Capítulo XVII

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Faltaba ya una hora para que el sol saliera, pero Milo estaba despierto, deleitándose con el hermoso rostro del francés mientras dormía.

Pensaba en los rastros de esa noche de pasión que acababan de tener, una que tal vez ya no se volvería a repetir, una que jamás olvidaría...

Al dormir el galo de costado, el escorpión pasó su mano por el contorno del cuerpo de Camus, notando aún más curvaturas, acariciando al final los glúteos de su "amigo", sí, porque ahora no podían ser más que eso, amigos.

Suspiró con resignación para luego besar los labios del de ojos amatista, después tomó su ropa y salió.

Se sentía raro de salir al entorno, pues estuvo encerrado por un buen tiempo, pero eso no importaba ahora, nada podía ser peor que el dolor que tenía en su pecho. Bajó sigilosamente los templos hasta Géminis, en donde entró para buscar a Saga.

–¿Que quieres que haga qué? –Cruzó los brazos.

–Golpéame. Es para poder excusar mi regreso.

–No pienso hacer tal cosa. Eres el mejor amigo de mi Camus.

Esa frase le estrujó el alma a Milo. ¿Era necesario que le recordara que el galo ya era suyo? Se controló demasiado para no golpearlo.

–Prefiero herirme yo, a que le pase algo a Camus. Alguna excusa se me ocurrirá, sólo necesito que me golpees, no puedo pedírselo a nadie más, Saga.

–Insisto en que no voy a golpearte. –Dio media vuelta.

–¿Ah no? Te diré algo, verás cómo cambias de opinión.

–¿Qué?

–¿Ya... –dijo lentamente, casi en un susurro– has tocado a Camus? ¿Ya sabes cómo gime...?

–¿Cómo dices? –Frunció el ceño.

–Entonces no lo sabes, ¿eh? Pues bueno... –Se paró derecho y rio– anoche yo sí escuché cómo gemía...

–¡¿Pero qué diablos estás diciendo?! –Se acercó a Milo totalmente inundado de ira.

–Lo que escuchas –rio nuevamente–, ayer... Camus decía: Ah, ¡Más, Milo! ¡Más! Me gritaba y me rogaba que no parara... sus gemidos son exquisitos y.. ¿sabes? Él jamás gemirá para ti, porque a quién ama es a m-

Un terrible golpe directo al rostro de Milo fue la respuesta del géminis, la cólera que emanaba de su cuerpo se podía sentir desde lejos, el octavo guardián fue estampado en un pilar, para luego caer en el suelo.

Había olvidado especificar, que Saga no sabía acerca de los encuentros sexuales del escorpio y el acuario, sólo sabía que Camus lo había encerrado para intentar enamorarlo.

Aún con el golpe del geminiano, el griego menor se levantó riendo, y continuó:

–Sus besos son una delicia, no tienes idea de lo que sabe hacer con sus manos... y su trasero es ta-

Nuevamente interrumpido. Ahora por un golpe en el estómago, casi se le escapa el aliento, pero siguió en pie.

Lo único que estaba haciendo Milo era restregarle en la cara al griego mayor que Camus había sido suyo, mucho antes que de él.

Los golpes siguieron un poco, hasta que Saga hubo calmado su ira.

–No me vuelvas a decir una mentira tal, Milo.

–¿Eh?

–Sé perfectamente que no eres homosexual, y no te gusta mi Camus –Ahí estaba otra vez con "su" galo–, ya, ya conseguiste que te golpeara, buena estrategia, soy muy celoso, y de tan sólo imaginarlo... Milo... –Sonrió.

¡Secuestrado en la Casa de Acuario!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora