Cap. 40

1.6K 74 7
                                    

A la mañana siguiente lo más doloroso fue hablar con los padres de Cedric. No me culparon de lo ocurrido. Por el contrario, ambos me agradecieron que les hubiera llevado el cuerpo de su hijo. Durante toda la conversación, el señor Diggory no dejó de sollozar. La pena de la señora Diggory era mayor de la que se puede expresar llorando.

—Sufrió muy poco, entonces —musitó ella, cuando le expliqué cómo había muerto—. Y, al fin y al cabo, Amos... murió justo después de ganar el Torneo. Tuvo que sentirse feliz.

Al levantarse, ella me miró y dijo:

—Ahora cuídate tú.

Tomé la bolsa de oro de la mesita.

—Tomen esto —le dijo a la señora Diggory—. Tendría que haber sido para Cedric: llegó el primero. Tómenlo...

Pero ella lo rechazó.

—No, es tuyo. Nosotros no podríamos... Quédate con él.

─Me gustaría pasar el verano con Anguis, ustedes podrán visitarlo cuando gusten, son libres de visitarnos en Malfoy Manor─ les dije antes de que se fueran─. Yo pasaré el verano con ellos y los Malfoy esperaban poder cuidarlo durante mi quinto año en Hogwarts.

─Nosotros estaremos de acuerdo mientras podamos continuar viéndolo─ declaró Amos─. Si nos lo permites, lo cuidaremos hasta que acabes este curso.

Volví a las mazmorras de Slytherin a la noche siguiente. Por lo que me dijeron Pansy y Daphne, aquella mañana, durante el desayuno, Dumbledore se había dirigido a todo el colegio. Simplemente les había pedido que nos dejaran a Potter y a mí tranquilos, que nadie nos hiciera preguntas ni nos forzara a contar la historia de lo ocurrido en el laberinto. Yo noté que la mayor parte de mis compañeros se apartaban al cruzarse conmigo por los corredores, y que evitaban mi mirada. Al
pasar, algunos cuchicheaban tapándose la boca con la mano. Tal vez formulaban sus propias teorías sobre la manera en que Cedric había muerto a manos del señor Tenebroso. Me di cuenta de que no me preocupaba demasiado. Disfrutaba hablando de otras cosas con Pansy y Daphne, o cuando jugabamos al ajedrez en silencio. Sentía que habíamos alcanzado tal grado de entendimiento que no necesitabamos poner determinadas cosas en palabras: que  las tres esperabamos alguna señal, alguna noticia de lo que ocurría fuera de Hogwarts, y que no valía la pena especular sobre ello mientras no supieramos nada con seguridad.

Ya que no teníamos un profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, teníamos esa hora libre por lo que me daba tiempo de estar un rato con Draco, pero aquél día no tenia muchas ansias de estar con él. Había pasado ya un mes desde que realizaron el funeral de Cedric, yo no era lo suficientemente fuerte para asistir. Sentía que algo me faltaba, yo quería despedirme de él como no había logrado hacerlo; quería expresarle mis sentimientos una vez más o no lograría volver a dormir sin verlo desplomado en el suelo con sus piernas y brazos extendidos sin vida. Es por eso que esa tarde me dirigía al despacho de Dumbledore, me acerqué a aquella gargola y pronuncié la contraseña para poder entrar. Vi cómo esta se movía para darme el paso y entré.

Mis pasos se dirigieron hasta llegar frente a su escritorio y tomé asiento en la silla frente a él. Dumbledore me observó a través de sus lentes de media luna y luego habló:

─¿En qué puedo ayudarla, señorita Riddle?─ se acomodó mejor sobre su asiento.

─Hace un mes realizaron el funeral de Cedric y yo no pude asistir por mis clases─ mentí, me daba miedo ir─. Me gustaría visitar su tumba y despedirme correctamente, profesor. Creo que si no lo hago ya no podré estar en paz.

─Me parece correcto que quiera despedirse de él, pero yo la acompañaré. Los alumnos no pueden salir de Hogwarts hasta que terminen las clases─ él notó la decepción en mis ojos─. La forma de llegar más rápida allí es apareciendose.

La Hija de Voldemort (Draco Malfoy y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora