Capítulo 8

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Estoy paseando por los jardines de palacio, viendo mi reflejo en el agua del canal, cristalina y limpia, con el ceño fruncido. Ida me ha echado de clase por decir que estirar el meñique a la hora de tomar el té es estúpido. Maldita bruja, me tiene manía.

Nunca había estado en esta parte del palacio. En las dos semanas que llevo aquí solo he salido para montar a caballo.

Llego a un muelle repleto de barcos que se usan para pasar a la otros orilla, que es donde se encuentra el pueblo. A lo lejos veo a un muchacho de pelo castaño cortar con una navaja el nudo de una cuerda que amarra un bote al muelle. Me acerco a él con curiosidad.

-¿Qué haces?- le pregunto cuando él ya ha terminado de cortar la cuerda y se encuentra subido al bote.

Kai levanta la vista hacia mi, con los remos en las manos.

-Voy al pueblo. ¿Te vienes?

-¿El bote es tuyo?- le pregunto, aunque ya conozca la respuesta.

-No.

-¿Lo estas robando?

-Robar es una palabra muy fea- me dice-. Digamos que lo estoy cogiendo prestado con intención de devolverlo.

-¿No es eso ilegal?

-Solo si te pillan- me contesta sonriente-. ¿Vienes o no?

Estira la mano hacia mi, esperando mi respuesta. Miro alrededor, asegurándome que no hubiese nadie cerca. Le cojo de la mano y el me ayuda a subir al bote. Cuando estamos sentados uno en frente del otro en la barca, el extiende un remo hacia mi y me dice en tono jocoso:

-Digame, su majestad, ¿cree usted que podrá remar? Le aviso que el remo pesa bastante.

Cojo el remo y le golpeo con él en la cabeza.

-Me lo tomaré como un sí- murmura.

Después de un tiempo remando miro alrededor; casi no hemos avanzado. Cada uno rema desde un lado del bote, y como Kai tiene más fuerza estamos girando hacia la izquierda poco a poco.

-Eh... Kai- le digo- Creo que estamos haciendo algo mal. Como sigamos así seguiremos aquí el año que viene.

Levanta la vista y mira alrededor. Cuando ve lo lejos que estamos del pueblo coje mi remo y comienza a remar. Yo me inclino hacia atrás, apoyando la espalda y mirandole con superioridad.

-Venga, Kai. Más deprisa. Eres un flojo- le digo bromeando.

Kai no suelta los remos, ni tampoco se mueve, pero de repente un chorro de agua me da en la cara. Le miro sonreirme con la boca abierta. Magia. Me ha salpicado usando magia.

-Eso es juego sucio.

Diez minutos después llegamos al pueblo. Es un pueblo pintoresco, las casas son pequeñas y coloridas; cada una está pintada de un color: rosa, amarillo, azul... Los caminos son estrechos y de piedra y con muchas pendientes. Kai tira de por una calle estrecha situada entre dos casas, en ellas hay tenderetes desde los que cuelgan ropa que me impiden ver el cielo. La calle se abre en una enorme plaza ovalada rodeada de más casas. Ésta está repleta de gente que va de una tienda a otra. Parece que hemos venido en día de mercado.

Kai me arrastra a un puesto que vende bisutería hecha a mano. Los habitantes del pueblo le saludan como si fuera un viejo amigo. Cuando le pregunto sobre esto me responde que su familia y él bajan todos los domingos al pueblo para pasar el día.

-Ya sabes- me dice-, hay que caer bien a los súbdito.

Yo asiento, pero lo cierto es que no sé de lo que me habla. Mi tío nunca me dejó salir de palacio, no me dejó conocer a mi pueblo. Las únicas personas con las que me relacionaba eran Devis, Elia, Ida y él. No se puede decir que fuese un buen círculo de amigos. Dos de ellos me cuidan por lealtad a mis padres, Ida me cae mal y mi tío intentó matarme. Creo que estoy mejorando en esto de socializar.

En uno de los puestos me entretengo viendo un collar. Es una llama creada con pequeños rubies incrustados colgando de una cadena de oro. El comprador me hace probarmelo y con un acento extraño me dice:

-Preciosa. Combina con tú pelo.

Sonriendole, me llevo las manos al cierre del colgante para soltarlo y devolverselo cuando unas manos me lo impiden.

-¿Cuánto vale?- dice Kai. Yo intento quejarme pero el me tapa la boca con las manos.

El vendedor le dice el precio y Kai me saca de allí de veulta al bote. Cuando llegamos al barco ya está atardeciendo y todas las luces del pueblo están encendidas. 

-No tenías que hacerlo- le digo a Kai.

-No, pero quería- me responde, sus ojos azules brillando por la luz de una farola cercana-. También le he comprado algo a Kiara.

Del bolsillo de su chaqueta saca un colgante parecido al mio. La cadena es de plata, y en vez de una llama tiene una gota de agua hecha con zafiros.

Llegamos a palacio en menos tiempo que a la ida, porque ya hemos asumido que no se me da bien remar. Nada más cruzar las puertas una voz nos grita:

-¡Vosotros dos!- Kai y yo nos giramos hacia ella asustados.

-Por Aylen, KIara- exclama Kai llevandose una mano al pecho-. Que susto, pensé que eras mamá.

-Ella nos está esperando en el comedor para cenar- le responde su hermana-. ¿Dónde estabais?

-Hemos cogido un bote y hemos dado una vuelta por el pueblo- le dice Kai.

-Espera, ¿coger un bote? ¿Lo habéis robado? ¡Eso es ilegal!

Antes de que Kai pueda decir nada soy yo la que responde.

-Sólo si te pillan.

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