En Jotunheim

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Los gigantes habían sido vencidos por mano de Thor, el hijo de Odin. Sus reservas fueron aniquiladas sin piedad, el rey Laufey yacía sin vida aún en el trono. Los jotun supervivientes, apenas un puñado de familias, se hallaban amedrentados, en un rincón del palacio de Laufey, con cientos de espadas apuntandolos esperando la orden del dios del trueno.

Había que destruirlos, se habían esforzado por amenazar a Asgard con quedarse con el poder absoluto de los nueve mundos y ahora debían pagar. Sin misericordia, todos debían morir. Esa había sido la orden expresa emitida por Odin, y nadie, ni siquiera Thor, podría contradecirla.

Pero Thor no se hallaba en paz consigo mismo, había hecho su trabajo, pero su corazón estaba peleando su propia batalla. Iba y venía por entre los cadáveres que la guerra entre ambos reinos habia lanzado sobre el frío páramo jotun, como buscando algo o a alguien.

Diablos, hacía tanto frío que sus huesos calaban. Lanzó una ráfaga de rayos, incendiando los árboles de alrededor para darse calor pero pronto el fuego ya había sido extinguido por el aire gélido del lugar.

- ¿Quién querría vivir en este mundo infértil y oscuro? Ni siquiera las mujeres de aquí valen la pena- escupió mientras las miraba, haciendo reir a sus soldados.

Se sentía como un imbécil despotricando contra la raza que adoraba como si fuera propia. Pero tenía una misión que cumplir, se volvió a los sobrevivientes, los miró uno por uno. Había niños entre ellos, Thor bajó la mirada. Iban a morir sin tener la culpa; estaban condenados y él no iba a evitarlo. Hogun advirtió algo en el rostro de Thor pero estaba tan acostumbrado a los avatares de la guerra que solo le aconsejó que terminaran la tarea cuanto antes. Thor se acercó a Sif y le dio un encargo. Ella asintió, aunque extrañada, y se marchó.

Thor volvió donde las familias y dio la orden. Se le desgarró el alma verlos gritar. Pidió a sus soldados que las estocadas fueran efectivas, debían morir rápido, no había tiempo para agonías. Y los vio, partiéndose en llanto, suplicando, las madres abrazando a sus hijos...

¿Por qué no podían vivir? Thor no lo sabía, el Padre de Todo se lo había ordenado y no había nada que decir. Le debía completa obediencia, pero mientras marchaba al Bifrost con su ejército, tuvo la peligrosa idea de abortar la misión, dar la vuelta, tomar el palacio a la fuerza y derrocar a Odin.

Hubiera sido un suicidio. Todo ellos no hubieran podido contra Odin ni en un millón de años. Habrían muerto y dejado a Asgard sin defensas ante otros mundos.

Siguió caminando, vio los cuerpos asgardianos siendo alzados para hacerles una ceremonia de honor y los cadaveres jotun enterrados en la nieve. Siguió buscando con desazón, girando los cuerpos, palpando aquellos brazos ante la mirada estupefacta de quienes lo acompañaban. No estaba allí.

Se dirigió al templo con el corazón en la mano. Tuvo miedo de que no haya sido advertido a tiempo y que no hubiese podido huir. Si así fuera, sucumbiría como el resto sin que le temblara la mano. Por Odin que lo haría. Debía hacerlo. Al adentrarse, vieron ruinas por doquier, los propios estruendos que lanzo de sus manos al llegar a Jotunheim hicieron un eco ensordecedor en el templo, las paredes cedieron y los sacerdotes murieron aplastados por las rocas que cayeron rodando de las montañas. Buscó en cada resquicio una señal de vida, no la halló.

Salieron de las ruinas, ya era de noche en ese mundo helado. Estaba más oscuro de lo que nunca había estado ahora que sus habitantes hallabanse muertos. Thor y su grupo entraron al palacio y rodearon una inmensa fogata que alguien encendió con ánimo profanador, alimentandolo con los retratos de la familia real. Thor distinguió entre las formas, entre las cenizas y los maderos, el rostro de su amigo jotun caido en desgracia.

One shots thorkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora