Capítulo 15

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A primera hora de la tarde del miércoles, la elegante secretaria me condujo a la sala de juntas de Attalla Shipbuilding, y me encontré cara a cara con Syrus, que ocupaba la cabecera de la mesa, rodeado de otros cuatro caballeros.

A cada uno de los directores se le había colocado una carpeta con papeles, seguramente copias de mi propuesta. Apenas me senté, comenzó la inquisición. Y durante dos horas enteras, las cinco personas me interrogaron sin cesar.

Sólo dejaron de indagarme cuando no había nada más que aclarar.

- La Jauregui Seguros... – comenté, tras unos segundos de interrogatorios entre ellos. – Está segura de que es una excelente propuesta y que nuestro principal competidor... – cerrando mi carpeta, finalicé. - ¡No tiene formas de cubrir una póliza de tan alto riesgo!

Syrus Attalla, que hasta entonces había hecho pocas preguntas, se acomodó en la cabecera de la mesa, cerró también su carpeta, mirándome fijamente, me dispensó:

- Muy bien, Srta. Jauregui, tu empresa tendrá noticias nuestras.

Lo miré con el respeto que merecía su condición de cliente, pero era evidente que sólo reduciría mis posibilidades de ganar esa cuenta, si insistía. Había cruzado el océano para salir de aquella reunión con las firmas del contrato, pero había algo personal en los ojos de Syrus Attalla, y por eso tuve que contenerme.

El abuelo de Liza estaba molesto conmigo, y tenía que ser por su nieta. Pero era difícil de creer que fuera por nuestra ruptura. Al fin y al cabo, nunca había simpatizado con nuestra relación amorosa.

¿Habría la posibilidad de que mi empresa firmara un contrato con la de Syrus únicamente por mi relación con Liza? ¿Fue ingenuo por mi parte no darme cuenta de la verdad? No. Conocía a Liz muy bien, y ella nunca usaría su influencia con su abuelo para fines personales.

Sin embargo, Syrus ya debe saber que nuestra ruptura se debía a Camila.

Contuve la impaciencia del momento, tomé aire y, saludando a cada uno de los directores, alejé mi silla:

- Gracias, señores. Estaré esperando.

Mis preguntas sobre Liza cesaron en cuanto salí del moderno edificio de cristal y hormigón que albergaba la sede de Attalla Construcciones Navales, en el centro de Génova. La limusina plateada me esperaba en la puerta para llevarme al aeropuerto, y el chofer uniformado ni siquiera esperó una orden para ponerse en marcha.

Instalada cómodamente en el asiento de cuero, dejé salir lenta y profundamente el suspiro guardado en la sala de juntas. Sólo entonces miré al hombre de buena apariencia, de pelo oscuro, peinado hacia atrás e impecablemente vestido que estaba sentado a mi lado.

Dennis Taylor, el asistente personal de Liza y nuestro amigo en común. En respuesta a mi expresión aprensiva, me tomó la mano entre las suyas y la acarició, con ternura, en un gesto de calma.

- Creo que esta reunión no debe haber sido la mejor, Lauren. Pero ahora, trata de relajarte.

- ¿Cómo puede este hombre ser tan frío, mientras que Liz es tan... – ni siquiera terminé la frase. Sintiéndome sin fuerzas, me limité a sacudir la cabeza.

Dennis sonreía con su habitual educación y tranquilidad, cuando habló:

- He trabajado para Liz durante casi veinte años y he visto a mucha gente temer a Syrus. Pero puedo decirte, Laur, que aunque tenga ese lado duro, autoritario y despiadado, muy acorde con su reputación, él también tiene un lado de principios firmes.... un tipo justo y honesto, incluso generoso.

"¿Syrus Attalla, generoso?" – pensé, pero me quedé callada. Dennis sólo podía estar bromeando. Pero, él lo conocía mejor que yo que, a pesar de haber tenido una relación con su nieta de casi un año, nos habíamos visto poco.

Dennis, dándose cuenta de que estaba lejos de darle razón, añadió:

- Pero, ¿Y qué, si Syrus es un tirano sin alma? Él, en primer lugar, es un gran empresario y no querrá perder una propuesta tan buena como la de tu empresa...

- No lo sé, Dennis. – aparté la mirada hacia el tráfico de las calles de Génova. – Syrus nunca aprobó mi relación con Liz. – me quejé, recordando la fría mirada que le había dedicado a Camila en el restaurante.

Dennis volvió a tomarme la mano.

- No creo que sepa todavía lo de la ruptura. Pero Syrus no llegaría tan lejos actuando de manera tan infantil.

Suspiré y negué con la cabeza. Puede que Dennis tenga razón. Ahora todo lo que tenía que hacer era relajarme, después de todo, pronto me reuniría con Liz y entonces tendríamos nuestra conversación definitiva.

- ¿Cómo está ella, Dennis? – pregunté, observando el perfil masculino que miraba por la ventanilla de la limusina.

Él volvió su mirada hacia la mía y me estudió brevemente antes de responder:

- Liza te ama, Laur. De verdad. - reveló. – Y por eso, ¡tu felicidad es muy importante para ella!

La persona que me decía eso, no lo dijo de forma acusadora. Dennis era, sobre todo, un amigo fiel y sincero. Sin embargo, saber que había un sentimiento verdadero por parte de Liz, sólo aumentó mi aprensión y tristeza. Nuestro encuentro no sería tan fácil como lo había imaginado.

Un secreto entre nosotras | CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora