Cap. 39

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Caímos sobre el césped y su aroma penetró en mis fosas nasales, durante el viaje cerré los ojos con fuerza y al abrirlos noté que aún tenía mi mano aferrada a Harry. Rápidamente lo solté y mi atención volvió hacia Cedric, abrazandolo y recordando las últimas palabras que me había dirigido, él aún me amaba a pesar de que ya no pertenecía al mundo de los vivos.

El estrépito me ensordeció y me dejó más confundida: había voces por todas partes, pisadas, gritos... Permanecí donde estaba, aferrada a Cedric, como si fuera una pesadilla que pasaría... Un par de manos me agarraron con fuerza y me volvieron boca arriba.

—¡Harry!, ¡______!

Observé a quienes me hablaban. Miraba al cielo estrellado, y Albus Dumbledore se encontraba a mi lado, agachado. Nos rodeaban las sombras oscuras de una densa multitud de personas que se empujaban en el intento de acercarse más.

Habíamos regresado al borde del laberinto. Podía ver las gradas que se elevaban por encima de nosotros, las formas de la gente que se movía por ellas, y las estrellas en lo alto.

Harry soltó la Copa, pero agarró a Cedric aún con más fuerza. Levantó la mano que le quedaba libre y cogió la muñeca de Dumbledore.

─Ha vuelto─ susurró Harry─. Voldemort ha vuelto.

—¿Qué ocurre? ¿Qué ha sucedido?

El rostro de Cornelius Fudge apareció sobre mí vuelto del revés. Parecía blanco y consternado.

—¡Dios... Dios mío, Diggory! —exclamó—. ¡Está muerto, Dumbledore!

Aquellas palabras se reprodujeron, y las sombras que nos rodeaban se las repetían a los de atrás, y luego otros las gritaron, las chillaron en la noche: «¡Está muerto!», «¡Está muerto!», «¡Cedric Diggory está muerto!». Al oírlos me aferraba con más fuerza a su cuerpo, escondiendo mi rostro en su pecho para ahogar las lágrimas.

—Suéltalo, ______ —oí que me decía la voz de Fudge, y noté dedos que intentaban separarme del cuerpo sin vida de Cedric, pero no lo solté.

Entonces se acercó el rostro de Dumbledore, que seguía borroso por culpa se las lágrimas.

—Ya no puedes hacer nada por él, ______. Todo acabó. Suéltalo.

—Quería que lo trajera —musitó Harry: —. Quería que lo trajera con sus padres...

—De acuerdo, _______... Ahora suéltalo.

Dumbledore se inclinó y, con extraordinaria fuerza para tratarse de un hombre tan viejo y delgado, me levantó a del suelo y me puso en pie, separándome de Cedric. Me iba a estallar la cabeza. Alrededor de nosotros, la multitud daba empujones, intentando acercarse, apretando contra mí sus oscuras siluetas.

—¿Qué ha sucedido? ¿Qué le ocurre?¡Diggory está muerto!

—¡Tendrán que llevarlo a la enfermería! —dijo Fudge en voz alta—. Está enfermo, está herido... Dumbledore, los padres de Diggory están aquí, en las gradas...

—Yo llevaré a Harry, Dumbledore, yo lo llevaré...

—No, yo preferiría...

—Amos Diggory viene corriendo, Dumbledore. Viene para acá... ¿No crees
que tendrías que decirle, antes de que vea...?

—Quédate aquí, Harry.

Había chicas que gritaban y lloraban histéricas. La escena vaciló ante mis ojos. Caí de rodillas otra vez, mis piernas temblaban tanto que se habían rendido y yo me arrastré como pude hasta el cuerpo de Cedric, busqué su mano congelada, la besé y aferre a mí. No sé cuantos minutos estuve así, pero realmente lo sentí como una eternidad. Desperté de ese trance cuando el profesor Snape y la profesora Sprout se acercaron a mí y el cuerpo de Cedric, Severus tocó mi hombro y yo me alarmé.

La Hija de Voldemort (Draco Malfoy y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora