Capítulo 16

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Me desperté lentamente, sintiendo mi cabeza pesada y mareada por el sueño. Estaba tumbada de espaldas, y las sedosas sábanas acariciaban mi piel desnuda con frescura y voluptuosidad...

"¡¿Piel desnuda!? ¿Por qué no llevaba ropa?" - pensé desconcertada, pero todavía con sueño. Bostecé. Abrí los ojos para luego cerrarlos.

¿Dónde estaba?

Volví a abrí los ojos y, girando la cabeza, miré la penumbra de la habitación rota por un destello de luz matutina a través de la fina tela de las cortinas que arrojaba un haz de luz sobre la pila de ropa en el suelo. Entre ellos estaba el vestido hindú de Liza...

¿Liza? Dios, ¿qué habría pasado? Pero antes de que la pregunta se completara, mi memoria me proporcionó la respuesta y puso mi corazón en un ritmo asfixiante.

Me levanté de golpe y giré la cabeza hacia un lado. La amplia cama matrimonial estaba vacía. Pero Liz, sin duda alguna, había dormido a mi lado. Mejor dicho... YO había dormido al lado de Liz, ya que esa era su habitación.

Los recuerdos del día anterior me volvió por completo. Sintiéndome un poco decepcionada, me vi obligada a afrontar que Liza había conseguido seducirme. Y esta incómoda conclusión, vino acompañada de un sentimiento de culpa, que residía en una combinación fatal de cansancio, exceso de bebida y necesidad. El alcohol había embotado mi mente, despojándola de sus verdaderas intenciones de actuar correctamente en el terreno sentimental, mientras que el agotamiento físico hacía aflorar mis instintos y necesidades más secretas.

Así que, aunque quería culpar a Liz de lo que había pasado, no era cierto que ella me había seducido. Yo había permitido sus avances, poniéndome como una compañera receptiva. Ella me había besado y yo le había correspondido, sin ser obligado a eso. Había deseado tanto como fui deseada.

Ocultando la cara entre las manos, recordé, con tristeza, las palabras y actitudes de Liz. Ella me amaba y yo la había utilizado... Y ahora sólo quedaba la culpa y la vergüenza. ¿Cómo podría volver a mirarla?

Ese pensamiento me hizo apresurarme a salir de allí antes de que volviera. Me envolví en una sábana y me dirigí a la puerta. Al abrirla, miré el pasillo. Para mi alivio, estaba desierta.

Me acerqué a la ropa tirada en el suelo, recogí la mía y me apresuré a ir a la habitación de al lado.

Me pesaba la cabeza cuando me metí bajo la ducha. Dejé que el agua cayera en abundancia, mientras el rostro de Liz se mezclaba con la imagen persistente de Camila en mis pensamientos.

Me puse ropas ligeras de algodón y mientras me ajustaba las sandalias, escuché unos ligeros golpes en la puerta.

- Adelante.

- ¿Hola? - Dennis puso medio cuerpo adentro y me sonrió. - Liz me pidió que la dejara dormir bastante y me encargó que la acompañara en el almuerzo, por sí no volvía a tiempo.

Sonriéndole, le respondí:

- Gracias, Dennis. Pero, no es necesario. Debes tener mucho que hacer para estar cuidándome.

Dennis se rió y entró, dejando la puerta abierta.

- Una de mis tareas es hacerte compañía, te lo aseguro. - se metió las manos en los bolsillos. - Entonces, es casi un pecado que una mujer tan bella como tú almuerce sola.

La sinceridad casi infantil de Dennis me arrancó una risa.

- Bueno, en ese caso...

Dennis me condujo al gran ventanal del pasillo, que se abría a un acogedor jardín colgante. Entre las pequeñas palmeras, arbustos y las flores, se destacaba una maravillosa piscina, a la que daban sombra las plantas.

Un secreto entre nosotras | CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora