III

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-¿Pero por qué no vamos a la cena? - preguntó Mimi a sus amigos después de que le contaran el cambio de planes.

-Pues nada, chica, que decidimos que preferimos cenar hoy nosotros solos que hace mucho que no estamos los tres juntos. - decía Miriam.

-¿Qué pasa que no quieres estar con nosotros? - preguntó Ricky de broma.

-Pues claro que sí, maricón. Pero yo que sé, derrepente este plot twist pues me sorprende. - dijo la rubia mayor. - ¿Pero no decía Roi que era importante? Que tenía una super sorpresa.

-Ya, pero a mí me dijo qué era y no es para tanto. - inventaba Ricky. - No hace falta que vayamos a su casa para eso.

-¿Y cual es la sorpresa?

-Em... Esto... - el mallorquín miraba a Miriam incómodo pidiéndole con la mirada que le ayudara.

-¡Que adoptaron a un perro! - la gallega dijo lo primero que se le pasó por la cabeza y Ricky la miró mal.

-Em... Sí, eso. Ya sabes, para que Rosita tenga alguien con quien jugar y que adelgace un poco. - inventaba el moreno rápidamente.

-Ah, pues genial. - Mimi se creyó la invención de sus amigos sin dudar siquiera, lo que les hizo suspirar aliviados. - ¿Y para eso quería reunirnos a todos?

-Sí, hija, sí, así es él - decía Miriam.

- A ver, que es guay, espero que así Rosita pueda adelgazar porque la pobre está... - rió la granadina.

-Oye pobre perro, no te rías de ella, que es muy mona.

Y así rubia y el mallorquín se enzarzaron en una discusión sobre el peso de la chihuahua mientras que Miriam rodaba los ojos ante la extraña conversación.

-Bueno, que os distraeis, ¿entonces pido sushi?

✨✨✨

En un principio Mimi no había estado segura de aceptar la propuesta de sus amigos y pasar la noche ellos tres juntos en vez de hacerlo con el resto del grupo, pero después de cenar con ellos se había dado cuenta de la falta que le hacía un momento así. Ricky y Miriam llevaban ya mucho tiempo siendo dos pilares fundamentales en su vida y con ellos siempre podía olvidarse de todo lo que pasaba alrededor y reír hasta que le doliera la barriga.

Aquella noche, a base de sushi, muchas risas y algún que otro pique de broma, habían conseguido que la rubia olvidara de cierta morena de ojos café que llevaba un par de días pasando por su mente. Eso le recordó a hacía un par de años, justo después de que Ana se fuera, cuando los únicos capaces de provocarle una sonrisa y hacer que no pensara en la canaria, que no se alejaba ni un momento de sus pensamientos, eran ellos dos. Tenía suerte de tenerles en su vida, lo sabía, y noches como aquella no hacían más que recordárselo.

Después de cenar Ricky propuso ir de fiesta y, aunque Mimi no tenía muchas ganas, acabaron por hacer caso al mallorquín e incluso invitaron a Laura, Saydi, Mónica y Claudia, las amigas de Mimi del estudio de baile en el que daba clases.

Un par de copas después de haber llegado a la discoteca a la que solían ir, Mimi se dedicaba a bailar en el centro de la pista con sus amigas, ganándose las miradas de todos los presentes. Se lo estaba pasando genial, no lo podía negar, y, aunque no se lo diría a ellos, se alegraba de que sus amigos la hubieran convencido para salir.

Al principio Miriam y Ricky habían bailado con ellas, realmente habían intentado seguirles el ritmo, pero poco después ambos desistieron y el mallorquín desapareció con un chico muy guapo y la gallega se dirigió a la barra, de dónde no se había movido desde entonces.

- ¿Qué pasa, leona? - preguntó la granadina acercándose a ella después de haber bailado un buen rato. -  ¿Viendo a ver si te puedes acabar todo el alcohol del local?

-Gilipollas. - le pegaba un puñetazo de broma en el brazo riendo. - No bebí tanto.

- Si tú lo dices... - reía la otra.

-Dios, que tonta eres. - rodaba los ojos cansada.

- Pero me quieres así. - dijo la granadina encogiendose de hombros.

-Si tú lo dices... - imitó a su amiga.

-¡Oye! ¿Acaso no me quieres? - ponía un puchero.

-Nop.

-Ala...

-Que es broma, tonta, si no te quisiera no te soportaría tanto como lo hago. - dijo rodando los ojos.

-Pues que sepas que me has hecho daño el corazón... - decía fingiendo tristeza. - Ahora me vas a tener que invitar a un chupito para que te perdone.

-¡Mírala! Anda que no es tonta ni nada. - rió Miriam ante lo que dijo su amiga pero acabó invitándola a ese chupito. Y a otro... Y a otro... Y a otro...

Y así hasta que las dos acabaron bastante más borrachas de lo que les habría gustado admitir.

La más pequeña de ellas bailaba entretenida con las amigas de la granadina provocando las risas de todas ellas ante su falta de coordinación. Y Mimi, por su parte había acabado bailando completamente pegada a una chica que había conocido en la barra y cuyo nombre ni siquiera recordaba, pero que la estaba poniendo a mil con sus movimientos.

Su cuerpo se contoneaba al ritmo que marcaba la otra chica, que tenía su pecho pegado a la espalda de la granadina. A penas podía pasar el aire entre ellas y la rubia sentía que a cada movimiento de su compañera, a cada roce de sus manos en su piel, aumentaba su deseo de cogerla del brazo y arrastrarla hasta el baño con ella. Siguieron bailando un buen rato que tan solo sirvió para que la paciencia de Mimi se agotara por completo. No podía más, se había prendido una hoguera en su interior y  necesitaba que aquella chica la apagara, pero ella no hacía más que avivarlo con cada roce de sus manos sobre la piel de Mimi.

Pero cuando se giró dispuesta a mirar a la otra chica a la cara, sus ojos accidentalmente se chocaron con otros a los que no esperaba volver a mirar. Y entonces pasó. Después de dos años y medio sus miradas se volvieron a encontrar, después de dos años su verde se volvió a mezclar con aquel marrón que tanto había echado de menos, aquel marrón en el que tantas veces se había perdido y en el que hacía mucho que no se veía reflejada.

Se separó bruscamente de la otra chica sin dejar de mirar a la dueña de aquellos bonitos ojos color café, sintiendo como su corazón se paraba durante un momento y se saltaba un par de latidos, como todos los recuerdos de aquellos años le golpeaban derrepente y como su vista se nublaba mientras aquellos ojos se mantenían fijos en ella.

No podía ser, Ana no podía estar allí.

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