XVIII

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Cuando Ana abrió los ojos no pudo reconocer dónde estaba. Tardó un par de segundos en darse cuenta del lugar en el que se encontraba, el salón de Mimi. Se había quedado dormida abrazada a ella después de su charla del día anterior, y, por primera vez en mucho tiempo, había dormido toda la noche del tirón. Sin embargo, a pesar de que su último recuerdo era estar recostada sobre en el pecho de Mimi, no había ni rastro de la rubia en aquella habitación. Se incorporó en el sofá y acarició a Mimo, que en seguida había corrido hacia ella.

-Hola bonito. -sonrió, cogiendo al gro y sentándolo en su regazo. -Jo, te eché mucho de menos...

Después de unos minutos acariciando l animal, se dio cuenta de que encima de la mesa había una hoja en la que rápidamente reconoció la letra de Mimi.

Buenos días, Anita
Una amiga ha tenido un problema y he tenido que ir a ayudarla, siento haberte dejado durmiendo solita, pero no creo que tarde mucho en volver. Tómate la libertad de coger lo que quieras de la nevera para desayunar. En un ratito nos vemos.
Pd: Cuídame un poco de Miri en lo que llego yo, porfa.
Pd2: espero que hayas dormido bien🖤

Al leer aquello no pudo evitar que una sonrisa bailara en sus labios.

Cogió su móvil para ver la hora y al desbloquearlo pudo observar varios mensajes de su novio que decidió no abrir. Eran las diez, llevaba desde las ocho del día anterior sin aparecer por casa, entendía que Miguel estuviera preocupado, pero, de alguna forma sentía que, si contestaba aquellos mensajes, volvería a la realidad y lo que había pasado la noche anterior con Mimi, la conexión que había sentido con ella, se volvería un mero espejismo.

Se levantó del sofá y, antes de dirigirse a la cocina, se permitió observar el que, un par de años atrás, había sido su hogar. Estaba prácticamente igual que como lo dejó, aunque sí se dio cuenta de que donde solían haber fotos de ella con la rubia, ahora había fotos de Mimi y Miriam juntas o con otras personas. Ni rastro de los momentos que habían compartido... Y por un momento, le dio miedo que en la mente de la rubia hubiera pasado lo mismo. Que todos los buenos recuerdos juntas hubieran sido sustituidos por el daño que le hizo al marcharse.

Rápidamente apartó aquel pensamiento de su mente y se dirigió a la cocina. Se preparó un café y unas tostadas y, mientras untaba el aguacate en estas, más recuerdos con Mimi la bombardearon. Cuando se acabó su desayuno, recordando lo que le había pedido la granadina, comenzó a hacerle una infusión a Miriam como recordaba que le gustaba. Cuando llevaba un rato concentrada en la elaboración, escuchó la puerta de la cocina abrirse y sonrió al ver a Miriam con su pijama de Mickey y los ojitos hinchados, como si fuera una niña pequeña.

-Buenos días, enferma. - le sonrió. - ¿Cómo dormiste?

-Bien. - respondió escueta. - ¿Mimi?

-Fue a ayudar a una amiga con no sé qué, dijo que no tardaría en volver.

-Ah.

El silencio se instauró entre ambas, como siempre que se quedaban a solas.

-Eh... esto... te estaba preparando una infusión.- lo rompió Ana.

-Déjalo, no hace falta, ahora me la hago yo.

-Que va, da igual, si ya me queda nada. -insistió la morena.

-Ana, en serio, déjalo, que seguro que ni sabes. -soltó borde.

-Antes sí sabía. - se defendió. - Te preparé cientos de infusiones, y creo recordar que las hacía perfectas.

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