Azabache.
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El de cabellos café balanceaba sus pies en el aire sentado sobre una mesa, mirando distraídamente el enorme techo que parecía no acabar encima de su cabeza de ese inmenso salón de clases universitario.
Eran un cuarto para las ocho de la mañana y su hermano le había prometido llevarlo a clases, pero se estaba tardando demasiado y no podía llegar tarde precisamente ese día puesto que había un examen de química a la espera —uno por el cual no había pegado ojo en toda la noche por estudiar—. Admitía ya sentirse molesto de tener que entretenerse con la paleta de caramelo de multifruta que giraba dentro de su boca en un intento de no caer rendido en los brazos gloriosos de Morfeo en pleno suelo del salón.
Cuando sus ojos pestañaron pesadamente y descansaron por la mínima de un segundo cuando la mesa se sintió duramente cómoda para su extrema somnolencia, un golpe a unos metros de él le hizo respingar y chillar ahogadamente contra sus mejillas regordetas, abriendo de par en par sus enrojecidos ojos.
Pronto, la sangre escoció en la piel de su rostro y la paleta en su boca pareció partirse ante la mordida repentina que el susto provocó.
"No sé qué concepto de cama tendrás tú, niño, pero la mesa no es una para que la andes usando como tal".
Su voz fue espesa. El eco que tenía el inmenso lugar sólo logró intensificar las vibraciones que su pecho experimentó al escucharlo y la saliva dulce que se acumuló en su garganta casi que comenzaba a asfixiarle.
El de cabellos café se encogió en su lugar y sus pequeñas manos se aferraron al suéter amarillento de su uniforme escolar; la mirada de aquel hombre era demasiado pesada en él y parecía estar escrutándole con dureza bajo los lentes de marco oscuro que, a causa del reflejo de la luz blanquecina del salón en ellos, no era capaz de discernir perfectamente desde su lugar el color de sus ojos.
Él vio como, bajo sus hebras azabaches, arqueaba una de sus oscuras cejas. Pronto comprendió que aún seguía estático sobre la mesa al verlo descender por milésima de segundos su mirada a esta misma y no tardó en descender hasta tocar el suelo con sus zapatillas de blancas agujetas desatadas, agachando su cabeza cual cachorro reprendido.
Iba a disculparse a voz ahogada con el hombre de mirada de plomo, pero el sonido estruendoso de la puerta abriéndose le hizo levantar su mirada consternada y su rostro ruborizado, encontrándose con la cabellera despeinada rubia de su hermano mayor.
"¡Jiminnie! Por Dios, había olvidado dónde es que te había dejado".
Él se acercó a zancadas hasta él y parecía agitado para cuando llegó a su lado, apoyando una de sus manos en su hombro en intento de recuperar el aliento.
"Hyung, no me trates como si fuera un libro que olvidaste". El de hebras cafés frunció su entrecejo y sus labios se abultaron por molestia, pero el mayor sólo despeinó sus cabellos lisos que perfectamente había peinado esa mañana al despertar. "¡Hyung, no hagas eso!".
El rubio rió, pero el sonido divertido se apagó cuando se percató de la tercera presencia en el lugar.
"¡Oh! Profesor Min, no le había visto. Creí que era su día libre el de hoy".
Jimin pasó saliva duramente, sintiendo los restos de la paleta picoteando en la carne interna de sus mejillas cuando escuchó que aquel hombre abrumador al parecer era algún profesor de su hermano.
"Ciertamente, pero el profesor Jung ha necesitado de unos registros de proyectos de hace dos años y tuve que traérselos hasta aquí".
"Entiendo". Murmuró el muchacho rubio, mirando la cabizbaja cabeza de su hermano menor a su lado. "Bueno, yo ya me iré. Debo llevar a mi hermanito a clases".
"¡Hyung!". El castaño espetó de inmediato, irritado y avergonzado por el diminutivo.
"Ya, ya. ¡Nos vemos mañana, profesor!".
"Por favor, Seokjin-ssi, avísale a tus compañeros que mañana deben de traer el libro de morfología lingüística sin falta". El hombre agregó por último, manteniendo una postura derecha y rígida.
"Delo por seguro". Seokjin le sonrió amplio y asintió con lo mismo.
El hombre asintió finalmente con su cabeza en silencio de despedida y agradecimiento hacia los menores, y Jimin fue tomado de la muñeca por su hermano mayor, arrastrándole consigo fuera del salón puesto que sus pies parecían haberse pegado al suelo cual concreto al momento de emprender camino de una vez.
Cuando cruzaron las inmensas puertas de mármol, su cabeza, involuntaria y curiosa, se giró por apenas dos segundos con el corazón golpeteando en su garganta, y los restos de caramelo en su boca se extinguieron por completo.
Park Jimin apreció el resplandeciente color grisáceo de los iris de aquel hombre que, al parecer, también buscó el avellana de los suyos en un interés indescifrable escondido bajo tierra, donde los metros de lejanía no imposibilitaron el calor sofocante que empañó su pequeño limpio cuerpo titubeante.
Y las puertas se cerraron.
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A ACLARAR PARA FUTURO DE LECTURA.
- no está inspirada, ni es una adaptación, ni ninguna maldita cosa con respecto a Lolita de Vladimir Nabokov (1955). descarten eso por completo si es que seguirán leyendo porque es por completo mi idea y desarrollo; comentario que relacione mi historia con aquella obra u otra historia en wattpad lo silenciaré.
- la trama es explicita y tiene un contenido que puede ser sensible para algunos respectivamente al tema central de la historia (si dudas tienen, vean las benditas etiquetas que para algo papito Wattpad las pone).
- Y CON LO ANTERIOR NO QUIERO NORMALIZAR, NI ROMANTIZAR NINGUNA MIERDA, ES F-I-C-C-I-Ó-N ¿vale? vale.
ahora disfruten, cuchurrumines. ♡
— MinJi.
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pure skin © yoonmin.
FanfictionÉl tan sólo tenía dieciséis años cuando se enamoró perdidamente de un hombre que doblaba su edad y sabía escribir palabras hermosas. ---- contenido explícito y sensible, leer con consentimiento. ---- ©irregularvoice ;; portada hecha por la lindura...