Capítulo 28

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Al atardecer de domingo, Chris se presentó en Nueva York. No lo había buscado en toda la semana sin tener el valor de enfrentarlo. Acababa de vestirme, de pie frente al espejo de la suite de Lauren, cuando él entró, se sentó en la cama, apoyó ambos manos hacía atrás, cruzó las piernas y me miró por el reflejo del espejo, sin saludarme.

- ¿Me estás evitando, señora?

Lo miré.

¿Por qué lo haría? – respondí con otra pregunta, sin poder ocultar lo dolida que estaba.

- Tal vez porque crees que estoy enfadado contigo y con Laur.

Levanté la barbilla y lo miré a la defensiva.

¿Y lo estás?

- ¡Por supuesto que no! – exclamó con una media sonrisa, sin ocultar su preocupación. – Sólo espero que sepas lo que estás haciendo.

- Lo sé. – afirmé con prontitud y él suspiró.

- Entonces, si el problema no es Laur, ¿por qué no me llamaste en toda la semana?

Ya esperaba esta pregunta, pero no estaba preparada para responderla mirando a sus dulces ojos de chocolate. Así que aparté la mirada y me alejé del espejo.

- Primero, porque hemos estado fuera toda la semana. – refunfuñé la primera justificación, para luego encararlo de frente y revelar la verdadera razón de mi molestia. - Deberías haberme dicho que sabías que pasé un tiempo en el reformatorio, Chris.

Él se sonrojó y sus ojos se abrieron de par en par.

¿Ella te lo dijo? – a pesar del tono incrédulo de su voz, bajó la cabeza, apenado. - Lauren me prometió que no diría nada...

- No me molesta que se lo hayas dicho, Chris. Sólo quería que me lo hubieras dicho a mí, porque siempre he confiado en ti. – lo acusé. Pero, incapaz de discutir con él, suspiré y me senté a su lado. – Cuando me llevó a ese lugar, entré en pánico.

Chris me miró con el ceño fruncido, desconfiado.

¿En qué lugar?

¿Ella no te lo ha dicho? – pregunté.

- No.

Me levanté y atravesé la habitación. No quería provocar un malentendido entre los hermanos y, sabiendo lo protector que era conmigo, tal vez fuera mejor terminar el asunto ahí. Incluso porque, por mucho que me molestara, la actitud de Lauren era la responsable de las nuevas expectativas en mi vida. Y la verdad era la única manera de seguir adelante.

- Lauren me llevó a un Centro de Ayuda para hablar con una consejera...

¿Qué? – ni siquiera me dejó terminar. Se levantó de la cama bruscamente y se acercó a mí en dos pasos. Sus ojos brillaban de ira. – ¡Pero es tan típico de Lauren! Siempre cree que sabe lo que es mejor para todos...

¡Esta vez tenía razón, hermano! - lo interrumpí, defendiéndola.

Él me miró, sorprendido... Luego con curiosidad.

- Entonces, ¿qué pasó?

- Al principio estuve a punto de salir corriendo. Me sentí demasiado humillada. Pasé más de diez años culpándome y creyendo que todo el mundo pensaría la mismo si supieran la verdad...

Un secreto entre nosotras | CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora