17: Atada al Infierno

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Archie estaba mirando a la pelinegra mientras ella secaba su cabello mojado frente al espejo, él estaba recostado en la cama y admirando su belleza.

Verónica arreglaba su cabello, había salido de ducharse y estaba en tan solo su ropa interior, ante la mirada curiosa de Archie.

— ¿Por qué no te la quitas? —Archie preguntó, mirando su tatuaje de Ghoulie.

— ¿Qué cosa? —preguntó ella haciéndose la desentendida, pero sabía muy bien a lo que se refería solo que no quería hacerle caso.

— La calavera. —dijo el pelirrojo sin más, esperando no molestarla.

— ¿No crees que es sexy? —Verónica preguntó, bajando un poco su sostén negro para que pudiera ver mejor la calavera.

— Lo es, pero...

— No te gusta, lo sé. —Verónica hizo una mueca que Archie no pudo descifrar.

— Me recuerda que le perteneciste a esos malditos degenerados, princesa. —Archie suspiró, los recuerdos de hace dos noches venían a su mente.

Él no tenía el valor suficiente para decirle a Verónica la verdad.

Aún recordaba cómo la había encontrado aquella noche, toda desnuda y en la cama de ese hijo de puta que era Nick St. Clair.

Lo peor era que el maldito se había salvado, él lo había visto recuperarse en el hospital y solo desearía haberle dado un golpe más fuerte para que no volviera a despertar.

— ¿Archie? —Ronnie lo llamó, trayéndolo a Tierra firme y caminó hacia él. — ¿Te encuentras bien?

— Lo estoy, solo... Ven aquí. —Archie sonrió y la atrajo hacia él, rodeándola con sus fuertes brazos y metiéndola bajo las cobijas.

— Te amo, Archiekins. —la pelinegra sonrió, apoyando su barbilla en su pecho.

— Te amo, Ronnie.

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Jughead entró en pánico apenas vio caer el cuerpo de la rubia y sin pensarlo siquiera un jodido segundo, se quitó la chaqueta, lanzándola a la tierra sin cuidado y saltó.

La adrenalina en su cuerpo era demasiado embriagante al haber saltado de tal altura pero no le importó nada y apenas cayó al agua, salió a la superficie y empezó a buscar el cuerpo de Betty.

— ¡Betty! —gritó Jughead con desesperación, buscando el cuerpo de la rubia pero no encontró nada. — ¡Betty!

¡Ella ni siquiera sabía flotar!

¡Maldición!

Jughead tomó aire en sus pulmones y aún todo acelerado y con el corazón queriéndose salir de su pecho, se sumergió en el agua buscando a Betty con total desesperación.

Después de unos pocos segundos, al fin encontró su pequeño cuerpo y la jaló de la cintura con fuerza, sacándola a la superficie y sosteniéndola.

Nadó hacia a la orilla, que para su suerte no estaba muy lejos, y la dejó acostada en la tierra mientras le desabrochaba la chaqueta y abría su blusa de botones, rompiendo uno que otro en el camino.

— Respira, Betty. —pidió Jughead, apretando su pecho y dándole respiración de boca a boca. — ¡Vamos, Betts!

Una, dos, tres y cuatro veces repitió el mismo procedimiento.

𝗚𝗔𝗡𝗚 𝗟𝗢𝗩𝗘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora