Noche

41 5 0
                                    

DAFNE

Dafne cerró la persiana, ya había contemplado la noche suficiente tiempo. Había visto como un camionero había discutido con el encargado de la gasolinera y le habían echado a la fuerza, había visto las siluetas de personas contornearse en el hotel de cuatro estrellas que tenían cruzando la calle, veía los coches pasar, y, aunque fuera por unos segundos le gustaba ver la vida de otras personas: un matrimonio discutiendo, un padre con sus dos hijos durmiendo. Probablemente no les vuelva a ver, pero le gustaba pasar unos segundos con ellos, aunque las personas que miraba no lo supieran.

Habían dejado una hora de descanso antes del viaje, la mayoría de personas se habían ido al bar de enfrente, la mesa en las que estaban sentados se veía perfectamente desde la habitación de Dafne, se reían, bebían, se echaban fotos... Dafne les observaba, desde su cuarto, en silencio, imaginándose que decían, agarrada a su cortina, con la que se tapaba media parte de su blanca cara, entonces un chico rubio y delgado se fijó en ella, se quedó mirándola con una leve sonrisa en la cara, Dafne se echó para detrás de un salto y corrió la cortina.

Después de tomarse sus pastillas se miró a ella misma en el sucio espejo del baño, apoyó su mano izquierda en su hombro y retiró el pelo que la caía sobre él, desde que se lo cortaron hace unos días para ir al viaje se veía rara, pese a que solo la quitaran tres dedos tenía que acostumbrarse, a Dafne no le gustaban los cambios, cogió un mechón de pelo y deslizó su mano por el desde la raíz hasta las puntas, miraba fijamente su pelo, intentando acostumbrarse. Se hizo una coleta alta, la cual le caía como una cascada de carbón y rompía sobre sus pálidos hombros desde los cuales recorría pocos centímetros y acababa con un perfecto alisado natural.

........................................................................

Se despertó de un salto, un coche había pasado a toda velocidad por la carretera, se levantó el antifaz un poco y comprobó que todo estaba en orden, acabó de quitarse su antifaz y lo dejó en la mesita de al lado de su cama.

- Dios, que susto.

Sé levantó de la cama y se dirigió a la ventana, descorrió la cortina. Las farolas estaban encendidas, pero no emitían mucha luz, los establecimientos estaban cerrados, la mesa donde habían estado sus compañeros hace unas horas ahora estaba recogida y tenía las sillas puestas boca abajo encima de ella.
Dafne estaba cansada, habían sido unos días duros y necesitaba dormir, se tenía que haber traído tapones para las orejas también, no había caído en eso. La luz de la letra "O" del hotel de enfrente estaba empezando a fallar, solo un par de luces en la habitaciones del hotel estaban encendidas una el segundo piso y otra en el cuarto, como le gustaría estar en ese hotel y no en este antro.

La madera crujió al lado de ella, pero estaba sola, Dafne se sobresaltó, miró a todas direcciones, incluso se asomó por la ventana, pensaba que había alguien más con ella, pero no había nadie allí.

La madera volvió a crujir, esta vez con más potencia, eso indicaba que ese alguien estaba más cerca de ella y no había nadie allí, por lo menos a la vista.

Lentamente abrió la puerta del pasillo y se asomó.

- Dios mío, hay alguien, ahí hay alguien- pensó para si misma.

Dafne veía la silueta de una persona la cual se movía lentamente entre la poca luz del pasillo, era alto y con buen físico, tenía algo en las manos, un objeto rectangular y liso, en un primer momento Dafne no se dio cuenta, pero cuando ese objeto emitió un haz de luz cayo en que era un móvil, probablemente alguno de sus compañeros que vendría del baño. Dafne dejó abierta la puerta de su habitación y se dirigió a esa persona para ver quién era, ahora no sentía miedo.

Un nuevo haz de luz iluminó la cara de esa persona: era Martín, aunque no estaba muy segura, las gafas estaban al lado del antifaz.

Dafne frenó en seco, no le apetecía nada hablar con él ahora. Martín seguía adelante sin tener ni idea de lo que ocurría, inmerso en su móvil.

- Parece que no se ha dado cuenta de que estoy aquí- Dafne se ocultó pegada a una puerta de color parecido a su pijama intentando no hacer ruido, quería volver a su habitación, quería que fuese mañana, quería estar en su casa y olvidarse de todos, solo necesitaba estar con una persona: con ella misma.

El posible Martín entró en su habitación, después de unos segundos Dafne oyó el rechinar de las llaves al cerrar la cerradura.

- Al fin sola en el pasillo- Dafne suspiró de gusto.

Ya sin cuidado de que nadie la oyese dio unos pasos para entrar a su habitación mirando al suelo tratando de no tropezarse con ninguna ranura que hubiera en el suelo (cosa que no la sorprendería dado el estado del hotel).

Al levantar la mirada el pulso de Dafne se aceleró, no se lo podía creer, revisó el número de la habitación, el número del pasillo, la grieta que tenía su puerta en la esquina superior derecha. Estaba segura: era su puerta, pero había un problema, ella la había dejado abierta tras salir  y no había corriente, la ventana estaba cerrada y de hecho era una puerta pesada, se atrancaba en una parte y necesitabas empujar para cerrarla del todo, pero lo estaba, estaba cerrada.

Dafne trató de recordar, intento retroceder en los hechos para ver si su memoria la había jugado una mala pasada, pero lo recordaba claramente: la había dejado abierta.

Los pocos atisbos de dudas que la quedaban desaparecieron después de oír como alguien removía entre sus cosas dentro de su habitación. 

Algún día te girarás y no estaréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora