XII

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-¡Ya estoy en casa! - gritó la rubia en cuanto entró en el piso, cerrando la puerta.

Dejó la chaqueta en el perchero que tenían en la entrada y se dirigió a la cocina, a dejar las bolsas de la cena.

-¡He pasado por el japonés de camino a casa y he comprado sushi! - exclamó para que su novia le escuchara, y le pareció raro no obtener respuesta.

-Ana, ¿dónde estás? - preguntó al aire, yendo al salón, donde supuso que estaría.

Pero no, no estaba ahí. Al principio se extrañó, pero después pensó que, con lo vaga que era, seguramente estaría en la cama durmiendo y por eso no le había contestado. Fue hacia allí, dispuesta a despertarla entre besos y caricias pero cuando entró tampoco la vio, y ahí ya sí que se empezó a preocupar.

-¿Qué pasa, bonito? - preguntó a Mimo cuando se acercó a ella de nuevo, restregandose contra su pierna. - ¿Tú sabes donde está mamá?

Decidió que lo mejor sería no ponerse a dramatizar y esperarla en el sofá viendo una película, seguro que había salido y se le había hecho tarde. Se sentó frente al televisor y aprovechó para comerse lo que había comprado en el japonés, así hacía tiempo hasta la llegada de Ana. Pero acabó de cenar y aún no había llegado, trató de centrarse en la película y cuando llegaron los créditos seguía sin tener noticias de su novia. Cada vez estaba más y más preocupada, por lo que decidió llamar a Miriam, la mejor amiga de la canaria.

-¿Mimita? - preguntó la gallega al descolgar el teléfono tras un par de tonos.

-¡Hola leona! - contestó ella.

-¿Qué pasa? ¿Todo bien? - se preocupó la chica.

-Sí, sí, tranquila. Te quería preguntar, ¿está Ana contigo?

-¿Ana?  - respondió extrañada. - No. ¿Por qué iba a estar conmigo?

-No lo se, es que he llegado a casa y no estaba. - explicó. - He pensado que a lo mejor había salido y se había olvidado de la hora, pero llevo casi tres horas esperando y no aparece.

-Joder, pues no tengo ni idea de dónde puede estar. - dijo ella. - ¿Por qué no llamas a Roi?

-¿A Roi? - preguntó la granadina.

- Sí, a lo mejor él sabe dónde está.

-Vale, tienes razón, voy a llamarle. Muchas gracias, leona.

-Nada. - respondió el gallego. - Pero avísame cuando la localices, ¿vale?

-Sí, tranquila, te llamo.

Y tras decir eso finalizó la llamada, tratando de convencerse de que no pasaba nada. Seguro que Ana estaba bien y estaba con Roi, o por lo menos él sabía dónde. Durante un par de segundos se lo repitió una y otra vez, e intentó tranquilizarse. Fue al baño y se echó agua en la cara para despejarse un poco y, cuando ya estuvo un poco más tranquila, volvió al salón y marcó el número de Roi.

-Hola Roi. - dijo en cuanto escuchó que el chico había descolgado.

-Mimi... - suspiró él.

-Eh... sí, soy yo. - se extrañó un poco por su tono de voz, aunque no quiso darle mucha importancia. - Escúchame, ¿sabes dónde está Ana?

Pero no obtuvo respuesta a la pregunta, lo que todavía la preocupó más.

-¿Roi? - insistió la rubia. - ¿Sigues ahí?

-Sí, sí, aquí estoy.

-¿Y bien? ¿Sabes algo de ella?

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