Capítulo 2

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(En cursiva los pensamientos de Sua)

Estamos caminando por un túnel oscuro y apestoso situado bajo el palacio. El agua fangosa me llega por los tobillos y ha destrozado mi vestido. Porque, por mucho que intentara convencerlos, Devis y Elia no me dejaron cambiarme de ropa. ¡Hombres!

Llevamos  veinte minutos caminando. Devis va por delante con la mano sobre la empuñadura de su espada, alerta ante cualquier peligro. Elia va detrás de mí, cerrando la fila. Sus manos arden en una pequeña llamarada para alumbrar la oscuridad.

-Sabéis, ¡yo también puedo hacer un poco de magia para que se vea mejor en este horrible infierno!- digo, intentando romper la tensión y el miedo que flota a nuestro alrededor.

-La última vez que hiciste magia en mi presencia prendiste fuego a mis pantalones- responde Devis, sin parar de mover sus ojos de un lado al otro-. No quiero arriesgarme.

-Silencio- nos regaña el maestro-. Estamos intentando huir de un palacio repleto de guardias que pretenden matarnos, lo único que nos falta es revelar nuestra posición.

Devis mira hacia atrás y me echa una mirada asesina. De repente se detiene y yo choco contra su espalda.

-¿Qué haces?- le pregunto.

-¡Shh! He oído algo.

Me tenso y le agarro por la parte de atrás de su camisa. Devis desenvaina su espada y Elia intensifica su llamarada, listos para defenderse. Y para defenderme.

Me miro las manos y me concentro para que la llama surja de ellas. Siento la magia correr por mis venas hasta llegar a mis manos, pero cuando una pequeña luz surge de ellas Devis me da un codazo y, al perder la concentración, el fuego se apaga.

-¿Se puede saber qué estás haciendo?- me riñe el enorme guardia.

-No sé si te has dado cuenta- le contesto-, pero somos tres personas contra no sé cuantos cientos de guardias. Sólo intento aumentar nuestras posibilidades de salir de aquí con vida.

-Si haces tu patosa magia serás tú la que nos mate.

-Callaos- ordena el maestro antes de poder defenderme-. Parecéis unos niños peleando por un juguete.

Bajo toda esa negrura percibo que algo se mueve a mi derecha y empujo a Devis para que se sitúe entre el peligro y yo. El suspira y pone los ojos en blanco mientras apunta con su espada en la dirección de la que proviene el ruido. Elia aumenta aún más su fuego y la luz inunda el túnel. Desde el rincón por el que se ha escuchado el ruido, una rata nos mira con sus siniestros ojos brillantes.

Oh. Dios. Mío. Hay ratas. Inspira, espira, inspira, espira. Solo es un pequeño roedor.

Antes de darme cuenta de lo que estoy haciendo giro sobre mis pies y corro hacia cualquier parte. Devis maldice y viene tras de mí para que no me pierda.

En cuanto salgo al exterior me pongo a dar saltos y a moverme de un lado para otro.

-¡Qué asco!- grito- Qué asco, qué asco, ¡QUÉ ASCO!

Devis me pone la mano sobre la boca callando mis gritos y me agarra hasta que dejo de moverme.

Cuando me tranquilizo y miro alrededor me quedo petrificada. Estoy fuera. Por primera vez después de casi diez años, estoy fuera. Mis ojos no pueden creer lo que están viendo: la luna brilla sobre el cielo nocturno, el edificio parece más grande desde lo alto de la ladera que desde dentro y las luces del enorme palacio impiden a las estrellas brillar. Ahora entiendo por qué siempre me pierdo en esos pasillos.

En cuanto Elia pone un pie fuera del túnel tras nosotros, una alarma suena desde lo que hasta ahora fue mi hogar.

-Debemos irnos- dice el maestro-. Han notado tu ausencia.

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Después de andar casi una hora entre árboles y maleza con tacones, llegamos a un camino para transportar mercancías. Escondida tras unos arbustos se encuentra una camioneta con la parte de atrás llena de heno. Un hombre con una capa y un sombrero se encuentra apoyado sobre el capó.

El hombre hace un gesto con la cabeza y se sienta en el asiento del conductor. Elia se sube a la parte trasera y se esconde tras un montón de heno. Devis tira de mí y nos escondemos junto al maestro.

El motor ronronea y el vehículo empieza a moverse. Cierro los ojos y disfruto del viento sobre mi cara. Nunca antes había montado en ningún vehículo, pero resulta ser una sensación muy agradable.

La furgoneta se detiene durante unos momentos. Escucho unas voces hablando con el conductor y, después de unos momentos, vuelve a ponerse en marcha.

Cuando el sol está a punto de salir paramos y Devis me ayuda a bajar del vehículo. En cuanto mis pies tocan el suelo la camioneta arranca y sigue su camino.

-Vamos, tenemos que llegar cuanto antes- murmura Elias.

-¿Llegar?¿A dónde?- pregunto.

Nota de la autora:

Holaa!! Siento tardar tanto en subir pero nunca encuentro el momento adecuado para escribir. Ya sabéis votad y comentad si os gusta.

P.D.: El palacio de fuego en multimedia.

-Rubí

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