XIX

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Mimi estaba en su cuarto con la música a todo volumen, haciendo lo que más necesitaba en ese momento: bailar. Desde hacía mucho tiempo, cada vez que se sentía superada, cada vez que necesitaba desahogarse, se refugiaba en el baile. Bailando se sentía mucho más libre.

Aquel día tenía demasiadas cosas en la cabeza. Desde que Ana y ella habían vuelto a ser amigas estaba bastante mejor que antes. Pero notaba como lo que solía sentir por la morena antes de que se fuera volvía a aflorar en ella y eso le daba miedo. Se sentía imbécil. ¿Cómo, después de todo lo que había sufrido por ella, ahora volvía a sentir cosas por Ana? Joder, antes de que volviera estaba bien, ¿no? O al menos se esforzaba por autoconvencerse de ello... Tenía a sus chicas, a Miriam, a Ricky, a Nadia... ¿Por qué había dejado que Ana se metiera de nuevo en su vida y se la desmontara del todo?

Pero es que cada vez que estaba con la canaria se sentía tan bien... La conexión que tenía con ella sabía que no la encontraría con nadie más. A pesar de todo el tiempo que habían pasado separadas sentía que aún sabía leerla como antes... Y eso, aunque había intentado evitarlo la llevaba a preguntarse por qué. ¿Por qué se había ido? ¿Por qué si tanto decía quererla la había abandonado? Sabía que era ella la que había ignorado el tema, pero había cientos de preguntas del estilo que no dejaban de rondar por su cabeza, pero que no le hacía a Ana por miedo a lo que le podría contestar.

Y luego estaba Nadia... Otro de los asuntos que agobiaban a la granadina. Últimamente quedaba mucho más con Ana que con ella. Incluso se sentía más a gusto con la canaria que con su novia. Y no entendía como podía haber dejado que eso pasara. Nadia era buena, compresiva, simpática, estaba ahí siempre que la necesitaba... Sabía que ella nunca le haría daño. Mientras que Ana ya se lo había hecho en más de una ocasión. Definitivamente tenía que acabar con la amistad que tenía con la morena antes de que todo lo que sentía fuera a más.

Mientras trataba de apartar todos esos pensamientos de su cabeza, la puerta sonó y la cabeza de Miriam se asomó.

-Chavala, sal que tienes visita. -le dijo, para después desaparecer.

La granadina apagó la música y fue hacia el salón. Allí se encontró a Ana de pie, quien le sonrió en cuanto la vio aparecer.

-¿Ana? ¿Que haces aquí? - preguntó extrañada, pues no habían quedado.

-No se, me apetecía verte. -contestó sin más, aunque sonrojándose un poco al hacerlo.

-Es que... estoy ocupada. -se apresuró a decir.

- ¿Y no puedes dejar lo que estés haciendo un ratito, porfi? - hizo un puchero. -Traje churros, desayunamos y me voy, ¿vale?

-No, Ana, yo...

-Va, Mimi, porfa. -insistió.- No te robaré mucho tiempo, lo juro.

-Tengo cosas que hacer.

-Pero...

-¡Que no, Ana! - la cortó, alzando un poco la voz.

-Eh... Está bien, lo siento.- dijo bastante cortada, no habiéndose esperado aquello. - Ya me voy...

La canaria cogió su bolso y su abrigo y se dispuso a irse. Pero antes de que pudiera hacerlo Mimi la frenó.

-No, espera, no te vayas. Soy yo la que lo siente, no me has pillado en un buen momento. -trató de sonreír. -Anda, vamos a comernos esos churros.

-Mimi, de verdad que no pasa nada. Si molesto me voy, en serio.

-No molestas, tranquila. -la tranquilizó. -Además, creo que necesito hablar contigo...

Desayunaron tranquilamente entre risas, sin nada de incomodidad entre ellas. Cuando acabaron, se sentaron en el sofá y Mimi decidió que debía decirle lo que le rondaba por la cabeza.

-Verás, Ana, creo... creo que deberíamos dejar de vernos tanto. -soltó mirando al suelo.

-¿Qué? - se tensó. - ¿Por qué?

-Es que aún no estoy preparada para ser tu amiga. -dijo de golpe. - Me sigue doliendo demasiado lo que pasó entre nosotras.

-Pero el otro día me dijiste que...

-Ya, ya se lo que te dije el otro día. -suspiró.- He intentado evitarlo, de verdad, pero me hace daño recordar todo lo que pasó cada vez que te veo...

-¿Qué necesitas? -preguntó algo angustiada. -¿Necesitas hablar? ¿Que te explique lo que pasó?

-Tiempo, Ana, necesito tiempo.

-Pero... yo no quiero dejar de verte, Mimi... -dijo triste.

- No hace falta que dejemos de vernos. -le explicó. - Solo quedar un poco menos.

Ana asintió mirando al suelo y el silencio se instauró entre ellas. Ninguna de las dos sabía muy bien que decir. Hasta que la canaria habló.

-¿Por qué?

-Ya te lo he dicho.

-No, te estoy preguntando la verdadera razón. -dijo convencida.

-¿Cómo? -se extrañó.

-Aún se leerte, Mimi. Y sé que si quieres que dejemos de vernos no es por eso. -la miró a los ojos.

-No hay ninguna otra razón. -trató de disimular la rubia.

-Va, Mimi. - insistió. - Si es lo que quieres, yo lo respeto. Pero creo que merezco saber por qué.

-Ya te lo he dicho. Simplemente no me hace bien pasar tiempo contigo. - dijo. -No estoy preparada aún para que seamos amigas.

-¡Eso es mentira! -exclamó Ana. - ¡Se que cuando estamos juntas estás bien! ¡Que estás tan a gusto conmigo como yo lo estoy contigo!

La granadina no contestó, sabía que la había pillado. Pero, aún así, no quería darle la razón.

-No dices nada porque sabes que es verdad. Cuando estamos juntas es como si nada hubiera pasado, estamos casi igual de bien que antes...  -suspiró, sabiendo que Mimi pensaba lo mismo que ella. - Esta conexión que tenemos tú y yo no ha desaparecido. Y tú lo sabes.

-¡Pues por eso mismo, joder! - no pudo aguantar más. - ¡Por eso mismo no puedo pasar más tiempo contigo!

-¡¿Por qué?! -preguntó desesperada. - ¡¿Por qué quieres dejar de verme si sabes que te hago tanto bien como tú a mí?!

-¡Porque no se si podré evitar enamorarme de ti otra vez!

En cuanto la escuchó, Ana sintió como su corazón se saltaba un latido para después latir desenfrenado. No se había esperado una respuesta así.

-Mimi...

-Véte. -dijo la granadina, avergonzada de haber explotado así. -Véte, Ana, por favor.

La morena asintió y sin volver a decir nada, sin siquiera volver a cruzar miradas con Mimi, recogió sus cosas y se marchó de allí. Sin poder dejar de darle vueltas a lo que acababa de escuchar y a lo que le había hecho sentir.

Mimi, por su parte, seguía paralizada en el salón de su casa. Se lo había soltado sin más. Y después le había pedido que se marchara de su casa, sin darle si quiera opción a contestar. Por lo que no podía evitar preguntarse qué le habría contestado la canaria...

Seguía dándole vueltas a lo que podría haber pasado cuando le llegó un mensaje.

Nadia✨❤️
hola bonita🥰
cómo estás???
hace mucho que no nos vemos :(
quedamos hoy para cenar???☺️

Y entonces lo vio claro: tenía que olvidarse de esas últimas semanas con Ana y tratar de volver a la vida que tenía antes de que esta volviera. La sevillana siempre había estado ahí para ella y sentía como que últimamente había pasado un poco de ella por estar con la canaria. Pero, por suerte, a la canaria no la iba a volver a ver, por lo que tendría más tiempo para centrarse en su novia y cuidarla como merecía.

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