VII

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Pasaron un par de semanas sin que Mimi tuviera que volver a ver a la canaria, y la verdad era que la rubia se alegraba bastante. No podía negar que los primeros días había pensado bastante en ella, pero poco a poco se fue olvidando de que estaban en la misma ciudad.

-¿Vamos a tomar algo? - preguntó Laura al resto de sus amigas una vez habían acabado las clases en la academía de baile.

-Yo me apunto. - exclamó rápidamente Saydi.

-Moni y yo también. - dijo Claudia cogiendo la mano de la morena.

-Genial. ¿Mimi? - trató de llamar su atención la del pelo rizado, pero esta seguía con su mirada fija en el móvil, ajena a la conversación de sus amigas. - ¿Hola?

Pero nada, Mimi seguía sin hacerles ni caso, por lo que Laura le quitó el móvil de las manos.

-¡Eh! ¿Se puede saber qué haces? - dijo la rubia intentando recuperarlo.

-Intentar que nos prestes un poco de atención. ¿Te vienes o no?

-¿Qué? ¿A dónde? - preguntaba extrañada, no se había enterado de nada de lo que habían dicho sus amigas.

-Dios, sí que estás empanada... No nos haces ni caso. - se quejaba la catalana.

-Que hemos dicho de ir a tomar algo ahora. - explicaba Mónica con voz dulce. - ¿Te vienes?

-No puedo, he quedado con Nadia... - dijo sonrojándose.

-¿Con Nadia? ¿Otra vez? - preguntó Laura sonriente.

Nadia era una chica que había conocido una semana antes gracias a Lohi, una amiga de Saydi, y la verdad era que habían conectado bastante bien, hasta el punto de que habían quedado ya varias veces desde entonces.

-Sí... No se, nos llevamos bien. - sonrió notando como sus mejillas se teñian de rojo.

-Y tan bien... - reía la otra rubia.

-¿Te gusta?

-Joder, Dama, tía. ¿Siempre tienes que ser tan directa? - le recriminó Saydi riendo.

- Lo siento, lo siento. - se disculpó la morena, aunque en realidad no lo sentía. - ¿Pero te gusta o no?

-No se, es pronto aún... - sus amigas la miraron y no pudo evitar decirles la verdad. - Pero sí, supongo que sí...

Las otras cuatro gritaron emocionadas en cuanto Mimi habló y esta se tapó la cara con las manos.

-Dios, estáis locas. - rió avergonzada. - Bueno, chicas, me voy que Nadia está esperándome.

-¡La rubia se ha enamorado! - gritó Mónica.

-Cállate, gilipollas. - dijo dándole un golpe en el brazo de broma.

Y tras decir eso, se despidió con besos y abrazos de sus amigas, y con alguna que otra broma por parte de estas. Una vez salió de la academia de se subió al coche y condujo hasta el restaurante donde había quedado con Nadia. Nada más entrar la vio, sentada en una de las mesas del fondo, y no pudo evitar sonreír, estaba guapísima.

La cena fue bastante entretenida, la pasaron entre risas, anécdotas y conociéndose mejor la una a la otra. Le gustaba esa chica, no lo podía negar. Era divertida, risueña, alegre... Podía pasar horas escuchándola hablar con ese acento sevillano que tanto le gustaba y mirando sus ojillos marrones. Pasaron horas hablando de mil temas, algunos importantes, otros más banales, contándose anécdotas divertidas... Estaban tan absortas en la conversación que ni siquiera se dieron cuenta de que eran las únicas en el restaurante y que los camareros estaban esperando a que se fueran para cerrar.

Una vez hubieron pagado la cuenta y abandonado el local, caminaron cogidas de la mano hasta casa de la morena, parándose en el portal.

-Me lo he pasado muy bien hoy. - sonrió la más joven.

-Yo también. - admitió Mimi de vuelta. - ¿Nos vemos mañana? Bueno, o cuando quieras, no te quiero agobiar, osea, que yo...

- Mañana está bien. - la cortó Nadia riendo ante su nerviosismo. - ¿Me escribes?

-Sí, claro.

Y tras un par de segundos sin saber muy bien como despedirse de ella, la rubia le dijo adiós con la mano y se giró comenzando a caminar.

-¡Mimi, espera! - y cuando se giró notó los labios de la sevillana impactar contra los suyos, haciéndola sonreír en el beso.

Fue un beso breve que ninguna de las dos se atrevió a profundizar pero que hizo a la rubia estar en una nube.

-Nos vemos mañana. - sonrió Nadia cuando se separaron, volviendo a su portal.

-Sí, hasta mañana. - dijo Mimi tratando de evitar que la otra chica no notara el color rojo que habían adoptado sus mejillas.

Retomó el camino hacia su coche con una enorme sonrisa en su cara. Estaba feliz, no lo podía evitar. Y estaba deseando llegar a casa para contárselo a Miriam y que llegara el día siguiente para ver de nuevo a la morena.

Estaba a punto de llegar cuando un sollozo que se le hacía conocido llegó a sus oídos. Podría haber reconocido aquel llanto en cualquier lugar. Cuando miró a su alrededor y vio a la canaria sentada en un portal llorando quiso ignorarla, hacer como que no había visto nada y seguir caminando. Pero no pudo, por mucho que le jodiera no podía hacer como si nada. Y, antes de que se diera cuenta ya estaba agachándose frente a ella.

-Eh, Ana. - intentó llamar su atención. - ¿Qué pasa? ¿Qué haces aquí sola?

La morena levantó la cabeza cuando escuchó su voz y entonces Mimi pudo ver en sus ojos que estaba realmente rota.

- Mimi...

Y sin que la rubia pudiera hacer nada se lanzó a sus brazos, escondiendo la cabeza en su cuello y empapando en lágrimas su camiseta. La granadina se quedó en shock. Hacía tantísimo que no tenía a Ana entre sus brazos que le costó reaccionar. Pero, pasados un par de segundos, no pudo hacer otra cosa que abrazarla con fuerza y acariciarle la cabeza con delicadeza.

-Tranquila, Ana, no pasa nada, todo está bien. - intentaba tranquilizarla.

-No, nada lo está. - sollozaba la chica.

Mimi trataba de separarse de ella pero esta se lo impedía, aferrándose más fuerte a ella. Pasaron así un par de segundos más, con Mimi haciendo todo lo que podía para que la otra chica se tranquilizara e intentando ignorar el cosquilleo que le provocaba el volver a sentir su abrazo.

-¿Te acompaño a tu casa? - preguntó la rubia cuando se separó de ella limpiándole las lágrimas delicadamente con sus pulgares.

-No... No quiero ir a casa... - dijo la más joven en un hilo de voz.

- ¿Y a casa de Roi? - intentó Mimi.

-Está en Galicia...

La rubia se pasó las manos por el pelo pensando qué hacer.

-Anda, levanta. - dijo levantándose y tendiéndole la mano para que hiciera lo mismo.

-¿Qué? - preguntó extrañada, no tenía a dónde ir.

-Levántate, nos vamos. - repitió la rubia si apartar su mano.

-¿A dónde? No hay ningún lugar dónde pueda ir... - se lamentó.

Mimi cogió aire y lo soltó antes de contestar.

-Vamos a mi casa.

-¿A tu casa? Mimi no hace falta, puedo quedarme aquí.

-¿Pero tú estás loca? Vamos a mi casa y punto, ¿vale?

Ana por fin aceptó su mano y se levantó del suelo, abrazándose de nuevo a ella.

-Vale...

Y así, con la mayor de ellas rodeando a la otra por los hombros, caminaron hasta el coche de la rubia en silencio, solo con el sonido de los sollozos de Ana acompañándolas. Y, mientras tanto, por la cabeza de la granadina sólo pasaba una pregunta: ¿cómo podía haber pasado de estar besando a la chica que le gustaba a tener a su ex novia abrazada a ella totalmente destrozada y camino a su casa?

VuelvesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora