VI

1.4K 100 2
                                    

-Hola, Mimi. - decía la morena amablemente cuando la otra chica se giraba.

-Eh... Hola. - contestó sin mirarla a los ojos siquiera.

-Cuanto tiempo sin vernos. - sonrió.

-Nos vimos ayer. - la cortó borde.

-Ya, bueno. Me refería a a parte de anoche. Ya sabes, aquello no fue la mejor forma de reencontrarnos... - Mimi se limitó a encogerse de hombros, lo que hizo que Ana se pusiera algo nerviosa, pero aún así intentó seguir la conversación rápidamente. - Y... ¿Qué tal todo?

-Bien. - respondió seca, esta vez no había alcohol de por medio y le costaba tener a la canaria tan cerca de ella.

-Me alegro mucho. - sonrió. - ¿Y Míriam como está? Ayer estaba...

-Miriam está bien también. - la cortó rápido, dejando a Ana un poco cortada.

-Genial. Y... ¿qué haces aquí?

-Esperar mi comida y la de Miriam.

-Ah. Yo he quedado para comer. - dijo, aunque nadie le había preguntado, tan solo trataba de evitar el silencio.

-Guay.

Entonces, y sin que la morena pudiera evitarlo, el silencio se instauraba entre ellas. Mimi estaba incleíblemente incómoda. No quería estar ahí, no quería estar con ella. Aún dolía demasiado... Pero afortunadamente, un par de silenciosos minutos más tarde le informaban de que su pedido estaba listo y daba gracias por no tener que aguantar más tiempo allí.

-Que... Mimi, yo... Quería decirte que... - intentaba hablar la canaria cuando la otra chica se disponía a irse.

-Déjalo, Ana. - la cortó rápidamente, no quería sus palabras. - Tengo prisa, Miri me está esperando.

-Miri... - repitió recordando aquellos tiempos en los que era ella quien la llamaba así.

-Sí, Miri. - dijo la granadina sabiendo en lo que estaba pensando. - Adiós, Ana.

Y, sin volver a mirarla, se dispuso a abandonar el local, por fin.

-No, Mimi, ¡espera! - gritó cuando la rubia abría la puerta.

-¿Qué quieres?

-Crees... ¿Crees que podríamos quedar algún día de estos? - preguntó con su mirada fija en el suelo y bastante nerviosa.

Y la rubia se lo pensó durante un segundo. Quería quedar con ella, saber cómo estaba, preguntarle qué había hecho durante todo ese tiempo, dónde había estado, por qué se había ido... Pero no, no iba hacerse eso a sí misma otra vez.

-La verdad es que no. Lo siento.

Y tras decir eso abandonaba el restaurante, sin dejar a Ana que dijera nada más. Y un par de segundos más tarde no pudo evitar romperse como hacía unos minutos había luchado por no hacerlo. No podía. No podía quedar con ella. No podía dejar que volviera a su vida. Ya suficiente tenía con saber que estaba en Madrid y que seguía siendo amiga de sus amigos, por lo que tendría que verla de vez en cuando. Habían pasado dos años pero a ella le seguía doliendo casi tanto como el primer día.

En cuanto entró por la puerta de su casa Miriam se lanzó a por ella buscando su comida, pero Mimi seguía dándole vueltas a lo que acababa de pasar y a penas pudo responder. Tan sólo se limitó a seguir a su amiga hacia la cocina y a mirarla mientras lo preparaba todo para comer, absorta en sus pensamientos.

-Mimi, tía, ¿se puede saber qué cojones te pasa? Estás empanada. - decía su amiga con gracia mientras ponía la mesa.

-¿Qué?

VuelvesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora