6. Democracia

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Subieron al quinto piso precedidos por la directora, los baúles flotaban tras ellos, siendo guiados por la varita.

Ella pasó por delante del cuadro de los cuatro fundadores, se miraron sorprendidos, parece que la ubicación conocida de la torre era falsa. Se detuvo frente un enorme cuadro que les dejó anonadados.

Era un lago de aguas cristalinas, coronado por una hermosa cascada, que hacía un sonido relajante. Multitud de enredaderas trepaban por la roca oscura, dándole un aspecto salvaje y natural, realzado por la espesura del bosque al otro lado del lago. El cielo mostraba una permanente noche de estrellas titilantes, el marco era de plata fundida, que formaba extraños dibujos, como los del guardapelo de Cassandra.

-La contraseña es Piedras Preciosas, espero que disfruten de su nueva torre. Los dormitorios se transformaran según los gustos del habitante, buenos días.

-Piedras Preciosas-exclamó Cassandra.

EL retrato se fue haciendo más profundo, parecía que iban a ser absorbidos por él, pero sólo se estaba retirando unos centímetros hacia atrás, para después ser abierto como si se tratase de una puerta, partiéndose por la mitad.

Dio paso a una especie de túnel de mármol decorado con frescos medievales, en cuyas paredes relucían pequeños farolillos mágicos, unas hermosas llamas blancas que se alimentaban de si mismas, encerradas en esferas de cristal que levitaban en las repisas doradas. Caminaron dos metros por el túnel hasta llegar a su nueva sala común.

Ninguno pudo reprimir una admiración al ver la sala. El suelo era un enorme reloj, en el que estaban pintados bajo las agujas los cuatro puntos cardinales. En el extremo de cada flecha había un sillón de cuero gastado, sin llegar a tapar los planetas que giraban en el perímetro de la esfera, alrededor de una gran mesa de roble. Estaba pintada en colores tierra, y las columnas eran enormes relojes de arena que se vaciaban y volvían a llenar solos. El techo era una bóveda enorme, en la que estaba pintado un mapa del mundo como era conocido cuando se fundó la escuela, rodeado de dragones y otros seres. Al lado de la entrada había una escalera para entrar en la habitación Sur, la más pequeña y angosta, en frente, otra escalera llevaba a la habitación más grande, la Norte, en el Oeste, la escalera llevaba a la habitación más luminosa, y la del Este, a la más sombría y tranquila.

-Es maravillosa-dijo Cassandra con una sonrisa-. ¿Os importa que me quede la habitación Norte?

-Yo prefiero la Este-añadió él.

-¿Por qué tenéis que elegir vosotros?-dijo Alfred con voz irritante.

Cassandra le fulminó con la mirada arrugando la nariz con desden.

-Como quieras Alfred, seamos justos, el turno de elegir será según el puesto en los premios. Hermione, querida, ¿te importaría quedarte la habitación Oeste?

-No, en absoluto-dijo dirigiéndole una furtiva mirada a Draco.

-Genial, pues yo elijó la del Norte, tú, Draco, la Este, ¿no?

-Exacto-dijo sonriente.

-Bien, pues tú te quedas la del Sur-dijo dirigiéndole una mirada llena de odio a Alfred.

-Pero…

-¿Pero qué? Hemos sido justos con el reparto, ¿o no? Pues eso, te toca la Sur. Viva la democracia.

Draco no pudo evitar reír, provocando también las risas de Cassandra, hasta Granger intentaba contener la risa, la cara de Green era francamente divertida, estaba rojo como un tomate, y temblaba de furia, apretando tanto sus finos labios que parecía que habían desaparecido.

Amor en la posguerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora