Capítulo dedicado a @DrakonianWarrior
Gracias por el hermoso dibujoNápoles. Prisión de Nápoles. Celda de Polpo
Viernes 12 de marzo
15:34 p.m.
Ya se me hacía familiar esa habitación con cuatro paredes de negro ladrillo con rostros terroríficos esculpidas en piedra que la adornaban. Mis ojos estaban cerrados para tratar de ignorar aquella mirada burlona sobre mi figura que la morsa de traje amarillo me mostró apenas me vio entrar al lado de Bucciarati, sonriendo ampliamente al ver mi cabello corto oculto dentro de mi bufanda. Podía escuchar como Bruno respondía a las preguntas que el capo le cuestionaba con ese tono tan formal típico de él a la hora de ser “profesional”, con una voz fría pero autoritaria, era levemente relajante el escuchar su relato mientras mi espalda estaba apoyada en la pared, su voz poseía algo que me tranquilizaba, era profunda y no muy melodiosa, pero realmente me encantaba escucharlo.
No pude evitar abrir los ojos en cuanto se invento una escusa de nuestra huida de esa heladera gigante, diciendo que gracias a un descuido de los guardias, habíamos logrado escapar, dándome todo el crédito de eso. No pude evitar suavizar mi mirada ante su fachada, estaba agradecida de que guardará ese secreto, pero el brillo efímero que apareció en sus ojos me había dejado muy en claro que iba a hacer más preguntas y yo las contrataría. Ahora me arrepiento de haberme dormido en el tren, pero es que siempre me paso con los medios de transporte; si no me mareo me duermo, vaya uno a saber por que.
– Haz estado extrañamente callada, mascota ¿te comió la lengua el gato o que? – Bufo el gordo divertido una vez que Bruno había terminado el reporte de nuestra exitosa misión.
– Miau. . . – respondí con sorna mientras a él se le generaba una mueca en el rostro al no poder provocarme. ¡Ay! sacó de carne apestoso, si no fuera por Bruno tus tripas estarían decorando como candelabros esa celda tan bonita en la que te encuentras.
– De hecho, ha tenido un muy buen comportamiento, creo que finalmente logre domar a mi perro. – tras chasquear sus dedos me vi obligada a despegarme de mi cómodo lugar en la fría y sombría pared para ir al lado del cabeza de coco. – Muerde de vez en cuando si no estoy con ella, pero estoy trabajando en ello. – Colocó su mano en mis mejillas, apretándolas como muestra de mi obediencia a esa bolsa de colesterol, mostrando que no hacía nada para pelear o enojarme. Una sonrisa más grande que la del gato en el país de las maravillas de Alicia se había formado en su horrible rostro.
– Veo que hice bien dándote a esta fiera para que la domaras, Bucciarati. Viendo esa linda cara pecosa que tiene, y el cuerpo que comienza a desarrollar, tal vez hagas buen precio en el mercado negro por su lindo culo en unos años. – La mandíbula de Bruno se tensó en cuanto escucho esas palabras, colocándome una mano en el hombro me dio a entender que no me moviera ni dijera nada por el momento, y eso fue lo que hice, a regañadientes, después de todo tenia un par de cosas que decirle mientras golpeaba su cabeza contra el vidrio de la prisión. Me mordi el labio mientras pensaba en todas las muertes desastrosas que podría hacerle si me dejarán con él a solas. Ese gordo de mierda se estaba burlando de mi en mi cara, no podía parar de temblar de la rabia deseando saltarle al cuello y arrancárselo con los filosos colmillos de mi stand.
– De hecho, capo. – Bucciarati terminó por arrastrar esa palabra un poco más de la cuenta, realmente parecía tratar de contenerse también. – Me gusta que sea así de sumisa y obediente, creo que voy a disfrutarla, cuando tenga algo más que ofrecer. – esa sonrisa al final de su oración, junto con su lengua que se pasaba por sus labios me hizo sentir un fuerte escalofrío por la espalda. Bruno me miraba con unos ojos de un brillo oscuro, nublado por algo más que nunca había sentido en mi vida. Me sentí tan pequeña en cuanto el corazón se me iba a salir por la garganta, que, sólo pude apartar la mirada de los dos hombres, deseando que mi rostro no estuviera tan caliente como lo sentía.
Parece que Polpo tomo esa mentira como verdadera mientras se reía para sus adentros. No quería verlo, deseaba irme de ese lugar lo más rápido posible antes de que haga algo de lo que me arrepentirás después.
– Bueno, bueno, es tuya, has lo que quieras con ella. – Dijo mientras le quitaba importancia con un gesto de su mano. – Ahora muchacho, tengo un trabajo importante para ti. – Y tras decir esas palabras me miro fijamente a mi, esperando que algo sucediera, Bruno me dijo que saliera de la habitación para hablar á solas con ese gordo de mierda. Asiento no muy convencida por dejarlo sólo con ese saco de carne putrefacta, pero no podía desobedecer a Bucciarati, se lo había prometido hace un par de horas atrás.
Con una nube de oscuridad me envolví, engullendo mi cuerpo por completo en una maraña de sombras hasta que deje de sentir el peso de mi propio cuerpo. La seguridad de la prisión era insignificante para mi, ya que, donde haya luz habría sombras, y yo podría moverme por ahí.
Otra vez un manto blanco y helado cubría las coloridas calles de esta ciudad en decadencia consumida por la corrupción. Podía ver mi aliento con cada una de mi cálidas respiraciones, mi cuerpo regulaba la temperatura lo suficientemente bien para no pasar frío, ni calor llegado el verano.
Comencé a pensar en mi pequeña hermana que seguramente me estaba esperando impacientemente en casa. Habíamos estado dos días en Venecia, y en esos dos días habíamos estado hablando, pero la extrañaba con todo mi corazón, quería verla, comer chocolate junto a ella y dormir acurrucadas en la misma cama como cuando era más pequeña. Realmente estaba agradecida de que estuviera viva y feliz, sin ella posiblemente no hubiera tenido fuerzas suficientes como para seguir aquí.
Una mano fue posada con delicadeza a mi costado, haciéndome salir de mis pensamientos con un pequeño salto. Bruno sonrió de lado mientras me pedía perdón por haberme espantado.
– ¿Que te dijo esa bola de grasa? – Fue lo primero que se me ocurrió preguntar mientras caminaba junto a él hacia ningún lado en especial. El tenía una sonrisa torcida con algo de pena.
Detuve por completo mi andar mientras el colocaba una de sus manos en su bolsillo, temblaba levemente y su nariz estaba roja, seguro al idiota le iba a dar una hipotermia por estar con el pecho descubierto. Rezongue con molestia mientras me colgaba a uno de sus brazos, pareció sorprenderse al ver mi acción, pero su rostro después se aflojo mientras se apegaba más a mi.
– Realmente pareces una estufa andante. – Comentó el con una de sus dulces sonrisa. Mire para otro lado ligeramente mientras reanudábamos nuestro paso. Por orden mía, Bad Things colocó la parte sobrante de mi bufanda en su cuello, enrollándonos a los dos en su calidez de lana carmín. Él nuevamente me sonrió agradeciéndome el gesto, desenganchando nuestros brazos para pasar una mano por mi cintura y estrecharme más contra el. – Lamento mi atrevimiento, ____(Caeli), pero es que de verdad está helado hoy (y tu eres una estufa muy cómoda, desde hoy no pagaré más por la calefacción). – él muy idiota se tío par si mismo en voz baja. Simplemente bufe cerrando los ojos, sintiendo como la esquina de mis labios se curvaba en una media sonrisa, al escucharlo reír de forma tan adorable. Mirándolo bien, su negro cabello volaba con levedad por el frío viento que soplaba en su cara, se veía tranquilo y pacífico, como la más bella pintura sobresaliendo en el mejor museo del mundo.
Nos quedamos en silencio unos momentos, disfrutando únicamente de la compañía y el calor del otro mientras hacíamos nuestra típica ruta de vigilancia, saludando a todos los dueños de los negocios y casas que nos encontrábamos. Finalmente cuando verificamos que todos estaban a salvo y conformes con nuestro “servicio”, Bucciarati terminó por decirme lo que Polpo le había indicado.
– Voy a tener que viajar otra vez, está vez yo sólo. – Comentó con una mirada sería mientras revolvía el café que acabábamos de comprar junto a un pastel que le daría a mi hermana y al otro bastardo mitad y mitad, si es que se encontraba en casa con ella, claro. Asiento entendiendo lo que me decía, con toda esta experiencia durante nuestro tiempo juntos y conociéndolo, aprendí que debía esperar a que terminará de hablar antes de enojarme por cualquier cosa. – Me iré a capri por un par de días. Luego volveré. –
– ¿Irás sólo? – El asintió con lentitud y completo silencio. – Me imagino que no puedes decirme lo que es. – Otra vez asintió.
Me quedé callada un par de segundos mientras miraba como mi bebida comenzaba a enfriarse. Bucciarati se levantó, tirando el contenedor vacío de su bebida para luego volver hacia mi con una mirada sería.
– ____(Caeli) – Me llamo, a lo cual yo levanté una ceja esperando a que terminará su frase. Pero el único cambio en su rostro fue un fuerte sonrojo que amenazaba con hacerlo perder su fachada determinada. Me reí para mis adentros, pensando que esa actitud tímida que tenía de vez en cuando era más adorable que una molestia como me resultaba al principio. – Bueno. . . – comenzó a decir mientras se sentaba a mi lado, perdiendo la fuerza que había empleado en su voz. – Cuando vuelva quiero que conozcas a alguien importante para mi. – la curiosidad podía verse en mi rostro, mientras que en su expresión casi tímida había desaparecido dando lugar a una sonrisa pícara y un guiño juguetón mientras se reía con delicadeza.
– ¿Cuándo tienes que salir? – Pregunté refiriéndome a su nueva misión en solitario en capri.
– Mañana por la mañana. – Contestó con una de sus prolijas y elegantes cejas alzadas mientras me miraba con intriga. Me levanté de golpe terminando lo último que había de mi café para tirarlo al mismo pote que el lo había hecho antes. – ¿Por que la pregunta? ¿Quieres despedirte de tu amo~? – Dijo en tono juguetón mientras se paraba detrás de mi, colocando sus brazos sobre mis hombros, abrazándome por la espalda como se le estaba empezando a hacer costumbre.
– Tal vez, capo~. – Aquel apodo lo hacia saltar levemente siempre que salía de mis labios, alargando esa palabra con un tono suave, parece que descubrí uno de sus puntos débiles. – ¿quieres venir a mi casa? – se sorprendió ante aquella invitación tan repentina de mi parte, debo admitir que también me sorprendí un poco al sugerirlo. Asintió lentamente, no se veía muy convencido, más bien parecía cauteloso. Parece ser que enserio no se esperaba eso de mi parte, pero sólo me siguió en silencio mientras caminaba hacia mi hogar en donde debían encontrarse esos dos pequeños.
Me sobresale un poco al haber sentido como el deslizaba sus largos y fríos dedos por mi mano abierta, pidiendo en silencio permiso para estrecharla contra la mía, uno el cual acepte en silencio mientras enrollaba mis dedos con los suyos. No dijimos nada, pero no era necesario. Me sentía estúpida al estar tan feliz por culpa de esta acción tan pequeña, pero su mano me transmitía una tranquila seguridad que sólo podría ser apagada con el palpitar acelerado de mi corazón y el suyo.
Sólo pasaron diez minutos para que esa felicidad que sentía se desvaneciera en un instante.
Un sentimiento profundo y agudo se clavaba en mi pecho como cientos de agujas de hierro atravesando mi corazón al mismo tiempo. Un sentimiento superior al miedo o la angustia comenzaba a ahogarme en el. Una oscuridad fría me llevaba a las profundidades de un enorme abismo paralizando cualquier pensamiento que podría tener, sólo quedaba ese sentimiento de fuerte opresión, mientras que mis pies corrían lo más rápido que podía, tratando de sacarme ese terror que tanto me carcomía mi ser. El dolor se originada de ese lugar, parecía quemarme, era un fuego frío invadiendo la delicada piel de mi espalda. Mi marca de nacimiento ardía, algo malo estaba apunto de pasar. Nada bueno se avecinaba, tengo un muy mal presentimiento.
Bruno trato de detenerme, o aunque sea seguir mi paso veloz tratando de preguntar que era lo que sucedía, pero antes de que las palabras lograrán escapar de mi boca para explicarle lo que pasaba, esa vista tan terrorífica me había helado por completo la sangre.
La puerta de mi casa estaba abierta.
Casi como si Bucciarati pudiera leer mis pensamientos, ambos asentimos en sincronización mientras nos desplazamos por la nieve fría del jardín. Una de las ventanas de la sala estaba rota, y tras mirar levemente dentro me doy cuenta que estaba todo patas arriba.
– ¿Ves a alguien? – Negué con la cabeza mientras sacaba a mi stand. Este comenzó a olfatear el área, y eso me helo aún más la sangre que antes. Podía reconocer a kilómetros el aroma de ese bastardo de cabellos verdes.
Bruno tocó con su azul mano la pared de mi casa, logrando abrirla con una dorada cremallera, pasando él primero, tratando de tantear el terreno antes de dejarme pasar.
La madera negra y vieja chirriaba bajo los pies de mi compañero mientras caminaba con la cautela de un felino. Mis pies apenas tocaban el suelo con lo rápido que me estaba desplazando para tratar de encontrar algún gasto de olor de mi hermana, o aunque sea de Haruno, si es que aún estaban aquí.
De golpe, siento mi cuerpo demasiado ligero. Mis pies se conducían solos por la habitación, caminado sin cuidado dirigiendo a ese cabeza de coco que no se daba cuenta que lo estaba conduciendo a una trampa.
Ya no era dueña de mi cuerpo, sólo una maldita observadora sin poder hacer nada. Sentía pesados hilos contándome la respiración, sosteniendo mis muñecas como si de una simple marioneta se tratará, incapaz de hablar o regular mi voz para advertirle a Bruno, me sentía tan inútil en mi propio cuerpo que me hacía hervir la sangre de rabia. Me encuentro bajo el efecto de un stand enemigo.
– ¿Hermana? – La furia se transformó en miedo en cuanto escuche esa voz tan conocida, dulce como la miel y suave como una balada. El chirrido de la puerta del armario secreto en el cual los dos niños se habían escondido, había logrado aterrarme en cuanto esa pequeña cabecita rojiza se había asomado con una radiante sonrisa en sus labios. Podía sentir las emociones de ese sujeto traspasar por mi pecho. Era un odio profundo y pesado que sólo se hacía más y más fuerte con el pasar de los años, pero había cierta alegría enfermiza que carcomía sus pensamientos, anhelaba aplastar nuestras cabezas, anhelaba el dolor en sus nudillos tras dejarnos medio moribundas por la fuerza de sus golpes.
– ¿Quien es el? – La vos de Haruno se escuchaba fuerte y clara mientras cubría con su brazo a mi pequeña hermana de manera protectora, con su fría y aguda mirada celeste posaba sus ojos sobre Bruno.
– Soy Bruno Bucciarati, un amigo de _____(Caeli). Vengan con nosotros, los pondremos a salvo. – ambos niños se miraron en cuanto escucharon a ese supuesto extraño llamarme por ni nombre real, era una persona de confianza.
Con cuidado Bucciarati ayudo a bajar a mi hermana y al otro bastardo, mientras yo me quedaba atrás, luchando contra un el conteo que ese desgraciado ejercía sobre mi cuerpo. – ¡No sabes cuanto te he extrañado, ____(Cal) – Dijo m hermana pequeña corriendo a abrazarme, rodeando mi cintura con sus pequeños y delgados brazos. Tan hermosa y frágil, una pequeña muñeca tan hermosa.
Lo siguiente que pude ver o sentir, era el rojo metálico de la sangre de Bucciarati, quien estaba protegiendo a mi hermana de las fauces de mi stand con su propio brazo. Una cremallera se extendió a lo largo de mi cuerpo, partiendo parte de mi rostro en dos logrando alejarme lo suficiente como para poder poner a salvo a esa niña que tanto quería.
Todos escuchamos el quejido de ese tipo que estaba viniendo hacia nosotros desde la cocina, la cicatriz en su rostro estaba abierta, mostrando un río carmín que manejaba el negro piso de madera. – Desgraciado. – Dijo el de cabello verdoso mientras escupía un poco de su sangre hacia un lado. Su stand se seguía orgulloso, moviéndose con la delicadeza de una flor bailando en lo vientos, obligándome a seguir los pasos de esa danza macabra en contra de mi voluntad.
Otra vez, mi velocidad sobrepasó la reacción tardía de Bruno, quien lo único que pudo hacer era tratar de detener la mandíbula furiosa de Bad Things, quien parecía querer desgarrar su rostro con todas sus fuerzas.
Bucciarati sabía que no podría ganarme en fuerza, me había visto luchar las suficientes veces como para saber que si logrará morderle, sería su ruina. Por eso agradecía su mente astuta, había colocado una de sus cremalleras en la boca de mi stand, cerrándola lo suficientemente fuerte como para no poder abrirla ni un poco. Ahora, mis garras eran el problema, con una velocidad superior a la de el, había logrado rasgar un poco de su vientre; no sólo rompiendo la tela de su blanco traje, sino abriéndose una larga herida de la cual no paraba de brotar sangre.
Con una mano tratando de parar la hemorragia, intentaba esquivar el furioso ataque de una fiera incontrolable. Sticky Fingers intentaba parar mis fugaces ataques, lastimándose demasiado en el proceso.
Podía escuchar la voz aterrada ser mi pequeña hermana rogándome que me detuviera, que la estabas asustando, colgándose en mi brazo intentando frenar mis ataques. Pero lo único que consiguió es que ese cretino desgraciado anchara sus sonrisa más de lo que ya estaba. Mis ojos se fijaron en ella como nuevo objetivo, rogándole internamente a ese monstruo que tuviera piedad de una pequeña niña que no tenía nada que ver.
Pero la sangre fresca y recién derramada enfrente mío me lo habían hecho ver con un fuerte terror emergiendo de mi, con el grito de terror sellado en mi garganta, incapaz de salir por más que quisiera. La sangre de Haruno corría por las garras de mi stand, su hombro estaba prácticamente desgarrado mientras me miraba con ese rostro tan estoico que siempre traída mezclada con una mueca de profundo dolor.
Ahora podía ver un fuego ardiente brillando en la mirada verde de mi pequeña hermana. Conocía muy bien esa mirada, yo misma la había experimentado tantas veces hasta largarme ser ella. Era furia, una volcánica que invadía cada célula de su pequeño cuerpo.
Ahora una mujer se había manifestado detrás de ella. Era justo como la recordaba, con el velo negro cubriendo esa extraña máscara de calavera, con el enorme reloj en su abdomen y el impecable vestido que utilizaba. Su paraguas giraba detrás de ella marcando el paso del tiempo, resplandeciendo entre negro y un dorado opaco. – ¡The Worl Is Mine! ¡ZA WARUDO! ¡TOKI WO TAMARE! –
.
.
.
.
1 segundo ha pasado
.
.
.
.
.
2 segundos han pasado
.
.
.
.
.
.
10 segundos han pasado
.
.
.
.
.
30 segundos han pasado
.
.
.
.
1 minuto ha pasado, el tiempo se reanuda
Y en ese momento, nos encontrábamos fuera de casa. Finalmente mi cuerpo era mío otra vez, podía mover mis dedos, me sentía como si hubiera despertado por primera vez después de mucho tiempo.
Bruno se veía tan confundido como Haruno, ambos se encontraban desorientados sin saber como habían terminado a un par de cuadras de mi casa.
– Lo siento. – esa voz rotosa la conocía demasiado bien. Odiaba verla llorar, como odiaba ver su rostro rojo por las lágrimas, me irritaban ver sus ojos tan brillantes por culpa de las lágrimas que no paraban de salir de se sus hermosos ojos mientras me abrazaba con terror, temblaba bajo mi tocó mientras me pedía una y otra y otra vez perdón. – Lo siento. Lo siento. Lo siento. Lo siento. Lo siento. Lo siento. Lo siento. – seguí a repitiendo mientras ocultaba culposo su rostro en mi pecho. Lo único que podía hacer era abrazarla con todas mis fuerzas, con miedo de soltarla, pues creía que la perdería si es que la dejaba ir. Bruno nos miraba confundido y atónito ante la escena, sin poder entender que era lo que sucedía.
Claro, hasta su vio aquel pequeño pájaro muerto caer frente a él. Su sorpresa fue cubierta por los gritos desgarradores de mi hermana, quien era la culpable de ese paisaje muerto que nos rodeaba.
The Worl Is Mine es un stand de corto alcance, si bien no es muy fuerte, es un stand devastador. Mientras más Amara la vida mi pequeña hermana, el stand le arrebataría la existencia como moneda de cambio para frenar el tiempo lo necesario para salvarnos. Mientras más Amara la vida, más destruiría. Esa era la Cruz que mi pequeña hermana cargaba sobre sus hombros, no era un stand, era una maldita maldición que la atormentada día y noche.
Aeropuerto de Nápoles: ???
Sábado 13 de marzo
8:30 a.m.
El día afuera era lo más soleado que podría estar en un día de invierno. La piel se me reinaba al sentir las suaves corrientes de aire chocando contra las partes más descubiertas de mi cuerpo. Me ajustes mi sombrero ante las atentas miradas de las personas que me rodeaban, seguramente preguntándose si es que no tenía frío con la corta camiseta que mostraba mi abdomen.
El viento sólo fuerte, mis rubios cabellos se desplomaron por completo. – Mierda, y eso que me había procurado estar presentable. – Ya que, no importaba, lo primero que haría sería llamar a mi marido para no preocuparlo. – Boungiorno estrellita, si, si, llegue bien. No te preocupes, osito, estoy en una piesa. Te aviso cuando llegue al hotel, recuerda levantar a los niños a las 7, ayuda a Jojo a vestirse, a esa dormilona le encanta hablar dormida. Si, si, tendré cuidado. Ahora tu demuestra quien es un super papá y no quemes la casa en el proceso. . . . ¡¿Cómo que eso tendrías que decirlo tu?!. . . Va, va, como dices tu, yare yare daze y esas cosas. . . . Yo también te amo, y mucho. Volveré pronto, ¿si? . . . Si, también te amo mucho. . . .ciao bello. – termine por colgar después de pegar un fuerte grito de alegría, haciendo que varias miradas se pisará en mi.
¿Ustedes que dicen? Tal vez finalmente pueda encontrar a mis hermanas, tal vez finalmente volvamos a estar juntas. El sólo pensarlo hacia que mi corazón saltará de alegría, aunque no debía llamar tanto la atención, mucho menos si no le avise a él que estoy aquí. No quiero tener problemas, sólo encontrar a mi familia.
– Oh shit, here we go again. – y tras esa gran referencia comencé a caminar hacia el hotel en el que me hospedería, era mejor aprovechar que estaba de visita para volver a ver a viejos amigos, viejos locales y nueva información sobre el paradero de mis hermanitas. – Ah, casi lo olvidó. – Me destuve mirando a la cámara, si, lector, puedo verte. . . Bueno en realidad no, pero se que estas ahí. – Si no me conocen, mi nombre es Camelia Ludenberg, de hecho mi nombre es más largo que protagonista de novela mexicana, pero no viene al caso. Si quieren saber más de mi, vayan al perfil de la autora y busquen la historia de Jotaro ♡ se las super recomiendo – toma auto spam que acabo de meter de manera super natural, es que ni yo misma me lo creo. Soy literalmente una diosa. ♡
ESTÁS LEYENDO
La sombra del zipper
De TodoBella, bella italia. Nápoles tiene a un asesino dentro de su territorio. Sujetos de diferentes mafias han sido asesinados y saqueados, nada importante hasta que atacaron a un escuadrón de Passione. ¡Bruno Bucciarati! Ese es el nombre del hombre que...