Las misiones son un fastidio

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¿Me extrañaron perras escandalosas? por que yo a ustedes si :D leer hasta el final para mas notas plis que hay cosas importantes.

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Frio y desolado, un sentimiento de pavor recubría por completo mi cuerpo. Lagrimas se acomodaban sin fin en mis ojos mientras trataba de resguardar aquel sollozo, me mordía el labio con fuerza, sangraba y el metálico sabor era una de las pocas cosas que me mantenían en la realidad. Un ruido, un simple quejido, o una exclamación y vería mi propia sangre manchar las paredes que alguna vez fueron generadoras de risas, una casa en la cual viví toda mi vida. Temblaba, con ella en brazos, mi pequeña Carina se encontraba dormida bajo mi tembloroso ser.

Él, mi padre; Me había dicho que me quedara aquí, que no saliera por nada en el mundo, que si tenía miedo me aferrara con fuerza a su roja bufanda, que la usara y eso me daría las fuerzas suficientes para seguir. Y eso haría, eso estaba haciendo. La sostenía entre mis pequeñas manos, mi hermana la sostenía mientras dormía quieta en mis brazos, tan tranquila que temía que estuviera muerta por la fiebre.

Podía escuchar golpes fuera del armario, la discusión de dos hombres con mucho poder, hablaban sobre traiciones y engaños, escupiéndose dolorosas verdades a la cara; revelando secretos que jamás hubiera esperado de él. Mi casa estaba siendo destruida, las paredes chocaban contra los frágiles cuerpos de los humanos, el sonido de la sangre manchando el piso y paredes, roja y pegajosa, acompañada de quejidos de dolor. Vidrios rotos, gruñidos y rasguños, para finalmente escuchar el desgarrador sonido de una bestia. Y silencio. Simplemente silencio. Ni un ruido más salvo una agitada respiración, una pequeña risa y el click de una máquina, alguien estaba grabando aquella horrible escena.

Abrí con cuidado la puerta del armario. Ahí estaba el. Mi padre sonreía como siempre, demedio lado, esta vez escondiendo el gran dolor que sentía el estar así. Con sus tripas salidas de su cuerpo, con un gran hueco en el pecho. Le estaba hablando, a ese pequeño hombre que lo miraba desde lo alto mientras que algunas lágrimas caían por su rostro, aun así no pude ver con claridad. Mi padre hablaba, con una sonrisa en su rostro, decía a ese hombre mucho que quería sus tres hijas, lo mucho que había llegado a amar a su esposa, mi madre cuyo cuerpo yacía partido en dos en el hospital según mi progenitor, le había dicho lo mucho que lo había amado a él, aunque esto fuera lo que estaba pasando, mi padre le personaría. Levemente me miro, con aquellos hermosos y brillantes ojos violáceos, finalmente cerró los ojos para siempre, finalmente descansando en paz, dejándome sola en este frio y retorcido mundo.

Un chillido salió de mi boca al ver su cabeza rodar por el suelo, cayendo justamente frente la puerta de donde me encontraba. Ese hombre se giró hacia mí, viendo el armario con aquellos verdes y fríos ojos. Camino, un poco encorvado hasta la puerta en donde yo estaba conteniendo por completo la respiración.

Abrió de golpe, entrando en un fuerte escandalo mientras repetía –beep beep beep- con su boca. Me desperté con un sobresalto. Mis manos temblaban y mi cuerpo estaba recubierto por una fina capa de sudor frio, apestaba la mañana.

El sol estaba fuerte y entraba por la ventana, desde fuera podía verse un frio manto blanco recubrir todo. Mire hacia el reloj despertador que me había obsequiado el idiota de Pesci, marcaban las 10:13 de la mañana.

La sombra del zipperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora