Pasajeros

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EVAN

Evan se recostó, no había forma de estar agusto en los asientos de aquel autobús, pero este era distinto al que les había llevado a la universidad, este era un autobús que circula por las cuidades, de ese que las personas cojen para ir de su casa al trabajo o los adolescentes para quedar con sus amigos.

Los tres se sentaban juntos, nadie había ido a por ninguno de ellos.

- ¿Cansados del viaje?- Iker intentó romper aquel silencio incómodo que les envolvía, eran compañeros, pero no se buscaban ente ellos ni les importaba  que estuviese o no la otra persona.

Evan e Ethan guardaron silencio, el primero decidió pasar de la pregunta y el segundo, con una sonrisa imborrable en su rostro seguía mirando al frente.

Nadie más habló hasta que el primero de ellos bajó del autobús. Ethan salió dando un brinco de alegría y les dirigió una mirada a sus compañeros.

- ¡Hasta pronto!- Evan notó que lo hizo por cortesía, ni siquiera se molestó en girarse, Iker levantó levemente la cabeza en señal de despedida.

Las puertas se cerraron y el autobús se puso en marcha.

- Ese chico es más raro que un perro verde- Evan habló por primera vez en todo el viaje sin desviar su vista de la  ventana.

- Supongo que es... como es...

- No me refiero a su personalidad sino a lo que hace - Evan se giró y miró a los ojos a Iker.

- ¿Y que hace?

- Estar alegre.

- ¿Ahora es raro estar feliz?- Iker ladeo la cabeza, no entendía nada.

- Lo es en su situación.

-¿Cuál es su situación?

- La pelirroja pasó de él al bajar del bus, sin embargo, eso parece haberle alegrado más todavía.

- ¿Maia? Si ayer se pasaron toda la tarde juntos.

Evan se encogió de hombros.

- Yo te cuento lo que he visto, pero el porque de eso no lo sé- hizo una pausa para enfatizar lo que diría a continuación- todavía.

Evan pudo ver la sorpresa en la cara de Iker, sabía lo que pensaba, y antes de que desarrollara ese pensamiento Evan decidió quitarselo de la cabeza.

- No lo hago porque me guste Maia, sólo por el simple hecho de no saber algo.

Evan era de esa clase de chicos que no se pierden una fiesta y se había enrollado con más de la mitad de las chicas de la universidad, siendo, de muchas de ellas, objeto de confianza, normalmente estaba enterado de la mayoría de rumores y cotilleos, él decidia cómo filtrarlos.

«De la clase de personas que tienen más músculo que cerebro».

Ese era el pensamiento que tenían la mayoría de personas al ver a Evan, y muchas bajaban la guardia.

Era, entonces, cuando el verdadero juego empezaba para Evan.

Siempre conseguía saber los secretos de la otra persona, lo que esconde a alguien o lo que esconde a los demás.

Y ese chico tenía demasiadas cosas que esconder.

Y Evan muchas ganas de jugar.

El autobús paró en seco, Evan se levantó del asiento.

- Esta es mi parada.

Algún día te girarás y no estaréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora