Capítulo V

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Después de su plática Milo se quedó dormido. El francés decidió levantarse e ir a tomar una ducha pero otra idea loca cruzó por su cabeza. Se acercó a la "cama" en donde descansaba el griego y lo despertó.

–Milo, mi amor... –habló dulcemente, moviendolo de la misma forma.

–Mhn... Buenos días, amor...

–Levántate, cariño. Vamos a ducharnos –sonrió con picardía.

–¿Duchar... nos?

–Si. ¿No quieres bañarte con tu novio?

–Honestamente... –Volvió a acomodarse para dormir.

–Milo, querido, si no te  duchas conmigo me enfadaré mucho...

–¡No! Eh... c-claro que me bañaré contigo, amor –dijo nervioso.

–Ah, qué bien, iré a preparar la bañera –Le dio un dulce beso en los labios–, en un momento volveré por ti.

–Si, amor...

Camus se fue. Podríamos notar a distancia que Milo le temía, con una justa razón.

Se dice que tanto Shaka como Saga son caballeros muy fuertes, y es verdad, no hay que negarlo; pero sólo lo eran en cuestión de combate.

No serían rivales para la furia del francés.

Cuando Camus se enfadaba de verdad era incontrolable, nadie se atrevía a hacerle frente, ni siquiera la propia Athena.

Eso lo puedieron ver, una ocasión en que el francés se enfureció de más...

Flashback

Camus recargó su mentón sobre una mano, ya habían pasado muchas horas desde que estuvo ahí sentado esperando a que desalojaran a todas las personas, y aunque deseara retirarse era su deber vigilar aquel gran poblado. Después llegó un dolor de cabeza, Death Mask, y comenzó a molestarlo.

–Hey, amargado, ¿Qué haces?

–Tienes un flanco que vigilar. Lárgate.

–Pero me aburro estando allá, por eso vine a ver si tenías limones para regalarme –Se rascó la nuca–. Ya que eres tan amargado, bien podrías ser un árbol de limón.

–Déjate de estupideces. Lárgate a tu lugar, platicarás con Afrodita una vez que llegues.

–Nah, el floripondio no me divierte.

Así transcurrieron varias horas, algo que le desesperaba muy rápido era la gente que sólo molesta. Death Mask era lo peor. Hablaba, hablaba y hablaba sin cesar, logrando que la paciencia de Camus llegara a su límite, uno que pronto fue sobrepasado.

–Hey, ¿Pero qué tienes ahí? –Jaló la cadena que el francés traía colgada en su cuello.

–Suéltala, estúpido.

–Aw, que cursi, no te conocía ese lado dulce, limón. Traes tu collarcito con dijes que te regalaron tus alumnos y el que te dio Milo cuando cumpliste 15.

–Que la dejes, imbécil –Tomó fuertemente su muñeca.

–Si no lo hago, ¿Qué vas a hacer?

–Voy a asesinarte.

–Ja –Arrancó la cadena y la tiró al suelo, para luego pisarla, rompiendo los dijes–, muy bien ahora-

Camus ni siquiera dejó terminar de hablar al cangrejo, le tiró un golpe con la fuerza suficiente como para hacerlo atravesar tres casas.

¡Secuestrado en la Casa de Acuario!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora