22. Epílogo. El nuevo Hogwarts.
La familia avanzó por el andén lleno de humo, en el que la locomotora roja de Hogwarts brillaba majestuosa, rompiendo ese mar de sombras.
A la cabeza, iban dos niños de la misma edad. Uno era rubio platino, y tenía unos hermosos ojos castaños almendrados, igual que los de su madre, la piel pálida y perfecta, con la ropa perfectamente colocada y gesto solemne, y empujaba un carro perfectamente ordenado, sobre el que una lechuza gris muy claro, presidía la comitiva con unos arrogantes ojos ambarinos. A su lado, un chico con sus misma sangre, pero de rasgos algo más afilados y de mayor estatura, empujaba un carro menos ordenado, sobre el que ululaba una lechuza negra como la noche, de ojos amarillos, él tenía la ropa desarreglada con mucho estilo, una sonrisa torcida en los labios, el cabello castaño largo y rizado-aunque no tanto como el de su madre-, y unos hermosísimos y magnéticos ojos gris mercurio.
Tras ellos, admirando a sus retoños, caminaban los protagonistas de esta historia. Draco llevaba un traje negro con una camisa gris y una corbata también negra, su traje de trabajo, pasaba uno de sus fuertes brazos sobre los hombros de su mujer, que llevaba un traje de chaqueta azul marino y el pelo recogido en un moño, de su pequeña nariz colgaban unas gafas plateadas muy discretas-años de lectura con mala luz pasaban factura-, y una sonrisa como la se su marido adornaba sus labios. Draco se dedicaba a los negocios, aumentaba su fortuna sin cesar, haciéndose cada vez más y más rico, aunque el dinero les sobraba, Hermione había decidido no trabajar en el ministerio, pues les guardaba un profundo rencor, y dirigía la ONG "Criaturas Mágicas Desvalidas", que se dedicaba básicamente a poner quejas y más quejas en la comisión de Regulación y Control de Criaturas Mágicas y recatar a criaturas que están fuera de su entorno, además de luchar contra el tráfico de dragones, fénix, hipogrifos, etc. Pero ese día, habían obviado sus obligaciones para pasar un maravilloso día en familia antes de que sus hijos se fuesen a Hogwarts.
-¿Nos escribiréis todos los días?-preguntó Hermione a sus hijos.
-Claro, si te hace ilusión…-dijo Sirius encogiéndose de hombros.
Su madre sonrió, recordaba perfectamente que él le había pedido que lo dijese para tener una excusa frente a su hermano.
-Claro mamá, todos los días-respondió Scorpius con una dulce sonrisa.
-Bien-dijo Draco seriamente-. Miradme los dos-exigió a sus hijos, Hermione vio que estaban cerca de Harry, Ginny, Ron, la mujer de este, y una niña pelirroja de cara redonda y llena de pecas, con los ojos castaños, y estés, les miraban atentos a cada palabra, Ron regodeándose en el tono serio de su marido, seguramente pensando que ella era una desgraciada que se arrepentía de sus elecciones, no podía estar más equivocado-. Hogwarts, no es como vuestro colegio elemental-comenzó, sus antiguos amigos hicieron una mueca, sabiendo perfectamente que habían ido a un colegio exclusivo para magos de la alta sociedad-, allí no van a ser tan permisivos con vosotros, ni podré salvaros de la expulsión todo el tiempo con "generosas donaciones", por lo que no vais a hacer bromas, ¿entendido?
-O, vamos papá, no me negarás que somos ingeniosos, ¡y también con aparatos muggles!-Sirius esbozó una sonrisa torcida, perdido en sus recuerdos.
-¡He dicho que se acabaron las bromas! Como reciba una sola carta del colegio, os quedáis sin escoba todo el verano. No quiero nada de gente con distinto color de pelo, ni plumas que explotan, ni niños boca abajo, ni pintadas, en las paredes, ni inodoros explosivos, ni ropa interior de profesores que aparece como banderas desde una torre, ni profesores desmayados, ni animales sueltos por los pasillos, ni compañeros transformados en animales, ni libros que explotan al abrirlos, ni pimienta en los dulces de los otros, ni chocolatinas con laxante, ni cuadernos que se borran nada más cerrarse, ni cuadernos que se autocopian a otros y se borran del original, ni cañerías que revientan…