Capítulo 13

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Salimos de casa en cuanto Camila estuvo lista, y sólo nos detuvimos para recoger la canasta que había pedido.

En menos de una hora, ya estábamos en el Midtown Tunnel enfrentándonos a la legión de otras personas que intentaban escapar del calor de la ciudad.

Camila parecía más relajada y... ¿Yo?

Bueno, después de una noche arrullada por hermosos sueños románticos, ¡me sentía feliz! Feliz de notar los celos Camila hacia Liza y, saber esto renovó mis esperanzas de superar esa barrera en ella, impuesta por un pasado oscuro e infeliz.

Es cierto que me había insinuado un poco más de la cuenta la noche anterior, pero eso sólo había ocurrido porque ella me había dejado beber, prácticamente sola, la deliciosa botella de champán.

Aquel era un nuevo día y quería a toda costa demostrarle a Camila que podía confiar en mí y que sabría esperar su momento. Aunque eso me cueste muchos baños fríos...

- ¡Llegamos! – anuncié, aparcando delante del edificio bajo y largo.

- Pero pensé que íbamos a la playa... – refunfuñó

- Cada cosa a su tiempo. – le dije, y sonriendo satisfecha, salí del coche.

Abrí la puerta trasera, agarré la canasta de picnic y esperé a que se uniera a mí mientras entrábamos en la casa.

Al igual que mi apartamento, las habitaciones eran bastante amplias. Pero la decoración neutra armonizaba con el lugar, dejándola mucho más confortable. En los grandes ventanales había una espléndida vista de la Bahía de Manhasset. Me encantaba aquel lugar.

- Mi casa de verano. – presenté con orgullo. – Vengo aquí siempre que puedo.

Camila miró a su alrededor y, cuando se enfrentó a mí, había una total desconfianza en su mirada castaña.

- Lo tenías todo planeado, ¿verdad? – me acusó.

No le di oportunidades de continuar. Al fin y a cabo, le debía una disculpa por mis atrevidas actitudes de la noche anterior.

- Camila... Creo que ya he tenido la oportunidad de demostrar mi integridad. – la sujeté por los hombros y la miré con seriedad. – Te pido que me disculpes por lo de anoche y, si es posible, que podamos relajarnos este día.

- Lo siento. – dijo, con una mirada sincera, tras un breve silencio.

- Está bien... – sonreí - Ahora, ve a cambiarte porque me muero de hambre y, si no como algo pronto, te voy a morder.

Ella soltó un suspiro y sonrió.

- Ya llevo un biquini por debajo de la ropa.

- Genial, entonces. Vamos al barco.

- ¿Barco? – de nuevo, se sorprendió. – ¿No dijiste que íbamos a la playa?

- Sí, así es. Pero tenemos que llegar allí primero. – respondí, recogiendo la canasta y saliendo de la casa.

En el pequeño muelle, al pie de la casa, estaba el anclaje. Y ahí estaba mi pequeño juguete.

- ¿Es tuyo? – me preguntó, estupefacta. Lo confirmé. – Me imaginé que fuera una lancha. Pero esto es prácticamente un yate.

- No es para tanto. - repliqué, sin molestarme con su tono irónico.

Salté en el interior y la ayudé a instalarse. Le mostré las instalaciones y puse el barco en marcha. Me quedé mirando a Camila que, aunque parecía muy encantada, no dio el brazo a torcer.

El viento agitaba su pelo rizado, la expresión decidida en su rostro de piel morena y sus ojos, ahora ocultos detrás de los cristales oscuros de sus gafas de sol, seguramente estarían brillando, como de costumbre, cada vez que se relajaba.

- Oye, ¿Qué opinas de mis habilidades "náuticas"? – grité

Ella me miró y, con una sonrisa en los labios bien dibujados, me gritó:

- Hábil... Como siempre. – volviendo la cara hacia un pájaro que había levantado vuelo, lo señaló. – ¿Oye? ¿Qué pájaro es el de la izquierda?

- No se dice izquierda. Si no puerto. – la provoqué. – Veo que tienes mucho que aprender.

- ¿Qué diferencia hay en el nombre? Y, no te hagas, ¿vale?. Estoy segura de que hay muchas cosas que podría enseñarte.

- Y que estoy dispuesta a aprender. – repliqué insinuantemente. - ... Tan pronto como estés lista para comenzar tus lecciones.

Un secreto entre nosotras | CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora