Capítulo 01

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- ¿Me estás escuchando?

Aparté los ojos del informe financiero como si mi madre pudiera verme a través del teléfono.

- ¿Qué me estabas diciendo?

- ¿Alguna vez Chris te mencionó el nombre Cam?

- No, ¿por qué? - respondí, depositando las hojas sobre la mesa y quitándome los anteojos que, a larga distancia, me confundían la visión.

- Cada vez que llamo a la residencia universitaria, dicen que ha salido con un tipo llamado Cam.

Me levanté y me acerqué a la enorme ventana de cristal, que cubría más de la mitad de la pared. ¿Por qué molestarme con la llamada de mamá? Ella nunca hacía nada, excepto quejarse.

- ¡Debe ser uno de sus compañeros de la universidad, mamá! - comenté, ya que al otro lado de la línea, mamá había dejado de hablar. Debe estar pensando...

Pero, Clara Sant'Germani, siempre iba directo al grano:

- Y hay algo que me preocupa mucho.

Respiré profundamente.

- Dime, Clara! - exclamé, mirando el intenso tráfico de la Quinta Avenida.

- Chris no ha llamado a Kate en un mes. Se suponía que iban a anunciar su compromiso tan pronto como él se graduara... - su voz tenía un tono lastimero.

- Mamá, él se está preparando para los exámenes finales y no ha tenido tiempo de venir a casa los fines de semana...

- Sí, lo sé. Pero...

- Y, si pretende mantener a una chica como Kate después del casamiento, necesita graduarse, ¿no te parece?

- Sí, por supuesto. Pero...

- ¡Clara! - la interrumpí, pues necesitaba volver al trabajo. - Tengo montones y montones de informes que revisar.

- Bien, yo creo Lauren, que deberías ir a visitar a tu hermano en este fin de semana y, comprobar quién es este misterioso amigo suyo.

Tuve que suspirar y... Concordar, si quería volver a mis informes a tiempo para el almuerzo.

- Está bien, Clara. Iré el viernes. - escuché su suspiro emocionado al otro lado de la línea. - Pero te advierto que no me quedaré allí. Tengo una reunión el sábado por la mañana y, por supuesto, tendré que volver a tiempo para tu fiesta.

- La fiesta... - dijo, con aspecto pensativo. - ¿Por qué no le dices a Chris que traiga a su amigo? Así podré conocerlo.

- Le daré el mensaje. - refunfuñé secamente. Si no...

- Gracias, cariño.

¿Cómo mi madre puede ser tan convincente? Colgué y volví a mis papeles. Clara, seguramente, debió pensar que no tenía nada mejor que hacer que espiar mi querido hermanito de veinticuatro años...

**********************

El coche deportivo iba a toda velocidad cuando el motor se apagó inexplicablemente. Un fuerte olor a gasolina llenó el aire, antes de que Chris me mirara, prácticamente, gritando:

- Cambié el embrague la semana pasada, ¡Cam! Te he dicho que fueras más despacio con el cambio.

Levanté la barbilla con indignación. Pero, entonces, me eché a reír.

- Fui delicada con la palanca de cambios...

- ¡No! ¡No lo fuiste! - lo negó con la cabeza. - O el embrague no se habría roto de nuevo.

Deposité la mano en el volante, todavía riendo.

- Acéptalo, Chris. Nunca aprenderé a conducir un coche con este tipo de cambios.

Él siguió sacudiendo la cabeza, molesto, y se pasó las manos por el pelo revuelto.

- ¿Cuál es el problema? - le pregunté. - ¿Por qué insiste tanto en querer enseñarme a conducir una máquina como ésta?

- Algún día podrías estar dentro de un Ferrari descapotable...

Lo interrumpí con una carcajada, echando la cabeza hacia atrás. Christopher Sant'Germani tenía que estar bromeando. ¡Un Ferrari! Había tenido mucha suerte porque había conseguido juntar algo de dinero trabajando en el bar de la Universidad para comprar mi moto de segunda mano y él me decía estas cosas.

Chris me miró con cara de asombro por mi risa compulsiva. ¡Pobrecito!

Respiré profundamente varias veces para contener la risa y, cuando conseguí, lo miré con cariño:

- Mírame, Chris. - le pedí y, bajé la mirada a mis vaqueros desteñidos y a mi maltrecha chaqueta. - ¿Un Ferrari irá con el barrio en el que vivo? ¿Y dónde lo voy a aparcar? Oh, sí... Justo delante de mi espacioso mini departamento...

- Cam, ya te dije...

¡No! - exclamé con firmeza. Una vez más, vendría con el argumento que ya habíamos discutido varias veces en los últimos seis meses. - Es suficiente con que pagues mis estudios. No estoy de acuerdo, pero fuiste más astuto que yo.

Observé cómo Chris se masajeaba las sienes. Sabía que nuestras constantes discusiones sobre el tema, siempre le daban dolor de cabeza. Extendí la mano y acaricié la mejilla del chico.

- No somos dos extraños, Cam. ¡Eres mi media hermana! - su voz era dulce.

Cerré los ojos y suspiré, cansada de esa historia.

- Yo era una extraña cuando empezaste a pagarme los estudios - le dije, débilmente.

- Deberías haberte alegrado por ello. Míranos ahora. Hermanos y mejores amigos.

Chris frunció la nariz, como siempre lo hacía. De hecho, este era un gesto muy común entre nosotros... Repetí su gesto, pero no quise recordarle que no había dicho nada a su familia sobre el secreto de nuestro padre.

Cuando él, Christopher Sant'Germani, se presentó en la Universidad, deseé no tener nada que ver con él. Pero, ese nombre me perseguía desde la infancia. Después de todo, lo llevé una vez como mi propio...

- No te lo tomes a mal, Chris. Pero ya no quiero aprender a conducir un coche igual a este. - Abrí la puerta del coche y salí.

Chris, sin embargo, ni siquiera se movió del asiento del copiloto. Sin mirarme, dijo:

- Puedo negociar otro tipo de coche con Laur, para que lo uses durante el día...

¿Pedirle algo prestado a Lauren Jauregui? ¡Ni siquiera muerta! - pensé.

Aunque nunca la haya conocido, había oído hablar lo suficiente de su hermanastra, adicta al trabajo y abiertamente lesbiana, para saber que no quería nada de ella.

- Puedo perfectamente tomar un autobús - le dije rápidamente.

Chris me miró sorprendido. No sé, tal vez por el tono de mis palabras.

- Entonces cambia tu visita para el viernes y te llevaré de coche. Así, sólo perderás una clase y vuelves a tiempo para trabajar... De todos modos, Sally está loca por ir a Boston.

- Lo pensaré... - miré alrededor. - Ahora, hermanito, ven aquí... - señalé el banco del conductor. - ... Y trata de conducir este artilugio de vuelta a la ciudad, ¿de acuerdo?

- Condúcelo tú, señora... - respondió, encogiéndose de hombros y mirando al frente.

Sonreí... Tal vez porque fuera tres años más vieja, le encantaba molestarme por esta diferencia de edad, llamándome señora.

- ... O, tendrás que admitir, que es una cosa que los hombres hacemos mejor que las mujeres. - añadió con suficiencia.

Abrí una sonrisa y acepté el reto. Y vi a Chris retorciéndose cada vez que cambiaba de marcha durante el recorrido...

Un secreto entre nosotras | CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora