Prólogo

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Sábado. Ciudad de Nápoles: Pov ____(???)

Sábado 11 de febrero

2:39 a.m.

Una calmada noche arrullaba la tranquila Nápoles, la gente normal se encontraría durmiendo a estas altas horas de la noche; pero yo no. Tenía asuntos más importantes que atender.

Nápoles es peligrosa, toda Italia lo era. Podían verse prostitutas en cada esquina de la ciudad, una más baratas que otras. Hombres morían dentro de esas oscuras horas, algunos con sus manos manchadas en sangre y otros que jamás se imaginarían hacerle daño a otro ser vivo.

Un grupo de personas estaba rodeándome, escuchando con atención cada nota que salía de aquel pequeño violín a mi costado. Cerraba los ojos para disfrutar de la paz de la música, aunque sea momentáneamente, las personas aplaudían, los extranjeros arrojaban monedas al pequeño sombrero que se encontraba en sus pies.

Una reverencia fue suficiente mensaje para comunicar que el pequeño espectáculo se había acabado. Me agache con tranquilidad a guardar aquel instrumento que me ayudaba a sobrellevar el día a día. Mire el sombrero, no era mucho, pero si era suficiente para pagar el almuerzo de mañana.

Tome mis cosas y camine por aquellas oscuras calles, metiéndome en aquellos lugares pocos concurridos y oscuros que podían ocultar el rojo cabello que me perseguía. En cada callejón parecia haber problemas distintos, disparos, violaciones o torturas en medio de la noche es una oscura "normalidad" a la que el mundo desagradablemente se acostumbró.

No es mi problema. Me repetía una y otra vez en mi cabeza, si las personas no saben cuidarse no es mi problema.

Un hombre gritaba por clemencia, si supiera lo poco que le importa a esta gente el simple hecho de que otros tienen una vida a parte. – ¡Por favor! ¡Se los ruego! Mi familia no tendría para comer, una de mis hijas murió de hambre ¡Se los suplico! ¡Solo necesito más tiempo! – Deje de caminar en aquel momento.

Ese hombre mostro una foto de sus tres hijas al hombre que le apuntaba con un arma. Estaba llorando, temblando mientras pedía misericordia. Los hombres que lo atosigaban solo comenzaron a reír fuertemente, burlándose de las desgracias que le sucedían a ese hombre.

- ¿Y a mí que me importa que se haya muerto una de tus estúpidas hijas? ¡¿Eh?! ¡Tienes una protección que pagar! Si empezamos a hacer excepciones por casos como esto nosotros no ganaríamos ni un centavo ¿Lo entiendes Hugo? – Aquel asqueroso hombre se acercó al padre que miraba con miedo a su futuro acecino. – Me importa una mierda, prostitúyelas, una de ellas es sufrientemente grande como para interesarle a algún viejo depravado. –

El hombre carcomido por la ira le soltó un fuerte golpe al mafioso en medio de la nariz. El resto tomaron al pobre hombre de su cabeza para estrellarlo en el suelo, una y otra vez hasta manchar con su sangre toda la baldosa.

Aquel mafioso se limpió la nariz lo mejor que pudo, y al ver sus dedos cubiertos por su propia sangre levanto la vista con una sonrisa sínica. Se arrodillo para estar lo más cerca que podía de aquel pobre hombre, y con una dulce y suave voz susurro algo a su oído.

- Y por esto, yo mismo seré quien viole a cada una de tus niñas y luego las estrangule como las zorras que son. – Y tras aquellas palabras soltó una enorme patada en el estómago del sujeto quien ahogo su sollozo de lamento en una última suplica.

No es mi problema. Me repetí una última vez antes de abandonar la escena, escuchando el –click- de una pistola siendo apuntada.

Aquel hombre tenía una enorme sonrisa manchada de sangre en su rostro, le apunto a la cabeza, y tras cargarla solo le bastaría con tirar del gatillo. – Je-Jefe. – Dijo uno de los miembros al ver algo sorprendente.

La sombra del zipperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora