Apenas comenzamos

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Sábado. Ciudad de Nápoles: Pov narrador

Sábado 11 de febrero

11:00 p.m.

Una pequeña e insignificante gota de agua podía hacer suficiente daño ¿Lo sabían acaso? Una pequeña gota podía volver loco a un hombre si es que se dejaba en él el tiempo suficiente, se debía ser paciente y preciso, si por alguna razón la gota se llegaba a desviar todo aquel trabajo no habría servido para nada.

Y allí estaba, un "pobre" hombre atado de manos y pies en una dura silla de metal, con agua cayendo desde el techo hasta su cabeza. Aquel individuo temblaba y sudaba, había estado como cinco horas en aquella posición con el agua recorriendo todo su cuerpo hasta parar a una cubeta en sus pies, con un cable pelado y haciendo chispas a solo unos pocos milímetros del agua.

- Bla. Bla, bla, bla bla~ Tú gritas demasiado y me das pocas respuesta. – Contesto aquel hombre, ya harto, mientras se sentaba en el reverso de una silla. En una de sus manos tenía un libro, con algo de dificultad ya que carecía del brazo izquierdo, y en su boca había un cigarrillo prendido y humeante.

Otros gritos más, aquel hombre pelirrojo ya comenzaba a impacientarse ante esta molesta actitud. Se levantó, dejando el libro en la silla y comenzó a rodear a ese hombre, como un lobo observando atenta y pacientemente su presa para hincarle el diente.

- ¿Sabes? No te pido mucho. De hecho, no creo que ese gordo se entere siquiera de la información que has soltado. Te lo prometo, y mis promesas yo las cumplo. – El hombre trataba de verlo, mas solo podía escuchar su voz a sus espaldas, poco a poco sentía como su cabeza comenzaba a flaquear, realmente se sentía prese con ese aro de metal sosteniéndole el cuello. Y la poca cordura que le quedaba se iba yendo con aquel incesante goteo de una cañería rota.

- Habla. . . .Hablaba. . . . . – Su voz tartamudeaba y le costaba horrores tratar de formular una oración, ya ni siquiera sentía su cuerpo moverse, si bien veía sus dedos no lograba hacer que hicieran el mas mínimo movimiento. Solo sentía aquel pequeño recorrido del frio del agua caer en su cabeza para recorrer su cuello y espalda hasta resbalar en la cubeta que casi estaba llena.

- ¿Qué dijiste tesoro? – Pregunto aquel hombre a tras de él, remarcando la última palabra con un tono juguetón, con una mano freno la fluidez del agua. Ya no caía en su cabeza pero aun la escuchaba, y su mente le jugaba malas pasadas, hacendó que sintiera el frio pero no el tacto del agua. Se acercó a su oído, aquel cálido aliento podía sentirse chocar contra su oreja erizándole la piel al sentir el tan ansiado calor humano, su voz era suave y llena de paciencia mientras volvía a hablar en un sensual susurro. – Repítelo y hare todo lo que quieras, lo-pro-me-to~ – Aquella victima trato de articular palabra pero por más que su cabeza pensara y soltara toda la información posible, su boca no cooperaba y decía cosas sin sentido.

Un segundo. Solo tardo un segundo en abrirse la puerta para que un hombre de cabelleras verdes, tenía cuerpo esbelto lleno de músculos y tatuajes y entre ellos destacaba una enorme cicatriz en su rostro que llegaba a cubrir uno de sus ojos, con una casa blanca de tirantes y pantalones negros ajustados, entrara en la habitación sin el menor inconveniente mientras dejaba con cuidado unos papeles sobre la mesa. Con el ceño fruncido miro a su compañero pelirrojo.

- Ahí está la información que querías, al parecer Polpo envió a su mejor perro a buscar ese hueso. – Hablo con voz gruesa e imponente, si alguien lo hubiera visto años a tras no pensaría que es el mismo miedoso mafioso perteneciente a una elite criminal junto a sus dos hermanos mayores.

La sombra del zipperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora