanon comenzar con el entrenamiento, los demás se colocaron a los costados para observar, pero ninguna mirada estaba más interesada en aquel combate que la del onceavo caballero, quien examinaba cuidadosamente todos y cada uno de los movimientos realizados por escorpio.

Pasaron las horas y la lluvia cesó, pero poco después se llegó la hora del almuerzo:

-Tengo hambre... -La voz de Aioria se escuchó al fondo del grupo- Aioros... ¿Tienes comida?

-Lamentablemente no -compadeció el mayor-. Pero puedo ir a comprar algo si quieres.

-Mejor compra comida para todos -Death Mask se unió a la conversación.

-¿Y por qué no vas tú, Angelo?

-Silencio floripondio, nadie pidió tu opinión. -Cruzó los brazos e hizo un gesto de desagrado- Además, ya te dije mil veces que no me llames "Angelo".

-¡Ja! Bueno, en algo estamos de acuerdo y es que tenemos hambre... -Afrodita arqueó una ceja y miró a sus compañeros- Bien, ¿De quién es el turno?

-Mio no es -dijeron todos a coro.

-Hm... -Exhaló con amargura mientras se rascaba la cabeza- Bueno, ya que nadie quiere ir, hagamos un juego -propuso piscis-. El que pierda irá por la comida.

-Bien -respondieron sus compañeros.

-¿De qué se trata? -preguntó Aries, que ya conocía los juegos del doceavo guardián- Asustas cuando pones esa cara.

-No es nada malo. De hecho, más que juego es una carrera.

-¿Y qué ganaremos?

-Es obvio, ganaremos más hambre y el perdedor traerá la comida -Recogió sus mangas y se dispuso a dar los detalles-: La carrera será desde aquí hasta tocar el último escalón de Aries y regresar. El Patriarca se encargará de-

-A mi no me metan en sus juegos -La voz del mencionado hizo eco en toda la sala.

-Bien, entonces el maestro Dohko se encargará de vigilar que nadie haga trampa.

-Solo lo haré si me dan una gran ración de comida -contestó el guardián de Libra-, de lo contrario cada uno de ustedes lo pagará caro.

-Okay, ¿Están de acuerdo?

Todos los caballeros asintieron. Esperaron a que el maestro Dohko tomara su posición en la primera casa para colocarse en el punto de partida, el Patriarca anunció la salida y los dorados comenzaron a correr lo más rápido que pudieron. Ninguno quería ir al pueblo, así que preferían hacer la pequeña competencia que ir a comprar. Kanon, Saga y Shura encabezaban la carrera, le seguían Aioria, Shaka, Mü y Aldebarán; detrás de ellos iban Camus, Milo, Aioros y Afrodita, por último Death Mask, quien se había detenido a tomar un trago de vino. 

¡Secuestrado en la Casa de Acuario!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora